El Rey: «En estas horas difíciles, toda España lleva a Nicaragua en su corazón»

Don Felipe entrega el Premio Cervantes a Sergio Ramírez, el hombre cuya «historia podría haber sido diferente»

El rey Felipe durante el discurso que ha pronunciado tras hacer entrega del Premio Cervantes al escritor nicaragüense Sergio Ramírez EFE
Almudena Martínez-Fornés

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«Don Sergio, en estas horas difíciles, toda España lleva a Nicaragüa en su corazón». Estas han sido las primeras palabras que el Rey ha dirigido este lunes al escritor nicaragüense Sergio Ramírez antes de entregarle el Premio Cervantes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. Don Felipe aludía así a la difícil situación que vive el país hispanoamericano, donde cerca de treinta personas han perdido la vida durante las protestas contra una reforma de la Seguridad Social que después ha sido retirada. El propio premiado participó el pasado domingo en la concentración celebrada en Madrid contra esta reforma y esta mañana ha dedicado el premio a la memoria de los nicaragüenses «que han sido asesinados en las calles». Ramírez, que fue líder sandinista y vicepresidente del Gobierno con Daniel Ortega entre 1985 y 1990, se fue alejando del sandinismo hasta su actual posición crítica.

La ceremonia empezó a las doce del mediodía, cuando se interpretó el Himno Nacional en el Paraninfo de la Universidad, esta vez con todos los asistentes, también el premiado, vestidos de chaqué. En la solapa del chaqué del Rey lucía la insignia del Toisón de Oro. Poco antes, don Felipe y Doña Letizia -con un conjunto de vestido y abrigo color rosa palo- fueron recibidos en la puerta de la Universidad por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, recibieron honores de una compañía de la Brigada Ligera Paracaidista Almogávares VI, y saludaron a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes; al ministro de Educación y Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, y al alcalde de Alcalá, Javier Rodríguez Palacios, que entregó a Don Felipe el bastón de mando de la ciudad.

Tras las palabras del ministro de Educación y del galardonado, Don Felipe reconoció al escritor nicaragüense que «ha sabido navegar en aguas turbulentas y entender el poder como un accidente del que se le salvó la literatura». «La vida ha puesto a nuestro autor muchas veces en la encrucijada: o asumir un compromiso político activo o dedicarse a la literatura», relató el Rey. Ramírez llegó al Paraninfo acompañado por su esposa, sus tres hijos y sus ocho nietos. Don Felipe recordó cómo sus padres «vieron en él la vocación temprana de escritor» y dirigió unas palabras a su esposa, Gertrudis Guerrero, «Tulita», que «ha sido su cómplice, sus compañera crítica y colaboradora activa en la vida y en una carrera política y literaria no exenta de riesgos y renuncias».

«La historia podría haber sido diferente», afirmó el Rey y explicó que ese fue el temor de Ramírez cuando «vio cómo las tareas como vicepresidente de su país a mediados de los ochenta, y bajo el embate de un conflicto cruento, comprometían su tiempo completo y sus energías». Pero «en lugar de resignarse», dijo Don Felipe, «el escritor decidió robarle tiempo a la madrugada y escribir al menos dos horas cada día antes de volver a vestir la camisa de líder político. Fue en ese tiempo de sacrificios cuando engendró su novela más querida: Castigo divino».

Según el Rey, Sergio Ramírez se ha entregado «por igual al compromiso con la lengua y con la ciudadanía». De esta forma, «en tiempos en que su país lo precisó, dejó las letras para abrazar una causa con la que estuvo altamente comprometido». Y, tiempo después, «dejó el poder y abandonó la política, y decidió dejar atrás la vida pública». Fue entonces cuando escribió un texto que, según el Monarca, «es modelo de saber decir adiós a compañeros de camino sin dejar rencores», en alusión a su autobiografía «Adiós Muchachos».

Añadió el Rey que quienes conocen a Ramírez de cerca «dicen de él que es un hombre reposado de actividad vertiginosa» y, tras destacar su labor como «gran cronista y narrador de un país», agregó: »Hoy reconocemos a un embajador de Cervantes y de la patria de Darío que, con usted, ha vuelto a casa, a esta casa que es la lengua de todos». La ceremonia concluyó con el himno universitario Gaudeamus Igitur, tras el cual los asistentes compartieron un vino español en el claustro de la Universidad.

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