El ritual de la pluma resiste al paso del tiempo

A partir de este domingo, ABC ofrece una fantástica colección que demuestra que la tecnología no ha podido desterrar un arte que desemboca en el deleite de la escritura

Camilo José Cela, en pleno acto de creación ABC

GUILLERMO GARABITO

Desde los amanuenses medievales coetáneos de Berceo hasta los calígrafos que ahora usan Instagram de escaparate van unos cuantos siglos, pero el mimo del trazo sigue siendo el mismo. Se nota la modernización aparte de por el cambio de los incunables por el Instagram, también en los anglicismos que giran en torno a este oficio de la caligrafía. O el lettering. De aquellos copistas laboriosos y afanados nos queda hoy el recuerdo en las plumas estilográficas . A partir de este domingo, 8 de abril, ABC ofrece una fantástica colección que demuestra que la tecnología no ha podido desterrar un arte que desemboca en el deleite de la escritura

«La letra depende mucho del día, de cómo tengas la mano», explica Belén Torres. Esta ceutí es experta en el oficio. «Yo en mi caso como me dedicaba al tema de encuadernación y cartonaje, llegué por querer personalizar mis trabajos. Empecé a interesarme por la pluma y la caligrafía inglesa. Después empecé con lettering».

Contrastando esta creciente afición por la caligrafía se encuentra el caso Juan Ríos. Principalmente me impulsó ese aliciente de «dejar de ser consumidor para ser creador. La caligrafía o lettering te permite desarrollar esa creatividad de una manera sencilla, sin necesidad de grandes utensilios». Este asturiano habla de esta labor uniéndola con la tradición: «Se transmite de maestro a aprendiz, porque sólo aquel que está interesado busca la manera de aprender. Hoy en día tienes cursos online y en muchas ciudades puedes encontrar talleres para iniciarte y mejorar en la caligrafía. El aprendizaje es lento y continuo, siempre se puede mejorar más».

Sobre el arte de la paciencia en pleno siglo XXI –algo no muy a la orden del día–, Ríos explica que «en un momento en el que todo el mundo tiene acceso a los mismos recursos la diferencia la aporta el toque personal, cuando cada trazo es único e irrepetible, porque depende de una mano humana. Se trata de mostrar el amor en los pequeños detalles, en que lo que entregas está hecho en exclusiva para quien lo recibe». Sobre este valor añadido refuerza su testimonio Belén Torres cuando afirma que una de las razones por las que cada vez hay más adeptos es «porque en cierto modo la gente quiere tener una letra bonita. Cada vez hay más aficionados y relaja bastante. Es como un método de meditación en realidad».

Un ritual

Un mundo con mucho de arte al que le surgen infinidad de trabajos. «Desde invitaciones, láminas para enmarcar y decorar, tarjetas… Yo también lo uso mucho para personalización de trabajos de encuadernación. Y me han llegado a encargar camisetas incluso o tazas. Por suerte, letras caben en muchos sitios. Últimamente incluso en los escaparates», apunta esta calígrafa. «Yo doy clase de lettering. Pero además intento escaparme a cursos de calígrafos expertos con plumilla... Es todo un ritual coger la pluma. Incluso hacerte tus propias tintas». Sobre la formación más allá de los cursos, arguye la ceutí que «la formación en diseño gráfico ya está incorporando el tema de la caligrafía, puesto que ellos en principio hacen también tipografías. Tengo entendido que están incorporando también estudios de caligrafía».

Una de las principales dudas que le puede surgir al lector sobre este oficio es cómo los monjes copistas se las apañaron sin los «Cuadernillos Rubio» de cada verano. «Esto es mucha mili, la mano tiene que hacer mucha mili. Y en la práctica se nota mucho. Y en la vida, como todo», recuerda Belén Torres.

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