ARTE

Vijande: retrato del galerista warholiano

La Fundación Suñol recupera una figura clave del arte español: la del galerista Fernando Vijande

Vijande fotografiado por Alberto García-Alix

FERNANDO CASTRO FLÓREZ

Fernando Vijande aparece en el retrato que le hizo Warho l con la mano en la barbilla, vestido con su elegancia habitual, las canas plateadas en las sienes expandiendo su actitud seductora. Volvemos a cruzarnos con la astuta mirada de este galerista que fue capaz de dejar el confort de la «venta de antigüedades» para zambullirse en el vértigo del arte contemporáneo . Su puesta de largo fue el escándalo que causó la colectiva sobre el Eros que montó en la galería Vandrés que fundó a principios de los años 70 con Gloria Kirby; la policía clausuró, por orden gubernativa, esa muestra que Ángel González calificaba como «inocente».

Vijande no estaba dispuesto a amilanarse. Lo que quería no era agitar la caspa del tardo-franquismo cuanto encaminarse «no sólo hacia las galería sino también, y especialmente, hacia los museos». Este ambicioso galerista reconocía que la labor de promoción que había puesto en marcha era solitaria y ruinosa : «El Estado ha ignorado siempre -declaraba- nuestra iniciativas, sin que tampoco las tome en cuenta. Nada tiene de extraño que se conozca mal nuestro arte fuera». Es bastante triste que estas palabras tengan hoy completa vigencia.

La revisión que la Fundación Suñol hace de Fernando Vijande permite comprender la intensa labor de promoción que le llevó a trabajar con artistas excelentes como Gordillo, Chema Cobo, Zush, Miquel Navarro, Juan Bordes, Susana Solano, Campano o García Alix . Conviene recordar que montó la exposición de Muntadas que supone la primera presentación de obras de un videoartista español; apostó con convicción por Darío Villalba, que ganó en 1973 la Bienal de Sao Paulo, o permitió que Juan Muñoz hiciera su primera individual.

La exposición New Images From Spain (1980), en el Guggenheim neoyorquino, revela la capacidad de seducción internacional que tuvo. Diego Vijande apuntó en 1988 que a su padre, fallecido dos años antes, no le gustaba demasiado vender obras: «sólo lo hacía cuando era imprescindible». Daniel Giralt Miracle subrayó en su obituario que el arte fue el motor de su vida: «Sus éxitos, locuras y ruinas pasan por la obra de arte y la amistad con los artistas» . Tenía claro que había que «animar» el mundo cultural madrileño, aunque eso supusiera hacer exposiciones ruinosas o ser el anfitrión de extranjeros como Mapplethorpe, Longobardi o los activistas de East Village.

Movida en ebullición

La epifanía de Warhol en el garaje de Núñez de Balboa se producía en el momento oportuno, cuando la Movida estaba en plena ebullición. José Luis Alexanco, comisario con Sergi Aguilar de este «retrato» de Vijande desde las obras de más de cincuenta de los artistas que colaboraron con él, le definía como un hombre desmesurado que «en todo lo que hizo, arriesgó» , apoyando a los artistas con la pasión del coleccionista. Su tarea fue casi heroica: promocionar el arte español en el contexto internacional, aunque casi predicaba en el desierto.

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