Araceli González, en su juventudVerdad y ficción se funden en las más de 400 páginas de «El estornudo de la mariposa», al igual que en la vida de Juan Pujol y Araceli González. Ella va desdibujándose en la novela a medida que su aventura avanza hasta casi apagarse en Londres. «Se amustia, pierde interés por todo aquello, hasta por la guerra y por lo que puede hacer. Se enfría su relación con Juan y ella, que es una cola de lagartija, solo piensa en volver a Galicia, quizá porque se aburre en la jaula de oro en que los británicos la han confinado», opina el escritor que, sin embargo, reivindica su contribución con ese guiño de «los Garbo» en el título del libro.
Nuevas vidas
«La historia de amor entre Juan y Araceli se mantiene poco más allá de Overlord. Se alían para vivir juntos una aventura y su resultado no tiene parangón en la historia. Sin embargo, se ahoga a pie de playa, nada más llegar a ella, como la vida de miles de jóvenes que fueron sacrificados a conciencia para detener la locura», escribe De Cora. Juan se quedará en Venezuela y Araceli regresará a España con sus tres hijos pequeños, a los que ocultó su pasado.
«Juan, el mayor, se estaba afeitando cuando escuchó a Luis del Olmo en la Cope hablar sobre Juan Pujol y llamó a su madre porque los datos coincidían con lo poco que conocía de su padre. Así fue cómo se enteró de que Juan Pujol García era su padre», recuerda el escritor. Poco después sus hijos se encontraron con él en Barcelona y comenzaron una relación epistolar con su padre, que se había vuelto a casar en Venezuela con Carmen Cilia y tenía otros tres hijos.
«Fueron dos pillos mentirosos que lo pasaron bomba»José de Cora
También Araceli, que trabajaba de intérprete y cicerone para la embajada británica y la estadounidense, había rehecho su vida con Kreisler, después de que hacia 1958 se hubiera dado por muerto a Juan Pujol. En Madrid, Araceli y Kreisler, que había sido doble de Rodolfo Valentino en una película, ejercían de anfitriones de actores norteamericanos durante los rodajes en España, como Charlton Heston o Roger Moore. Tampoco era extraño toparse en su casa con personalidades llegadas a Madrid. «Su nieta se encontró un día desayunando en la cocina a Alexander Haig, comandante supremo de la OTAN», relata el escritor, que no descarta que, dadas sus relaciones y contactos, Araceli prefiriera mantenerse oculta. «No me dejó poner su fotografía en la entrevista, nada de ella», subraya.
Araceli nunca pensó que Juan volviera a aparecer en su vida, pero tras el reencuentro en Barcelona de sus hijos, se vieron en Madrid y cenaron juntos. «Sus hijos cuentan que se despiporraban de la risa recordando lo mucho que habían disfrutado. Fueron dos pillos mentirosos que lo pasaron bomba», afirma De Cora. Lo pasaron bomba engañando al mismísimo Hitler. Ahí es nada.