MÚSICA

Walter Becker, el pop de frases subordinadas

La muerte del músico estadounidense es una buena ocasión para rescatar unos tesoros que el tiempo había empolvado

El aspecto de Becker (arriba) contrastaba con la imagen estilosa de otros grupos de pop
Jesús Lillo

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Incluso en el último álbum de Mogwai se puede apreciar el eco, muy rebotado, indirecto, de Steely Dan . Y en Wilco , y en todas esas bandas, de Swan Lakes a los New Pornographers o Wolf Parade , que insisten en trascender las estructuras del pop para introducir unas pruebas de sonido cuyo origen está en los ensayos musicales que en los años setenta realizó el dúo norteamericano. Todo suma. Procedentes del jazz, suavizadas y aptas para el consumo general, las líneas quebradas que Donald Fagen y Walter Becker introdujeron en las estructuras melódicas del pop reaparecen como un croquis a partir del cual construir las canciones que demanda el público, pretendidamente evolucionado, de nuestros días. La reciente muerte de Becker es una buena ocasión para poner las cosas en su sitio, rebuscar en sus armarios y rescatar unos tesoros que el tiempo se apresuró en empolvar.

Aja , la obra maestra de Steely Dan , fue editada en 1977. Mal año para cantarle a «Josie», a «Peg» o a la «Aja» que da título al disco, malos tiempos para ponerse a canturrear sin prisa entre soberbias instrumentaciones, cuya compleja y académica articulación formal impedía a Fagen y Becker estimular la piel adolescente de una audiencia que hace ahora cuarenta, y sin tiempos muertos, años era sacudida por los Sex Pistols, Kraftwerk, los Talking Heads o Elvis Costello . No estaba el horno para bollos de masa madre, ni siquiera en un terreno melódico en el que mandaba Fleetwood Mac , por no citar a ABBA . En la España de la venta por correo de Discoplay, abierta y ajena a las exclusiones sectoriales y sectarias de nuestro tiempo, no era raro ver cómo se amontonaban en un mismo mueble todos esos álbumes. También los de Steely Dan. Todo era bueno para el convento. Todo sumaba.

Tampoco las pintas que gastaban Becker y Fagen contribuyeron a situarlos en primer plano. En 1980, cuando Steely Dan edita su disco de despedida, Gaucho , y cierra su primera etapa creativa, la imagen de los ídolos del pop es ya un ingrediente sustancial de las fórmulas de la industria. El dúo norteamericano, en cambio, nunca trabajó de cara a esa galería de estilismos de impacto por la que desfiló la generación musical de últimos setenta, sino que mantuvo el aspecto descuidado -ratas de biblioteca que venían de leer a Burroughs, gente de estudio- que distingue la genialidad de andar por casa. Ni siquiera las aportaciones de la pareja a la banda sonora de la película FM -la espléndida «Do It Again» y la pieza que da título al largometraje- les permitió ampliar los márgenes de una popularidad que, paradójicamente, comenzaron a reconocer y vindicar los raperos de segunda generación, de De La Soul a Kanye West, a través de samples .

Disuelto el dúo, pero con la producción y el aliento de Fagen, Becker lo hace otra vez. Do it again . En 11 Tracks of Whack (1994), su debut en solitario, el compositor sigue en sus trece y prolonga el discurso de frases subordinadas que distinguió a Steely Dan . Fue Becker, junto a Fagen y algunos más, el responsable de que el pop de secuencias cerradas y cíclicas comenzase, hace ya mucho tiempo, a resultar aburrido.

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