Ruth Rendell murió a los 85 años de edad
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Ruth Rendell muere con las teclas puestas

La escritora fallece en Londres a los 85 años y con una novela a punto de ver la luz

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Cuando Ruth Rendell era niña, quería contar historias. Ese es el denominador común de todos los periodistas que en el mundo han sido, y la que estaba destinada a convertirse en la gran dama de la novela negra británica del último cuarto de siglo, comenzó su carrera de esa forma. Nacida el 17 de febrero de 1930 en Londres como Ruth Barbara Grasemann, al terminar sus estudios comenzó a trabajar para un pequeño diario, el «Chigwell Times». Pero Ruth no estaba cortada del material apropiado para el periodismo, a tenor de lo que sucedió cuando se inventó el fantasma de una joven en una casa que se rumoreaba estaba encantada. O cuando se suponía que tenía que asistir a la cena anual de un club de tenis y Ruth escribió la crónica sin pisar el evento, lo cual dice mucho de su buen gusto y muy poco de su profesionalidad.

Esto, que llevan haciéndolo reporteros y críticos de teatro desde tiempos inmemoriales, solo puede salir mal si ocurre una catástrofe, como que el orador de la gala se muera a mitad de discurso, que fue lo que le ocurrió a la pobre Ruth, cuya crónica olvidaba reseñar ese detalle.

La futura autora dimitió antes de que la dimitieran, y a los 24 años se encontró convertida en madre y ama de casa, sin esperanzas de volver a una profesión que se le daba francamente mal. El limbo de diez años cambiando pañales y abrillantando la plata, sin embargo, le sirvió para despertar su instinto asesino. Así que un día se sentó frente a una máquina de escribir y tecleó: «Eunice Parchmann mató a los Coverdale porque no sabía leer y escribir». Una simple frase, que sería el arranque de una prolífica carrera literaria. Esa novela, «A Judgement in Stone», no se publicaría, sin embargo, hasta años más tarde, ni tampoco la siguiente que escribió. Ambas fueron rechazadas, y Ruth estuvo tentada de dejar de escribir.

Sin embargo, con la tercera novela que escribió, «From Doon with Death», decidió apelar directamente a los sentimientos: «Has roto mi corazón. Hala, ya lo he escrito...». Con esa primera frase se iniciaba la andadura del inspector Wexford en la literatura, un personaje que protagonizaría 24 de las 60 novelas de la autora londinense. Se la compraron en 1964 por 75 libras muy bien invertidas por el editor, teniendo en cuenta los millones de ejemplares que ha vendido desde entonces. La novela fue un éxito, y a partir de ese momento Rendell no dejó de aporrear las teclas siguiendo el camino que ya había desbrozado Ágatha Christie, y llevándolo a nuevas cotas de calidad y de profundidad, apuntando el sendero de las autoras de thrillers posmodernos (como Gyllian Flynn y Paula Hawkins) que hoy abarrotan las estanterías. Rendell escribía procedimentales casos con principio y final, pero la personalidad de su personaje principal era esencial, y evolucionaba, al contrario de la frialdad hierática predominante en la tradición británica hasta Rendell. Quizá fue eso lo que llevó a Ian Rankin a afirmar que era «la autora viva de ficción más grande, y que si el género goza hoy en día de buena salud se lo debemos a ella».

Ruth Rendell, fallecida ayer en Londres a los 85 años, murió con las teclas puestas. Queda aún pendiente de publicación su última novela, «Dark Corners», que se lanzará en octubre. Además de su compromiso social y la participación activa en la política de su país, Rendell deja un inmenso legado literario que ha sido adaptado al cine y la pequeña pantalla en múltiples ocasiones, aunque los cinéfilos españoles sin duda recordarán «Carne Trémula», la versión que rodó Almodóvar en 1997. Pero sobre todo deja huérfanos a millones de lectores. «A ellos les amo, amo dejarles pegados al asiento», decía Rendell hace un par de años, «y por eso no pienso dejar de escribir hasta que me muera. No sabría qué hacer con mi vida». Misión cumplida, señora Rendell.

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