Autorretrato de Miguel Brieva
Autorretrato de Miguel Brieva
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Viñetas que abren ventanas al mundo

El cómic, además de ser un mero entretenimiento, también puede reflejar lo que ocurre en el planeta. Así lo hacen cada vez más artistas, desde la perspectiva realista de Joe Sacco a la más satírica, representada por Miguel Brieva

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El arte secuencial nació con un objetivo: contar las cosas que ocurren a nuestro alrededor. Uno de los primeros ejemplos siempre citados es el Tapiz de Bayeux, del siglo IX, que relata mediante ilustraciones y textos la conquista normanda de Inglaterra. Posteriormente, cuando no existían todavía las fotografías, los diarios enviaban dibujantes al frente de Crimea o a las guerras coloniales para que dieran fe mediante dibujos de las atrocidades que allí ocurrían.

Uno de las revistas pioneras en el humor satírico fue la publicación británica « Punch», fundada en 1842, que tenía a la política como uno de sus temas favoritos. Sin embargo, con el siglo XX el mundo de las viñetas pareció centrarse en el entretenimiento.

Hubo que esperar a los años sesenta para que el cómic «underground» abriera las puertas a otra forma de entender el noveno arte. De repente, ciertos autores -Robert Crumb, Gilbert Shelton- contaban que en el mundo había drogas y que el sexo es una obsesión del género humano. La posterior llegada del concepto de novela gráfica ampliaba aún más las posibilidades narrativas. Por último, «Maus», de Art Spiegelman, demostró en los años ochenta que las viñetas pueden encerrar todo el abrumador drama humano contenido en un acontecimiento como la persecución judía a manos de los nazis, aunque los personajes sean ratones y gatos. Ahí demostraba la enorme capacidad expresiva del medio.

Siento que me urge hablar de lo que pasa en el mundo. No es una cuestión ya de elección, sino casi de superviviencia (M. Brieva)

Existen hoy un buen puñado de historietistas cuyo trabajo se puede considerar dentro de los márgenes del periodismo. El caso más emblemático es el de Joe Sacco, quien no duda en cargar con la mochila e involucrarse personalmente en sus narraciones, aunque para ello tenga que pasar una temporada en Gaza («Palestina: en la franja de Gaza») o en Sarajevo («El mediador»), tomando fotografías que luego pasa a viñetas y dando su personal visión de los acontecimientos.

En medio de la guerra

El conflicto árabe-israelí en particular es un asunto que ha atraído a un gran número de autores, como Sarah Glidden en «Una judía americana perdida en Israel»; Guy Delisle con «Crónicas de Jerusalén»; Maximilien le Roy con «Saltar el muro»; Boaz Yakin con «Jerusalén. Un retrato de familia»; Nick Bertozzi con «Jerusalén», o Bernardo Vergara con «Palestina. Un vistazo al pasado, una mirada al presente».

Pero hay otros muchos asuntos reflejados en el cómic. Denis Robert, Laurent Astier y Yan Lindingre firman «El negocio de los negocios», sobre un caso de corrupción en Francia; Mana Neyesteni nos cuenta su paso por la cárcel en «Una metamorfosis iraní». Con «El fotógrafo», Didier Lefèvre habla de su viaje por Pakistán y AfganistánSin Fronteras. En España, Joan Mundet, Antonio Guiral y Pepe Gálvez entraron de lleno en el asunto más espinoso de nuestra historia reciente en « 11-M, la novela gráfica».

Otros llevan este espíritu al pasado, como es el caso de Tardi y su serie sobre la Primera Guerra Mundial; Howard Zinn ofrece su perspectiva sobre Estados Unidos, ideológicamente muy cercana a la de Noam Chomsky, en «Una historia popular del imperio», y el poco conocido genocidio en Ucrania es puesto en evidencia por Igort en «Cuadernos ucranianos». En el Salón del Manga de Barcelona se muestra estos días la obra de Keiji Nakazawa, que en «Pies descalzos» describe los devastadores efectos de la bomba atómica en Hiroshima.

Art Spiegelman demostró con «Maus» que un cómic puede encerrar todo el abrumador drama humano del Holocausto

A veces la intención no es solo colocar el foco en una situación concreta, sino dejar en evidencia el trasfondo de esa realidad. Es el caso de Miguel Brieva, autor de obras como «Memorias de la tierra» o «Dinero» y que cita entre sus influencias a Crumb y El Roto. En una de sus viñetas presenta a un personaje que, al ponerse unas gafas especiales, comprueba que en la gente feliz que le rodea se esconde, tras sus máscaras, unos horrendos monstruos. Sus dibujos pretenden convertirse en esas lentes para el lector. «Pero no deja de ser una de las principales funciones del arte -nos comenta vía telefónica-, desde George Grosz a Edvard Munch, quienes en el fondo lo que están tratando es desvelar lo que hay detrás de una aparente normalidad. Yo lo que hago directamente es decodificar unos mensajes que, bajo la apariencia de golosinas o de estímulos primarios positivos, esconden mensajes muy tétricos».

Para él, este trabajo no es una opción, sino una necesidad: «Desde que me puse a hacer dibujos en la edad adulta. Lo que me preocupaba en mi cabeza siempre se ha mostrado en mi trabajo. Soy consciente de que hay muchos géneros, estilos y formas de abordar el cómic, pero siento que me urge hablar de lo que pasa en el mundo. No es una cuestión ya de elección, sino casi de supervivencia. Es como respirar, aunque, claro, desde una perspectiva de alguien que tiene la fortuna de vivir en un país europeo y tener cubiertas más o menos las necesidades básicas. Es verdad que parece casi como una elección, un capricho, pero si uno empatiza con el grueso de la población mundial da la sensación de que hay bastantes cosas que cambiar».

Parodia publicitaria

Su estilo no es realista, como en el caso de otros representantes del cómic periodístico, sino que mezcla un trazo grueso con una parodia de la publicidad de los años cincuenta y sesenta: «Creo que el estilo se va haciendo un poco por casualidades, y se va modelando en base a lo que uno admira y a los defectos que uno tiene. A veces lo que para unos pueden ser hallazgos para otros es una incapacidad. En mi caso concreto se combina un gusto obvio por el cómic «underground» y por el europeo más tradicional, a lo que se suma una preocupación por unos contenidos más sociales y políticos que, por ejemplo, llevan a darle la vuelta a la publicidad o a las informaciones de masas, un poco como hacían los situacionistas, o el dadaísmo o los surrealistas, con la técnica del collage. Se trata de mostrar el lado real y profundo de las cosas que, al final, vamos normalizando, como un telediario, que es la cosa más abominable del mundo».

Está claro que los dibujos tienen una ventaja con respecto a otros medios para lanzar mensajes de contenido profundo: «El cómic es sencillo de leer y no tiene las barreras intelectuales que parece que tienen el ensayo o la literatura. Se asocia a un género que de por sí estaba dedicado a los niños, a pasar el rato, al divertimento, que es lo que ha sido el cómic en buena parte del siglo XX. Digamos, pues, que sus códigos son muy cercanos a la mayoría de la población. Eso lo hace muy accesible».

Humor y filosofía

A esto hay que sumar que el humor puede convertirse en un arma de destrucción positiva: «Es como un atajo de la filosofía, del pensamiento, y como ellos, una de sus funciones básicas es poner todo en tela de juicio. Lo que en un ensayo puede llevar tres páginas para explicar algo de una manera inteligible, se puede lograr en una sola viñeta. Es como un salto de sinopsis neuronal inmediato. Acelera procesos de pensamiento».

¿Y cuáles son las puertas del campo? ¿Dónde están los límites de la libertad de expresión, del escarnio, de la crítica, del humor satírico? «No debe haberlas, eso es fundamental. Es importante que haya límites en los hechos, no en la imaginación, que es un campo de juego y de experimentación fundamental para nuestra especie. Es muy sintomático de la esquizofrenia de nuestro mundo que se ponga mucho más énfasis en lo que se dice que en lo que se hace».

Lo que en un ensayo puede llevar tres páginas se puede explicar en una sola viñeta (Miguel Brieva)

Esta tendencia comprometida con la realidad, de la que él es ejemplo, contrasta con esa otra que tiende a la introspección, a la autobiografía: «Tiene mucho que ver con una especie de fantasía de la individualidad que estamos viviendo, y de narcisismo galopante. Aunque a veces, a través del yo y de uno mismo se pueden contar verdades universales. Pero es verdad que en los últimos tiempos nuestro mundo ególatra es caldo de cultivo para cosas no muy interesantes, al menos según mi opinión».

Resta por saber si sus dibujos, tan descarnados, dejan un espacio para ver la luz al final del túnel: «Yo lo hago con ese objetivo, y de hecho parte de mi trabajo, sobre todo en los últimos tiempos, aspira a tener esta idea más positiva, porque creo que ya tenemos una sensación, aunque sea un poco inconsciente, de que todo es una mierda. Lo más urgente ahora es ver salidas alternativas antes que seguir redundando en la miseria».

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