José C. Vales: «No tengo una agenda lo suficientemente importante para ser escritor en España»

Tras lograr el premio Nadal con «Cabaret Biarritz», el autor se traslada hasta la glamurosa Costa Azul de los sesenta en «Celeste 65»

El escritor José C. Vales, autor de «Celeste 65» IGNACIO GIL
Inés Martín Rodrigo

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En 1965, le preguntaron a Paul McCartney si creía que la música que hacían los Beatles era cultura . El genio de Liverpool respondió, moviendo la cabeza de un lado a otro: «¿Cultura? No, no, por favor, nosotros hacemos música para divertirnos». Y eso es, precisamente, lo que José C. Vales (Zamora, 1965) querría hacer con sus libros . «¿Esto es literatura? No, no, por favor», asegura el escritor, con esa fina ironía, marca de la casa, que está también en sus novelas. La última de ellas, «Celeste 65» (Destino), es un divertido viaje a la Costa Azul de los sesenta, con epicentro en Niza.

Vuelve a apostar por el humor y la ironía. ¿Son esas sus armas para enfrentarse a la actual literatura?

En realidad, sí. La tendencia actual al elogio y a la apología del dolor, la tristeza y la amargura me parece un poco acartonada, un anzuelo para espíritus sensibles. Este emocionalismo no me interesa nada. A mí me cuesta mucho no divertirme escribiendo.

Afortunadamente.

Sí. Hay una herencia pop ineludible, y el pop es diversión. Además, la historia literaria española, y buena parte la extranjera, está vinculada al humor. Nuestra principal novela se pensó como una novela de risa, que es la parte más baja del humor. Y antes estaba «El lazarillo», y después «El buscón»… La historia de España es demasiado trágica como para que la literatura se entregue al humor, pero…

Es un refugio.

Claro. Y es un arma, también. A mí me gusta la ironía y el humor, pero los lectores saben que detrás de eso hay bofetadas a mansalva.

«Si la cultura no influye en la sociedad, no es cultura. Hay mucha cultura elitista que no ha influido nada»

Sí. De hecho, en la novela se desliza una crítica hacia el mundillo de la cultura elitista.

En los años 60, igual que ocurrió en los 20, la gente es la que produce la cultura, no la academia; lo hacen cuatro chicos, casi sin estudios, de Liverpool, que se ponen a tocar en The Cavern. Ellos hacen cultura.

Al final, es poner el foco en la sociedad, que es a quien se dirige la cultura y de donde parte.

Es que si la cultura no influye en la sociedad, no es cultura. Hay mucha cultura elitista que no ha influido nada. Los Beatles , según algunas estimaciones, han vendido 500 millones de discos. Eso es influir.

Por eso no se entiende el rechazo hacia la expresión «cultura popular».

Lo que ocurre es que hay niveles. La cultura es relevante cuando la cultura subterránea, la popular, y la elitista se mezclan; cuando esos dos ríos se mezclan, funciona muy bien. Durante las vanguardias, la gente dejó de entender la poesía.

«No sé si es interesante ir dando lecciones de quién puede escribir y quién no puede escribir»

Hubo una desconexión entre la academia y la calle.

Claro, y si la gente no tiene cultura, se la hace.

Volviendo a la literatura, usted ha pasado de los locos años 20 de «Cabaret Biarritz», con la que logró el premio Nadal, a los dorados 60 de «Celeste 65». Del jazz a los Beatles. Hábleme de esa transición y de cómo la cultura pop influye en su obra.

El pop, no sólo en la música, pero sobre todo en la música. Yo soy un producto de mi tiempo. Hay versos enteros de canciones que salen casi naturalmente a la hora de escribir. Y después está el cine… ¡En «Celeste 65» la gente va al cine a ver «My fair lady»! [reímos]. Yo soy un filólogo que escribe a veces novelas, no me considero novelista como concepto. Cuando dejo la morfosintaxis y la traducción, hago novelas para divertir al lector.

El escritor José C. Vales, autor de «Celeste 65» IGNACIO GIL

Y para divertirse usted, entiendo.

Sí, sí, sí. Yo reconozco que me lo paso muy bien y a veces tengo que cortar, porque paso del pop al punk con bastante facilidad.

¿Qué tiene de usted Linton Blink, el protagonista de «Celeste 65»?

Es entomólogo y le interesan los insectos porque a él le han convertido en un insecto, se lo han hecho creer. En nuestra cultura, el insecto es lo más bajo, y a él se lo han hecho creer con una metodología muy sibilina que consiste en decirle a las personas: «Bah, eso es una bobada». Eso es muy cruel. Hay mucho de mí en el temor a los aviones, en el gusto por la astronomía, en la relación con las mujeres, esa especie de timidez reverencial…

¿Y se siente un poco un bicho raro en el mundo literario?

Sí, sí. No tengo una agenda lo suficientemente importante para ser escritor en este país. Pero el negocio está así montado. Lo que me parece más duro de escribir es la exposición pública.

«El miedo es esencial para los políticos. Cuando las personas no tienen miedo, empiezan a hablar, a pensar y a molestar»

Es que es cierto, el escritor está muy expuesto, y no sólo a las críticas.

A los que somos tímidos, nos puede divertir mucho escribir y lo podemos pasar muy bien, pero todo lo que viene después yo no estoy seguro de que me guste.

Entonces, hay quien preguntará: ¿para qué escribe?

Pues sí, pero yo también me lo pregunto a veces. Todavía no he conocido a alguien que sea coherente.

Al final, Linton se ve envuelto en un mundo un tanto ingobernable.

El caos es uno de los temas que más me divierte y siempre me remitiré a él. La realidad es inaprensible y esto es un caos.

Y en un mundo así, en una realidad así, ¿cómo se agarra un novelista a la tierra, cómo logra mantener los pies en el suelo?

Es que no hay ninguna necesidad de mantener los pies en el suelo, hay que soltarse. Estamos sometidos a los vaivenes del azar, pero es estupendo vivir.

«Hay mucha gente que confunde la incorrección política con ser un perfecto gilipollas, y además se nota muchísimo»

En la época en la que se ambienta la novela, mediados de los 60, el miedo parecía impregnarlo todo: al comunismo, a la guerra fría, a los nazis, a los extraterrestres… Ha pasado medio siglo, pero seguimos teniendo miedo.

Sí, porque el miedo es esencial para los políticos. Cuando las personas no tienen miedo, empiezan a hablar, a pensar y a molestar. Es fundamental tener atemorizada a la población, eso es un clásico de la estrategia política.

A mí me da miedo la dictadura de lo políticamente correcto.

También es bastante problemático que haya personas que vivan de lo políticamente incorrecto. Es decir, lo políticamente incorrecto a veces se utiliza para ser maleducado. Hay mucha gente que confunde la incorrección política con ser un perfecto gilipollas, y además se nota muchísimo. Pero no vamos a decir nombres.

El escritor José C. Vales, autor de «Celeste 65» IGNACIO GIL

Por cierto, hace apenas unos días, Javier Marías se quejaba de que nadie respeta los libros y, sin llamarlo intrusismo, manifestó su disgusto con el hecho de que hoy todo el mundo escribe novelas.

No sé si es interesante ir dando lecciones de quién puede escribir y quién no puede escribir. Yo, como filólogo y estudioso de la historia literaria, decido cuando voy a una librería qué es lo me me interesa y lo que no. Y procuro no meterme con nadie con la esperanza de que a mí me dejen tranquilo.

Tengo entendido que ha puesto cierta distancia con Twitter.

Es que yo tengo tendencia a que la gente me caiga bien, y ya tengo hasta amigos que en Twitter empiezan a caerme mal. Le damos una importancia que es muy relativa.

[Lee el primer capítulo de «Celeste 65»]

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