El escritor Ian Fleming
El escritor Ian Fleming - AP

Ian Fleming: las cartas de James Bond puestas al fin boca arriba

Un sobrino del escritor publica su correspondencia con seguidores, periodistas y hasta un reverendo

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En el despacho de Ian Fleming había una máquina de escribir dorada de la marca Royal. Un aparato lujoso y extraordinario en el que dio forma a James Bond y redactó decenas de cartas, muchas de las cuales acaban de ser publicadas por su sobrino. El libro, que coincide con el estreno de «Spectre» —última película inspirada en esta saga—, es un perfil desnudo y sin intermediarios de Ian Fleming, del que no hay que olvidar que, antes de escritor fue espía.

Pocas cosas definen mejor la personalidad de un hombre que el contenido de aquellos mensajes que considera privados. En las cartas de Ian Fleming encontramos un tipo irónico pero también abierto a las correcciones de sus propios lectores.

En torno a 1956, cuando ya había escrito al menos cuatro novelas de James Bond, Fleming recibió la carta de un experto en armas llamado Geoffrey Boothroyd. En aquella misiva, Geoffrey Boothroyd le decía lo siguiente:

«Soy un gran aficionado a James Bond. Me encanta todo lo que le rodea salvo su deplorable gusto a la hora de elegir pistolas. Concretamente, no me gusta cómo un hombre que está en contacto con todo tipo de personas formidables va armado con una Beretta 0,25. Ese tipo de pistola es más propio de una dama (…). ¿Le puedo sugerir que el Sr. Bond vaya armado con un revólver».

Lejos de molestarse, Fleming agradeció por carta el comentario del señor Boothroyd y le prometió remunerar su «valiosa ayuda». La Beretta era una pistola realmente ridícula, que cabía en la palma de una mano, y en su sexta novela —«Dr. No»—, Fleming equipó a James Bond con una Walther PPK, un revólver mucho más contundente. Como agradecimiento, el escritor se inventó un personaje llamado «Mayor Boothroyd» en homenaje al lector que le sacó del error.

Poco tiempo después, el editor del «Manchester Guardian» publicó un artículo donde criticaba el «siniestro culto al lujo» del que hacía gala James Bond, siempre rodeado de coches de alta gama, tabaco de marca y Martinis. Llegaron a decir que el agente secreto más famoso del momento proyectaba la imagen de que «cualquier persona debía fumar cigarros caros» solo por el hecho de ser algo exclusivo. Para el editor del «Manchester Guardian», James Bond era un ejemplo de «moral decadente».

En respuesta a aquel artículo, Fleming escribió otro texto justificando su decisión:

«Para crear una ilusión de profundidad, tenía que aplicarle a Bond una serie de accesorios teatrales. Le di un arma distintiva, unos cigarros distintivos... También inventé un cóctel para él, que probé meses después y encontré desagradable»

También le afearon en su momento que Bond llevara una vida sexual frenética, algo a lo que Fleming respondió de forma breve pero incisiva: «Tal vez la heterosexualidad flagrante de Bond es una protesta subconsciente contra la actual confusión sexual».

Con la Iglesia hemos topado

En la misma dirección que el «Manchester Guardian» se pronunció Leslie Paxton, un reverendo de Liverpool. En su sermón dominical, este sacerdote presentó a James Bond como un peligro para el mundo. Fleming se enteró y le envió la siguiente carta:

«He visto que el domingo pronunció un sermón en contra del protagonista de mis libros, James Bond, y, por extensión, contra mí mismo. Después de haber sido educado en Escocia, y considerándome al menos una subespecie del cristianismo, estoy naturalmente muy molesto si de verdad piensa que estoy haciendo un serio daño al mundo con mis novelas de suspense. ¿Sería tan amable de dejarme una copia de su sermón para ver la carga de sus críticas y quizá encontrar la manera de corregir mi camino si al leerlo considero que sus argumentos tienen peso real?».

Estos son solo algunos de los escritos que aparecen en este libro de 400 páginas; pero hay muchos más que dan fe del día a día del escritor y su proceso creativo. Llama poderosamente la atención cómo un lector le reprende por el tipo de frenos descritos en el Orient Express o cómo el propio Fleming le dice a su editor que la saga se irá desinflando a medida que vayan publicando nuevos títulos: «Habrá una pérdida de frescura con cada volumen», advirtió.

Después de catorce libros publicados y más de 20 adaptaciones al cine, es evidente que se equivocó.

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