Borja Sémper, fotografiado en la madrileña Plaza de la Paja
Borja Sémper, fotografiado en la madrileña Plaza de la Paja - ISABEL PERMUY

Borja Sémper: «Sé que facilito un linchamiento gratuito al publicar mi poesía»

El presidente del Partido Popular de Guipúzcoa publica su primer poemario, «Maldito (des)amor». Una prueba más de que a este joven, entre los más «deseados» de la clase política, no le gustan las etiquetas

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Político, presidente del Partido Popular de Guipúzcoa... y poeta. A Borja Sémper (Guipúzcoa, 1976) no le gustan los clichés y procura romperlos, siempre que puede, en su profesión. Adalid de una nueva forma de hacer política, más sensible y empática, hasta poética, Sémper, aficionado a la literatura, comenzó a escribir robándole horas al sueño, en la quietud de la madrugada.

Cuando tuvo un puñado suficiente de versos, los testó en Instagram, donde tiene más de 1800 seguidores. Tras obtener, además, el beneplácito de una buena amiga editora, el político decidió publicar su primer poemario. «Maldito (des)amor» (Lapsus Calami) se ha estrenado en librerías con un éxito que ha desbordado a la propia editorial. Con referencias a Karmelo C. Iribarren

, Gil de Biedma, Luis Rosales, Sabina o Pessoa, entre otros, se trata de una hermosa aproximación, sincera y sin complejos, al noble arte de engarzar versos.

–Dicen que la política es un arte, pero... ¿qué le hizo interesarse por la poesía?

–Trascender de lo cotidiano, o intentar soñar. La literatura te invita a soñar y la poesía es un sueño multiplicado por diez. Es una forma de abordar la realidad de una manera diferente.

–Dada su condición de personaje público, ¿no temió sentirse expuesto?

–Sin duda. Soy consciente de que facilito una especie de linchamiento gratuito. Sé que hay mucha gente que no va a analizar este libro objetivamente. Mi condición de político, y además del PP, va a condicionar el juicio. Si defiendo, en mi actividad política, que tenemos que romper clichés, los políticos tenemos que superar miedos y vértigos. Soy consciente de mis limitaciones. No soy un poeta, ni siquiera un escritor; soy un tipo al que le gusta escribir.

–Creo que tiene una novela entre manos.

–Sí. Es la historia de un joven en la España actual, en un contexto de crisis económica, con formación, estudios, una vida plena, con sus insatisfacciones, sus miserias y sus virtudes.

–Según están las cosas, es difícil pensar que en la política actual se pueda hacer poesía. Sobre todo porque hay discursos que desentonan mucho.

–Claro, yo creo que a la política le hace falta mucha sensibilidad, reflexión, menos dogmatismo y sectarismo, mucha más naturalidad y menos corsé. Es decir, le hace falta más poesía en el mejor sentido de la expresión.

–Entre pleno y pleno, ¿cómo encuentra inspiración para escribir poesía?

–Sin ánimo de crear una imagen de canalla, escribo de madrugada, que es el momento en que me evado del día y aprovecho para expulsar demonios.

–Sus referentes son bastante cercanos... y juegan en la banda izquierda.

–Es algo ante lo que me rebelo: que la cultura tenga etiqueta política. La izquierda ha conseguido, como mérito propio o demérito de quienes no somos de izquierdas, que parezca que la cultura es patrimonio sólo de la izquierda. A mí me emociona Luis García Montero, y es comunista; cuando escribe, yo no veo a un comunista, veo a un tipo con sensibilidad. La cultura y la literatura deben estar absolutamente ajenas a etiquetas políticas. Intento ser coherente con ese discurso y no me avergüenza reconocerlo.

–De desamor su poesía tiene poco, más bien sólo el título. Sus versos destilan amor y mucha pasión.

–El juego del paréntesis quería sugerir eso: al final, el amor y el desamor van unidos, no se puede entender el uno sin el otro. La gran duda que me queda es lo efímero de todo, tanto del amor como del desamor. Todo es efímero y sólo hay que cuidarlo… Vaya pedante que me estoy poniendo.

–Le iba a decir que en uno de los agradecimientos del libro ha quitado el prefijo. Mayor declaración de amor no hay.

–Esa gente que te quita el prefijo al final es a la que todos nos queremos agarrar.

–No le voy a hacer la gracia del verso suelto del PP, pero ¿qué le han dicho sus compañeros de su poética afición?

–Al principio muy sorprendidos, pero saben que pueden esperar casi cualquier cosa de mí. Yo, más que un verso suelto, aspiro a ser un buen verso. Aspiro a que mi actividad sea buena; me da igual que sea singular o no.

–¿Se imagina eslóganes políticos convertidos en poemas?

–Es lo que intentamos todos los políticos. Pero cuando el dogmatismo está muy presente, la poesía no cala.

– Entre usted y yo: ¿se liga, hoy en día, escribiendo poesía?

–Pues no lo sé, acabo de publicar el libro. Pero, en cualquier caso, parto con varios handicaps: primero, que soy político, con lo cual eso no es muy afectivo; y, segundo, que no tengo voluntad de ligar porque ya tengo pareja.

–Fue elegido por las mujeres casadas como el político preferido para mantener una relación extramatrimonial.

–Me sonrojo cada vez que me lo recuerdan. Me incomoda un poco, pero prefiero aparecer en esa lista antes que en la de los políticos más rechazados. Quienes hacemos política nos tenemos que tomar menos en serio. A la política le hace falta mucho humor e ironía; lo cual no es incompatible con la seriedad y el rigor.

–A la presentación del poemario asistió Alberto Ruiz-Gallardón. Él se atrevió a hacer sus pinitos como actor de la mano de Garci. Dado que usted ahora tiene cierta vinculación con el cine, ¿le veremos en alguna película?

–En esta vida no descarto nada, siempre y cuando todo se entienda bien, se pueda explicar mejor, tenga sentido y no perjudique a mi actividad política. Yo soy un ser libre. Soy un tipo que se dedica a la política, pero tiene inquietudes. Si tuviera que elegir, haría un dueto con Sabina, eso me gustaría más.

–Usted es un ejemplo de que, tanto en política como en poesía, la regeneración no es sólo buena, sino necesaria.

–Más que en la regeneración, creo en la evolución. La política tiene que ser reflejo de un mundo cada vez más abierto, que tiene más grises que blancos y negros.

–Durante muchos años ha batallado contra la peor de las sinrazones: el terrorismo. La cultura es un arma muy eficaz contra la barbarie. Ya lo dijo Aute: «Con un beso por fusil»; o Chabuca Granda: «El fusil del poeta es una rosa».

–La educación, la cultura, la literatura, son muros de contención. La acción policial, las políticas antiterroristas, son medidas de reacción. Unas y otras son necesarias contra el terrorismo. Ninguna de las dos puede cojear en una sociedad como la nuestra, tan amenazada por el sectarismo y la violencia. Sólo nos puede garantizar éxito una cultura en libertad y ampliamente extendida. Por eso yo siempre he dicho que la cultura es la mejor arma contra el sectarismo.

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