Amos Oz: «Estamos desesperando a los palestinos y pagaremos por ello»

El literato, uno de los escritores israelíes más universales, vuelve con «Queridos fanáticos», un libro que trata de «diagnosticar los orígenes del fanatismo y la agresividad»

Amos Oz, uno de los escritores israelíes más universales Uzi Varon
Mikel Ayestaran

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Literatura y política se citan en la casa de Amos Oz (Jerusalén, 1939), en el piso doce de una torre de Tel Aviv próxima a la universidad. El escritor vuelve con « Queridos fanáticos » (Siruela), un libro compuesto por tres ensayos basados en una serie de conferencias pronunciadas por el autor a lo largo de su dilatada trayectoria, en los que trata de «diagnosticar los orígenes del fanatismo y la agresividad, las raíces de nuestro conflicto (entre israelíes y palestinos) y de otros conflictos en la historia» y que ha dedicado a sus nietos porque «necesitan munición para enfrentarse cada día a discusiones con amigos, con gente de la extrema derecha o con religiosos».

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Oz tiene un tono reposado y sabe hablar con sus silencios. Bebe a sorbos un café expreso con leche fría, servido en una pequeña taza de cerámica, y lamenta que su entrevistador sólo haya podido leer la versión en formato electrónico de su último libro y no la de papel, que le hubiera permitido «olerla y tocarla». A sus 79 años, es uno de los escritores israelíes más universales, tan aclamado fuera de su país, como contestado en casa por su ferviente defensa de la «solución de los dos estados», uno para israelíes y otro para palestinos, a la que dedica el último capítulo de «Queridos fanáticos».

¿Se discute mucho de política en casa de los Oz?

Como en todas las casas. Mis hijos y nietos me preguntan si hay solución al conflicto, si los israelíes estamos fallando en algo, sobre los orígenes de la violencia, sobre qué es ser judío o sobre política. No todos están contentos con mis respuestas porque no soy Jesucristo y agradezco además que no estén de acuerdo de vez en cuando.

¿Se considera usted fanático de algo?

Imagino que soy un fanático sobre la crueldad y la agresión. Los animales nunca son fanáticos, ni crueles, pueden ser agresivos, pero por buenas razones como comida, sexo o territorio. Los hombres somos una especie enferma y nos volvemos fanáticos por ideas, no por comida, por el color de una bandera, no por sexo, por creencias, por ideologías.

¿Conoce el antídoto?

El compromiso. Yo creo en los compromisos siempre que no se confundan con la capitulación. No me refiero a ofrecer la otra mejilla al enemigo porque, como he dicho antes, no soy Jesucristo, aunque seamos del mismo país y hablemos la misma lengua. Compromiso es una palabra con mala reputación, sobre todo para los jóvenes idealistas que consideran esta actitud oportunista, no honesta y débil, pero se equivocan. En mi mundo, es sinónimo de vida.

¿Vivimos en un mundo cada vez más fanático?

El síndrome del siglo XXI, de estos primeros 18 años que llevamos de siglo, es el ascenso del fanatismo, el chovinismo y la intolerancia religiosa en todo el mundo. Ante problemas cada vez más complejos, la gente busca respuestas fáciles, de una frase, eslóganes. Quiere saber quiénes son lo malos, a quiénes echar la culpa de todos los males. ¿Musulmanes? ¿Capitalistas? ¿Globalización? ¿Sionismo? Quieren culpar a alguien y creen que, si destruyen a los malos, empezará el paraíso, pero no se dan cuenta de que las respuestas simples son peligrosas y los fanáticos siempre tienen una respuesta simple preparada.

¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Stalin y Hitler nos dejaron un regalo en forma de trauma. Durante 50 años el mundo ha tenido miedo al fanatismo y a las fórmulas sencillas, pero este regalo ha expirado. Las nuevas generaciones no tienen ideas claras sobre Hitler, Stalin, Franco o Mussolini y quieren respuestas de una frase para todo, no más de 140 caracteres. Esto viene acompañado del crecimiento de un liderazgo político populista, que es otra de las tragedias de nuestro tiempo. La política se ha convertido en entretenimiento, la gente vota porque quiere escándalos, diversión y un claro ejemplo es Donald Trump.

«El síndrome del siglo XXI es el ascenso del fanatismo, el chovinismo y la intolerancia religiosa»

Los sectores ultrarreligiosos y ultranacionalistas tienen un peso cada vez más importante en el gobierno de Israel, ¿es también consecuencia de lo que llama «síndrome del siglo XXI»?

Aquí tenemos nuestros propios fanáticos, pero no creo que seamos un país más fanático que otros. Hay un gran peso de la religión y del nacionalismo, pero es más importante el gran número de israelíes inseguros y nerviosos. Los que piensan que si cedemos Cisjordania nos pasará lo mismo que con Gaza. Los que no confían en los árabes y piensan que si hacemos concesiones nos lanzarán cohetes a Tel Aviv. Esto no es fanatismo, es inseguridad. Hay políticos que recurren al discurso del miedo y saben cuándo echarle gasolina.

Desde que Trump llegó a la Casa Blanca insiste en que va a traer la paz a Tierra Santa, ¿puede lograrlo con medidas como la del traslado de su embajada a Jerusalén?

Estaría muy contento si no solo la Embajada de Estados Unidos, sino que todas las embajadas se trasladaran a Jerusalén, pero por partida doble. Es decir, una representación en el oeste, capital de Israel, y otra en el este, capital de Palestina. No me gustaría morir sin ver incluso una embajada de Israel en Jerusalén oriental y otra de Palestina en la parte occidental, ambas legaciones a una distancia caminable.

Esta solución no encaja con la definición de «Estado judío» que predican las actuales autoridades…

No sé cómo un estado puede ser judío. Un estado es solo una vehículo, un refugio, un objeto. Mi concepto es diferente, este es el único estado en el mundo en el que los judíos podemos ser mayoría, ¿por qué debemos ser minoría siempre? Tenemos derecho a ser mayoría y yo hablo de un estado para los judíos. El manifiesto de Theodor Herzl, fundador del sionismo moderno, se llamó «El estado de los judíos», no el «El estado judío». Israel es estado de los judíos como Polonia es la tierra de los polacos, pero no es una definición religiosa.

Critica a religiosos y colonos en su libro, cada vez más presentes en el Israel actual. ¿Cómo es el judaísmo que defiende Oz?

Nunca tienes a dos judíos que coincidan entre ellos en qué es ser judío, tenemos un gen anarquista y por eso discutimos tanto. Por eso no tenemos la figura del Papa, es imposible. Para algunos, la esencia del judaísmo es el territorio, para otros son los mandamientos religiosos, otros creen que es una misticismo irracional. Mi judaísmo es humanista y universalista.

«No sé cómo un estado puede ser judío. Un estado es solo un vehículo, un refugio, un objeto»

No tienen un Papa, pero tienen a los rabinos, algunos con millones de seguidores, ¿le gusta esa etiqueta de «rabino de los seculares» que le dedica el diario «Haaretz»?

Rabino significa profesor, no padre o pastor, y a veces no se respetan ni entre ellos. Además, cada judío puede decidir quién es su rabino, depende de uno mismo. Yo también soy rabino porque he sido profesor durante 56 años. Somos una nación de rabinos.

Después de este ensayo, ¿trabaja en una nueva novela?

Siempre, pero nunca adelanto proyectos. Por cierto, aunque no hablo español no quiero terminar sin pedirle, por favor, que me envíe una copia de esta entrevista a mi dirección postal. Una copia en papel.

Cuente con ella.

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