Pedro Farré, ayer durante la entrevista en un hotel madrileño
Pedro Farré, ayer durante la entrevista en un hotel madrileño - ISABEL PERMUY

El exdirectivo de la SGAE Pedro Farré sale de la cárcel y publica libro: «Cazado»

Condenado a dos años y medio por utilizar la tarjeta corporativa en salas de alterne, desvela los motivos que hay detrás de su detención

MADRID Actualizado: Guardar
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«Pronto se sabra la verdad sobre estas falsas acusaciones». Esta afirmación la pronunció el exdirectivo de la SGAE Pedro Farré a su salida de la Audiencia Nacional en octubre de 2011. Lo hacía después de declarar durante una hora ante el juez Ruz, que instruía entonces la operación «Saga» contra la entidad. Farré había sido detenido cuatro días antes por la Guardia Civil por un delito de apropiación indebida: pagar con la tarjeta coorporativa de la SGAE casi 40.000 euros en clubs de alterne en 2008. En 2009 abandonó la institución, aunque regresó un año y medio después como colaborador. También se le acusaba de falsedad documental por los justficantes presentados a la entidad por estos pagos. Más de cinco años después, llega, en forma de libro, esa verdad: su verdad.

El escándalo de su detención en 2011, un mes antes de las elecciones generales que ganaría Mariano Rajoy, fue mayúsculo, y la palabra SGAE y prostitutas fueron durante días de la mano en los titulares de casi todos los medios de comunicación. Habían pasado apenas tres meses desde que la Guardía Civil había entrado en la sede de la entidad, deteniendo a varios directivos, entre ellos, a su presidente ejecutivo, Teddy Bautista, y se había llevado ordenadores y cajas llenas de documentación. La SGAE estaba siendo investigada por anticorrupción, según desvelo ABC unos días antes de que los cuerpos de seguridad entraran en el edificio.

La antipatía hacia la SGAE había crecido durante la última década de forma extraordinaria debido a su inflexible afán recaudador y también su desproporcionada ambición inmobiliaria ( Arteria). La investigación abierta contra la entidad más odiada por los españoles alimentó la esperanza de que alguien pagara por sus excesos, y la detención de Farré parecía culminar ese deseo, mientras la instrucción de la operación «Saga» no se sabía bien ni cuándo ni cómo terminaría.

Portada del libro
Portada del libro

Detenido en octubre 2011 y sometido a juicio en 2014, Pedro Farré ingresó en prisión en enero de 2016 para cumplir su condena. El pasado miércoles salió a la calle, tras serle concedido el tercer grado, que le obliga a regresar para dormir a Alcalá Meco (dentro de dos meses podría obtener la libertad condicional). Farré regresa al exterior con un libro bajo el brazo, el que escribió antes de ir a prisión y que lleva el sugerente y, al mismo tiempo, dramático título de «Cazado. El hombre de la SGAE que sabía demasiado» (Península). En él relata quince años de su vida. Desde que comenzó a trabajar en la SGAE, con poco más de treinta años, hasta su juicio. En el libro realiza además una radiografía de los últimos años de la poderodosa institución que le ascendió al olimpo de los ejecutivos muy bien remunerados y relacionados, primero al frente de las labores antipiratería y después como responsable de relaciones institucionales. Con la ley del canon de fondo, esboza las relaciones de la entidad tanto con el PSOE como con el PP, también con empresarios, organismos y fundaciones; la lucha en el seno de la SGAE por el poder y la debacle final.

El aspecto físico actual de Pedro Farré difiere mucho de aquel que conocimos cuando estaba en su mejor momento en la SGAE. De esto ha pasado una década. Reconoce que durante esa etapa ganó 30 kilos, que ahora se han esfumado. Su cara pulcramente afeitada de antaño, ha sido sustituida por una barba arreglada. Y el traje de ejecutivo, por un atuendo más informal. Su empuje juvenil y ambición de entonces ha desaparecido. En su rostro hay contención y cierta tristeza, producto de más de un lustro de vivir bajo la guillotina del escarnio público, y de la culpa: «Cometí errores», reconoce.

¿Alguna vez se imaginó que ingresaría en prisión?

No, nunca. Ni en el peor de mis sueños.

¿Ha escrito este libro como terapia, para lavar su imagen pública o para ajustar cuentas?

Primero, para ordenar para mí mismo los hechos y explicármelos, entender por qué ha pasado todo esto. Yo he intentado también ser autocrítico. El libro, efectivamente, es un exorcismo, una catarsis. Ha sido terapéutico escribirlo porque lo concluí antes de entrar en la cárcel. Me ha ayudado a comprender mejor lo que ha pasado, y las responsabilidades de cada quien.

También ha sido la manera de exponer su verdad. Esa que no pudo explicar en su momento...

No, además yo tomé la decision en aquel momento de no hablar, aunque me ofrecieron hacerlo en muchas entrevistas... No he querido explicarme por muchas razones.

De hecho usted se negó en el juicio a involucrar a nadie en sus visitas y en sus gastos en los clubs de alterne. ¿Lo hizo por miedo?

Fui yo el que cometió el error.

Pero en el libro se puede leer entre líneas que no fue solo, que usted pago por una especie de...

Agasajo... Pero yo no he escrito este libro para atacar a nadie, ni tampoco he querido defenderme atacando a nadie. Asumo mi culpa, acepto la condena, pero creo que es muy severa y que no me la merecía.

Sobre todo si miramos lo que está pasando actualmente. La publicación de su libro coincide con la sentencia de las tarjetas «black», en la que se habla de cientos de miles de euros gastados indebidamente...

Mi sentencia se diferencia en que la SGAE es una entidad privada, y me cayó una condena de dos años y medio por 35.000 euros. Mientras que Bankia recibió inyecciones de dinero público para salvarla de la quiebra. Mi castigo fue muy rápido, porque alguien se dio mucha prisa en condenarme, mientras lo demás está parado. Soy el único miembro de la SGAE en la cárcel, nadie más ha entrado en prisión, cuando soy un directivo que dejó la entidad en 2009. Los hechos son de 2008, y entré en prisión en 2016.

Ñocos días antes de ser detenido en 2011, Pedro Farré recibió la llamada, según relata en el libro, de un agente-periodista que trabajaba para el medio Intereconomía, y que después se confirmó que era un exguardia civil, que presuntamente había trabajado para el CNI. Nada más descolgar el auricular, la voz le espetó: «Te tenemos agarrado por los cojones». Ese día comenzó la pesadilla del exdirectivo de la SGAE, los seguimientos, la detención sin una orden por parte de la guardia civil, y un juicio en el que no pudo llamar a su testigo clave, la piedra angular de su defensa, el agente-periodista que podría arrojar algo de luz sobre lo que Farré siempre ha considerado una conspiración contra él. Al agente-periodista «no se le permitió ir a declarar» alegando problemas de salud. Su testimonio era imprescindible «para demostrar que había un complot para presionarme para obtener algún tipo de información que lesionara a alguna persona cercana a mí. Para demostrar que ese era el verdadero objetivo de mi detención. Y no la búsqueda de la justicia».

¿Quién le traicionó?

Al final del libro yo ofrezco varias hipótesis, y habría más pero no he querido exponerlas, posiblemente por miedo o porque no me tacharan de presuntuoso. He expuesto las cuatro que considero más evidente: chivo expiatorio [«Soy el único miembro de la SGAE condenado»]; traición de la SGAE [«Teddy Bautista y su círculo más íntimo me habría utilizado para desprestigiar a la Guardia Civil, que fue quien realizó la investigación contra la SGAE», escribe en el libro]... Llega un momento que ya no te importa la verdad, ni quién fue tu enemigo, si al final estás sufriendo un calvario.

¿Pero alguien filtraría la información sobre sus gastos en prostíbulos?

Me alarmó y me dio mucha rabia en los primeros minutos después de mi detención que ningún medio de comunicación reparara en la figura de ese agente-periodista. Una figura que existe en nuestro país: así se fabrican los dosieres y se construye la información. Nadie me hizo caso. Eso fue lo peor. Pero dicho lo cual, yo he cometido errores y los acepto. De algunos me arrepiento, pero eso no quita que se deba rascar un poco en cómo en España se construyen dosieres, en función de criterios políticos o de oportunidad. Eso me ha pasado a mí, que soy un tipo anónimo, pero hay muchos otros casos en España.

¿Le debió de doler mucho el comunicado de la SGAE desmarcándose de usted después de los servicios que le había prestado?

La SGAE me dejó colgado y me atacó.

El agente-periodista lo que buscaba era un informe que usted habría realizado o al menos conocía. ¿Existe realmente? Sí es así, ¿qué revelaría? ¿Todavía quedan muchas cosas que contar de la SGAE?

Seguramente lo que contaría serían determinados pagos a fundaciones políticas, financiación a fundaciones ideológicas, etc. Pero yo nunca he tenido ese informe, aunque seguramente exista y alguien creyó que yo era el que lo había encargado y que lo tenía. Por eso, primero el agente-periodista, y después los agentes de la guardia civil cuando me detuvieron, sacaron el asunto del informe. Dos meses antes, la revista Interviu menciona su existencia, y mencionaba a un exdirectivo como su propietario. Un informe que pondría los puntos sobre las íes en la supuesta corrupción sobre la SGAE. Yo no lo tuve, pero a alguien le debió interesar decir que yo lo había gestionado o encargado.

Usted se marchó por primera vez de la SGAE en 2009, ¿sospechaba que algo iba a suceder y que le podía afectar?

Uno de mis errores fue no haberme ido antes. Era una etapa agotada. No me sentía bien ahí, y no estaba de acuerdo con algunas cosas.

Vivió el último tramo de poder de la entidad. Entró muy joven, ascendió rápido y se codeó con empresarios y políticos muy importantes, a muchos de los cuales menciona en el libro, algo que tal vez no les guste a algunos...

¿Sí?

¿Ha vuelto a tener contacto con estas personas? ¿Alguien le ofreció ayuda?

Un par de políticos se ofrecieron, pero no he aceptado nunca la ayuda. Primero, porque pensaba que era imposible; y segundo, no creo ya mucho en el sistema. Me ha tocado vivir el paso por la cárcel, lo asumo y lo acepto. Yo no he llamado a nadie en todos estos años para pedirle ayuda.

¿Ha cambiado mucho en estos últimos años: desde que llegó lleno de ímpetu y ambición a la SGAE, hasta ahora? ¿Ha pagado esa ambición?

Seguramente, sí. Me equivoqué en esa carrera desenfrenada por el éxito, por el poder y el dinero. Seguro que de niño no quería ser un alto ejecutivo, pero a veces la inercia te lleva, y hasta que la vida no te golpea...

En el libro habla de personas como Diego Torres e Iñaki Urdangaíin (que iban a tener la sede madrileña de Nóos en el Palacio del Infante don Luis en Boadilla del Monte, edificio de la SGAE), el caso Gurtel, menciona a Rodrigo Rato y a Bárcenas... Todos ellos tienen ahora causas con la justicia.

Una vez estalló todo por lo aires en España, mucha gente se ha visto en una situación difícil desde el punto de vista judicial. No tenía un sentido estratégico hablar de ellas, las he incluido porque pensaba que ayudaban a explicar un contexto. Este no es un libro de revelaciones, aunque lo de Boadilla del Monte lo sea. Tampoco de chismes, cotilleos o anécdotas. He querido explicar un contexto, la atmósfera de un país al que se le fue la olla. Y lo que he querido explicar desde la posición de un soldado de la «casta» (se ríe). Si la «casta» existe, yo estaba en esa trinchera, y en ella se nos fue la olla, como se está viendo.

También menciona a algunos actores principales de la gestión de la SGAE, como el secretario general Francisco Galindo y el responsable del Departamento Jurídico Pablo Hernández, que, sin embargo, durante el escándalo y la investigación trataron de mantener un perfil bajo y no salir en los papeles. ¿Les ha querido mandar algún mensaje?

No, lo que he querido es ser sincero. Lo que pasa también es que cuando lo pierdes todo, pierdes también el miedo.

Durante los días previos a su detención, noto que alguien le seguía. ¿Ya no teme que le sigan? ¿Lo siguen haciendo?

Me da igual. Es la gran ventaja de perderlo todo. He contado en el libro las cosas que creía contribuían a contar ese contexto.

Aborda la lucha antipiratería, el canon, las luchas de poder en el seno de la SGAE...

... las luchas de poder entre el mundo empresarial y el mundo político, el clientelismo, los bancos de favores... Todo eso que no es la corrupción negra, que es la corrupción gris que lo inunda todo, y que no creo que sea propia de España. Aquí nos estamos haciendo el harakiri con el tema de la corrupción, pero es propia de las democracias capitalistas. Estos bancos de favores existen en EE.UU. y en Alemania. Si no cómo se explica que tantas series de televisión, como The boss, The Wire, The good wife hablen de corrupción. La corrupción no es privativa de España. Es un fenómeno propio de estas democracias, con muchas cosas buenas, pero también con defectos, que son los defectos del ser humano, que no es perfecto.

¿La SGAE ha sido un buen ejemplo de eso...?

Ha sido como una atalaya desde la que observé, como profesor de derecho constitucional que fui, todas esas cosas que no se explican en las facultades de derecho: el clientelismo, el banco de favores, las alianzas inconfesables, las relaciones en la sombra... Pero este no es un libro contra nadie.

¿Cree que algún día habrá una sentencia sobre la operación «Saga»?

Si ha pasado ya una persona por prisión, que soy yo, ya se dan por satisfechos. Aquel fue un caso que, seguramente, se hizo deprisa y corriendo por razones más política que de otro signo. Estaba cogido con alfileres. No le puedo asegurar que el caso tenga algún día juicio. No lo espero. Me sorprendería.

¿Sigue al tanto de lo que pasa en la SGAE?

No, estoy completamente desvinculado. No quiero saber nada de esa empresa. No sé ni quién preside la SGAE. ¿Quién es su presidente?

¿Cuáles son sus planes para el futuro?

Salir de prisión definitivamente. El vivir un proceso penal destruye tanto tu entorno, tu autoestima y tu futuro, que no tengo planes. Vivo al día.

¿Qué ha aprendido de todo esto?

Humildad. Creo que soy una persona mucho más humilde, más sabia, me he quitado muchos miedo. Por eso creo que este es un libro valiente. Soy autocrítico. Sé reconocer que he cometido errores, y no han sido pocos. Me quedo con eso. Gracias al sufrimiento y al dolor creo que soy una persona mejor.

¿Mantiene algún contacto con Teddy Bautista?

No, me llamó unos meses antes de entrar en prisión y yo, muy educadamente, le dije que no quería saber nada de esa empresa. Y esa fue la última vez que hablamos.

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