Antón Chéjov en una imagen de 1899
Antón Chéjov en una imagen de 1899
CULTURA

Antón Chéjov, de cuento entero

La publicación del cuarto tomo de los «Cuentos completos» del autor ruso, maestro del género, culmina la ambiciosa iniciativa de Páginas de Espuma

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«Antón Pávlovich cogió una copa llena, me miró, sonrió y dijo: “Hacía mucho que no bebía champán”. Lo bebió lentamente, se recostó sobre su lado izquierdo, y se quedó en silencio para siempre». Estas palabras, escritas por la actriz Olga Knipper, con quien Chéjov había contraido matrimonio en 1901, evocan el momento del adiós del gran escritor ruso. Un instante que Raymond Carver, chejoviano declarado, recrea en su cuento «Tres rosas amarillas». Es el 15 de julio de 1904 y Chéjov tiene 44 años. En mayo se ha recrudecido la tuberculosis que le llevaría a la tumba, por lo que el 3 de junio decide trasladarse, acompañado de su esposa, al balneario alemán de Badenweiler. Tiene la esperanza de que la enfermedad se aminoré, e, incluso, poco antes de ese fatídico día, en las cartas que le envía a su hermana Masha, le confiesa que se encuentra mejor.

Pero esa sensación es engañosa.

Nacido en 1860 en Taganrog, estudió Medicina pero apenas ejerció. Su muerte pone fin a una carrera como narrador y dramaturgo que le convirtió en el maestro del cuento moderno y en el más brillante cultivador del subtexto, aquello que no se dice de forma explícita, pero que resulta decisivo. De ahí que el director escénico Konstantin Stanislavski, creador del célebre «Método», fuera taxativo: «Lo más importante del texto está en el subtexto». Y no es casual que fuera precisamente Stanislavski quien, en 1898, en el mítico Teatro de Arte de Moscú, -fundado por él, junto con Vladímir Nemiròvich-Dánchenko-, consiguiese que «La gaviota» obtuviera un resonante éxito, después de que en su estreno dos años antes fuera un fracaso.

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