Vilalta, Pigem y Arnada, ayer en su despacho de Olot
Vilalta, Pigem y Arnada, ayer en su despacho de Olot - INÉS BAUCELLS

Pritzker 2017Viaje a las entrañas del cuartel creativo de los Pritzker de Olot

Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta hacen historia al ganar de manera conjunta el prestigioso galardón sin moverse de la localidad gerundense en la que crecieron

OLOT (GERONA) Actualizado: Guardar
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Vidrio, acero y tierra por todas partes, una sala de reuniones con mesa retráctil y plantas colgantes, una gigantesca persiana formada por láminas de metal que tintinean sobre un boquete cubierto por aguas freáticas y, en una esquina, casi escondido a la vista, un pequeño mueble repleto de zapatos. Sí, zapatos. Porque en el Espai Barberí, antigua fundición ubicada en el centro de Olot (Gerona) en la que Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta instalaron su estudio de arquitectura en 2008, se trabaja en zapatillas. O, según la época del año, descalzo. Un guiño hogareño a la comodidad y una buena manera de mantener los pies en el suelo ahora que el trío de arquitectos acaba de hacer historia al ganar un Pritzker

doblemente insólito.

«Es un año excepcional», subraya Pigem. Y lo es porque, además de viajar por segunda vez a España tras el lejano galardón a Rafael Moneo en 1996, es la primera ocasión en la que el galardón reconoce de manera conjunta a tres arquitectos. No a un estudio ni a una marca, sino a tres arquitectos y amigos que estudiaron juntos y llevan tres décadas proyectando desde la zona volcánica de La Garrotxa una manera de entender la arquitectura «vinculada al exterior y al interior, a lo existente y a lo nuevo, a lo viejo y a lo tecnológico».

Raíces y cultura

«El premio es una manera de decir que no hace falta escoger entre nuestras raíces y nuestra cultura; se pueden llevar las dos cosas a la vez. Podemos estar muy enraizados en el propio territorio y al mismo tiempo muy abiertos», explica Vilalta, para quien el entorno es parte esencial de su manera de entender la arquitectura. «Todo lo que es creativo tiene que ver con cómo eres y con el lugar en el que estás. Las cosas no existen por sí solas, sino en relación a las demás, por lo que es evidente que estar aquí no influencia en la manera que tenemos de mirar las cosas», abunda.

Arnada, Pigem y Vilalta, delante de uno de los elementos metálicos del estudio
Arnada, Pigem y Vilalta, delante de uno de los elementos metálicos del estudio - INÉS BAUCELLS

El estudio, ampliado a sede de la Fundación Bunka -cultura en japonés- con la que quieren abrir los brazos a la ciudad y, en palabras de Vilalta, «abrir la arquitectura a la gente», es también ejemplo perfecto de otro de los puntos que el trío señala como clave en su trabajo: el miedo a repetirse. «Como nunca nos ha gustado repetirnos, te fuerzas a evolucionar y al final puedes hacer arquitectura de cualquier tema. Incluso cuando empezamos con casas intentábamos llevarlo al máximo, siempre pensando que esa pieza es tu oportunidad para explicar algo», señala Pigem mientras Vilalta insiste en que la arquitectura es algo que nos acoge a todos y que debería reforzarse su importancia. «Es algo que debería empezar con los colegios», añade mientras pone como ejemplo una guardería que proyectaron en 2010 en Besalú como «una explosión de color».

No extraña, pues, que su manera de entender la arquitectura pase por «contribuir al bienestar físico y espiritual» y que quieran convertir el Pritzker no en una excusa para crecer, sino en el freno de mano que les permita ahondar aún más en sus proyectos y en su particular manera de entender la arquitectura como lenguaje emocional y vivencial. «Ahora decimos que haremos la mitad de trabajo. A ver si podemos. Lo que interesa es disfrutarlo», señala Pigem. «El premio no nos hará crecer, pero nos dará más facilidades. Si podemos centrarnos en hacer dos proyectos en vez de tener que hacer cuatro será lo mejor de todo», añade Vilalta.

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