Varujan Vosganian, ayer en Valencia
Varujan Vosganian, ayer en Valencia - MIKEL PONCE

El libro definitivo sobre el holocausto armenio

Varujan Vosganian habla de «El libro de los susurros», texto imprescindible al cumplirse el centenario del exterminio de su pueblo

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Un siglo después de que el Imperio Otomano exterminara a un millón y medio de armenios, el término «genocidio» continúa siendo un tabú. Así cabe interpretar la furibunda reacción del Gobierno turco ante las palabras de denuncia pronunciadas por el Papa Francisco el pasado domingo durante una ceremonia celebrada en la basílica de San Pedro. La postura oficial del primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, sigue siendo la misma que la de sus antecesores: la persecución y deportación masiva de civiles armenios llevada a cabo entre 1915 y 1923 no fue un exterminio planificado, sino el producto desafortunado, y hasta cierto punto inevitable, de un contexto bélico internacional.

El próximo 24 de abril se conmemora el centenario de este holocausto («el primero del siglo XX», parafraseando de nuevo al Papa), pero la herida continúa abierta.

La melancolía corre todavía por la sangre de los descendientes de los armenios que lograron sobrevivir. Los recuerdos de unos y de otros siguen candentes, aunque esparcidos allá donde la diáspora llevó a sus abuelos. «No podemos olvidar, porque eso significa no comprender la Historia. Y además es peligroso, porque, cuando se olvidan, los acontecimientos pueden producirse de nuevo».

El que habla es Varujan Vosganian (1958, Craiova), escritor, político, economista, matemático y pianista. Es también el líder de la comunidad armenia en Rumanía y autor de «El libro de los susurros», una obra narrativa imprescindible para comprender el sufrimiento de esta civilización desmembrada. El libro, publicado en 2009 por Pre-Textos, ya camina por la tercera edición en castellano. Está considerado un best seller en varios países. Incluso el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha reconocido públicamente que fue su libro de cabecera antes de emprender el diálogo con los guerrilleros de las FARC.

La razón de su éxito internacional radica en que no es únicamente un libro sobre la identidad del pueblo armenio. A través de sus páginas, en las que se entreveran hechos históricos, fragmentos novelados y anécdotas autobiográficas, Vosganian ha querido tejer «la historia del mal del siglo XX». Esa gran lección de crueldad –guerras mundiales, campos de concentración, ideologías instrumentalizadas– que todavía no hemos aprendido. «Así como la Historia la escriben los vencedores, la literatura es de los vencidos, que son los que sufren la Historia», explica el escritor a ABC durante su visita a España.

La memoria de los abuelos

El olvido, la venganza, el perdón. Son las tres «dimensiones cartesianas de la condición humana» que Vosganian refleja en distintos personajes de su libro. Se corresponden a su vez con las actitudes diametralmente opuestas con las que los abuelos del autor afrontaron el exilio. «Mis abuelos querían protegerme, no contaban nada nunca. Las historias me llegaron a través de mis abuelas. Mi abuelo materno cantaba canciones revolucionarias armenias, pero en soledad. Él era más tolerante, creía que teníamos que olvidar, preservar el silencio para poder vivir el futuro. Sin embargo, mi abuelo paterno, que era un sabio, cantaba canciones religiosas y pensaba que nuestra responsabilidad era comprender, pero nunca olvidar». En opinión del escritor rumano, «para perdonar se necesitan dos actores, uno que reconoce los hechos, y otro que entiende y perdona. Los armenios somos un pueblo traumatizado, y no podemos perdonar porque ninguno asume los hechos».

La venganza, que también aparece en el paisaje emocional de la novela, es para Vosganian una opción «inútil y peligrosa». No existe la aritmética de la sangre, nos dice. «La sangre ajena no cura nada, sino que abre más heridas». A los horrores del holocausto armenio –ahogamientos masivos en el río Eufrates; ejecuciones a cuchillo; convoyes de la muerte por el desierto sirio de Deir ez Zor, sin agua ni alimentos…–, se ha sumado históricamente la «indiferencia» de la comunidad internacional. En este sentido, Vosganian agradece la valentía del Papa Francisco por definir la causa armenia como la de un genocidio. «Tradicionalmente, todos los Papas han mostrado su sensibilidad, pero él ha sido el primero que ha utilizado esa palabra, que une la dimensión moral y política». Al hacerlo, asegura el autor, ha querido rendir respeto por los mártires armenios, que serán canonizados el próximo día 23 en la Iglesia de Echmiadzín, la Santa Sede de la Iglesia Apostólica Armenia.

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