LIBROS

«Sólo conocemos las tumbas de un 30 por ciento de los reyes egipcios»

El arqueólogo y viajero Tito Vivas ha participado en varias excavaciones en Egipto y escrito un libro sobre sus peripecias en el país de los faraones

Tito Vivas en su despacho Belén Díaz
Manuel Muñiz Menéndez

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Tito Vivas ha participado en varias de las misiones arqueológicas españolas en Egipto. Pero su otra pasión ( y profesión ) son los viajes. Para combinar ambas ha escrito « El viaje de un egiptólogo ingenuo » (Ediciones del Viento), que recoge sus vivencias en el país del Nilo.

–Tiene como referentes a los viajeros victorianos. ¿Qué le atrae de ellos?

–Como historiador que intenta aplicar el estudio del pasado al presente considero que con Thomas Cook y la aparición del turismo hemos matado el espíritu del expedicionario, los viajes lineales, que decía Magris: salir de aquí y nunca volver siendo la misma persona. Eso el turismo se lo ha cargado. A mí me llamaba mucho la atención el viajero que iba con una motivación, con un argumento. Eso se me ha quedado, el decir: «si vamos a emprender un viaje, ¿qué buscamos?». Por eso me baso más en esos pioneros. Que, además, a mi juicio son los que escribían una literatura de viajes más personal y más valiente.

–¿Y, de esos viajeros, quién sería su favorito?

Amelia Edwards . Mi libro se inspira en parte en su «Mil millas Nilo arriba», porque es la pionera en hacer un viaje de esa magnitud y, a la vuelta, contarlo. Belzoni y otros escribían más con el afán de presentarse como exploradores que habían abierto tumbas, de recontar sus hazañas. Amelia Edwards no, ella reconoce que está de viaje porque se va de viaje a Francia con una amiga y, como llueve y no le gusta el clima, se van a Egipto. Y, sin ninguna pretensión, regresa y lo escribe con humildad y modestia. Y, sin embargo, a partir de ahí pone en marcha la creación del Egypt Exploration Fund y de la primera cátedra de egiptología, se hace amiga de Petrie… Es decir, desde la humildad de un turista acaba saliendo el primer foco de estudios de la egiptología en Europa.

–¿Cuál es su lugar favorito del Egipto antiguo?

–Para mí hay dos lugares que son muy especiales. Primeramente, Deir el Bahari . Es especial porque es donde trabajé en el primer proyecto en el que fui como becario cuando tenía 22 o 23 años. Allá había una tumba, la del arquitecto Senenmut, que fue la que a mí me recibió como profesional. De hecho, a día de hoy yo sigo desarrollando mi tesis doctoral, en la Universidad Autónoma de Barcelona, sobre ese personaje, sobre esa tumba y sobre todo el complejo arquitectónico que él pone en marcha en Deir el Bahari. Todo ello tiene una serie de vinculaciones astronómicas, la arqueoastronomía egipcia. Y eso nos lleva a otro templo: el de Dendera , dedicado a la diosa Hathor, la vaca celeste, que es parte principal de mi tesis doctoral. El templo se conserva maravillosamente y es donde están los techos astronómicos mejor conservados, el famoso zodiaco cuyo original está hoy en día en el Louvre.

–¿Y del Egipto actual?

–Hay una calle preciosa de El Cairo que, a mi juicio, hay que visitar siempre al atardecer, cuando caiga la noche: Sharia el-Moez . Está llena de mezquitas, de pequeñas casas antiguas, es una de las calles más antiguas de El Cairo. Hay casas del siglo XVII y XVIII, rincones por donde te puedes colar y ver los patios interiores. Al final desemboca en el famoso mercado de Jan el-Jalili . Pero Sharia el Moez tiene otros focos más auténticos, cafeterías de El Cairo, rinconcitos escondidos en callejuelas donde sigues escuchando a Umm Kulzum de fondo en la calle o donde la gente se grita de balcón a balcón. Te lleva a ese Cairo rancio y más auténtico de las novelas de Mahfuz.

Muchas raíces de lo que somos hoy en día se anclan en el Nilo, antes que en Grecia o en Roma

–¿Cuánto queda del Egipto antiguo en el moderno?

–Se produjo una ruptura muy importante. No solamente por el islam, por la llegada del mundo árabe y de la religión musulmana. Hay que pensar que de las treinta dinastías que tuvo Egipto, las últimas siete ya son extranjeros que han dominado el país, hasta llegar a los griegos y los romanos. Todo ese proceso de abandono del pensamiento y de la cultura egipcia va haciendo desaparecer mucha de esa cultura. Hay más poso en nuestra cultura occidental, heredado a través de elementos religiosos: influencias de la diosa Isis en la figura mariana o los cultos dionisiacos con celebraciones basadas en el dios Osiris y la regeneración del cuerpo: comer pan en la comunión cristiana viene, a través de la tradición judía, de los cultos osiriacos.

–¿Es esa influencia religiosa el principal legado del Egipto antiguo?

–Sobre todo los elementos que el cristianismo toma, adapta y hace propios para explicar el concepto del Mesías. Muchos de los elementos visuales del «Christos», de la tradición mesiánica judía, mucha de su iconografía y de su lenguaje visual están tomados del antiguo Egipto. El concepto de la Santísima Trinidad ya aparece en las teogamias de reyes como Hatshepsut o Amenhotep III. Otro gran legado, a nivel civil, es el calendario de 365 días, que es un invento de los astrónomos egipcios.

–¿Sigue quedando mucho por descubrir en Egipto?

–Muchísimo. Hay que pensar que en cuanto a tumbas reales conocemos un 30 por ciento de las tumbas de los reyes que nos legan las listas de las dinastías. Y había muchísima más gente gobernando y viviendo, muriendo y siendo enterrada en otras provincias que –de una forma más modesta que un rey– también habrán dejado sus restos. Queda mucho, no solamente por investigar y descubrir, sino por reinvestigar y redescubrir con las nuevas tecnologías aplicadas al estudio o con nuevos conocimientos en otros campos. Un ejemplo es la propuesta de Nicholas Reeves sobre la tumba de Tutankamón, que parecía que ya estaba totalmente excavada, documentada y con todas las piezas en un museo y ahora resulta que puede tener dos cámaras más y quizá una de ellas nos lleve directamente a la tumba de Nefertiti. Y todo eso lo ha planteado Reeves como hipótesis gracias a un escaneado en 3D de alta resolución de las paredes que en su día Howard Carter sólo pudo limpiar con una escobita.

–Una de las partes del libro que más me ha llamado la atención es la que habla de Deir el Medina, porque es donde podemos hacernos una idea de lo que era la vida de la gente corriente en aquella época.

–Es lo más parecido que podemos llegar a encontrar arqueológicamente a lo que era la vida del trabajador, aunque teniendo en cuenta que no era un trabajador normal. Eran artesanos de muy buen nivel, privilegiados. Y el mayor privilegio que tenían era una concesión real para que tuvieran su pequeño nicho para hacerse su tumba en la propia montaña sagrada. Eso nos ha legado una especie de página de la Historia para intentar comprender los anhelos y las inquietudes del pueblo. Si las tumbas del Valle de los Reyes ya son impresionantes por sus colores, sus pinturas y su calidad, cuando las tumbas que los artesanos están pintando son las suyas propias te puedes imaginar el detalle y el mimo que le ponían. Esas pequeñas tumbas nos están dando «flashbacks» de los sueños que tenían esos obreros, de lo que pretendían conseguir.

En Egipto queda mucho, no sólo por descubrir, sino por redescubrir y reinvestigar

–Si un genio le concediera el deseo de poder hacer cualquier descubrimiento en Egipto, ¿cuál sería?

–Cualquier egiptólogo te diría que la tumba de Nefertiti. Otros te dirían la tumba de Cleopatra y de Marco Antonio. Pero yo me conformo con llegar a las conclusiones de mi tesis doctoral: demostrar que la constelación de Tauro ya era conocida por los astrónomos egipcios antes de que llegara la influencia astrológica de Mesopotamia. Y si se confirmase que existe el monumento que yo creo que existe en un lugar concreto, ya tendría que hablar con el gobierno egipcio para poner en marcha un proyecto.

–¿Y qué monumento es ese?

–Te hablaba antes del arquitecto Senenmut, que construyó un monumento muy extraño (catalogado con el número 353 ) por debajo del templo de la reina Hatshepsut. Lo que yo tengo documentado son una serie de alineaciones de carácter astronómico y de paisaje en ese entorno. Y hay otra serie de alineaciones que actuarían como reflejo de estas primeras, que tendrían otra connotación astronómica diferente y que podrían estar apuntando a un espacio en el que no se ha excavado nunca, en el cual podría existir otro monumento de Senenmut.

–Está hablando de la importancia de la astronomía para los egipcios, que no es algo muy conocido. Y, sin embargo, algo de lo que sí se ha hablado mucho (y que usted critica en su libro) es la egiptología fantasiosa, que es una perversión de eso.

–De hecho, ambas cosas están muy ligadas. Los primeros personajes que miran a las estrellas desde el punto de vista egipcio lo hacen con la intención de encontrar la continuación a las ideas de Von Däniken , de Graham Hancock … Y yo siempre digo que a esta gente hay que escucharla. Yo he leído sus libros y hay cosas que me parecen muy interesantes. De hecho, conozco a algunos de ellos, como Robert Bauval , que propuso la correlación de Orión. Y llegó un momento que hubo que plantearse si tendría razón, porque Sirio tiene un papel muy importante y Orión también. El problema es que estas personas no quieren someterse al escrutinio de otros egiptólogos. La egiptología ha hecho oídos sordos a ese bando y ese bando se ha encargado de crear la imagen de que hay dos egiptologías: la heterodoxa y la ortodoxa. Y les dejamos, la egiptología lo permitió. Y no sólo lo permitió, sino que si algún astrónomo pretendía decir que había alguna pirámide que estaba alineada con una constelación, se le excluía. Eso pasó hasta hace prácticamente cuatro días, y que haya cambiado se lo debemos a investigadores españoles, como Juan Antonio Belmonte o José Lull , que son los primeros que han analizado eso seriamente, teniendo en cuenta que los egipcios eran grandes astrónomos y que ello tiene una influencia enorme en su planteamiento religioso. Así que la arqueoastronomía egipcia va con retraso, ya que ha tenido que luchar por desprenderse de ese halo que a día de hoy todavía sigue teniendo.

Muchos querrían descubrir la tumba de Nefertiti o la de Cleopatra y Marco Antonio. Yo me conformo con probar las conclusiones de mi tesis

–¿Qué es lo principal que aporta hoy en día Egipto al viajero?

–Como decía el padre de Indiana Jones, iluminación. Iluminación en el sentido de que gran parte de que nosotros somos creemos que proviene de la lógica griega y del derecho romano. Y no, en realidad lo que somos viene de mucho más atrás. Hay que llegar hasta el origen y el origen de la sociedad lo tenemos en el Oriente Próximo, entre el Nilo, el Tigris y el Éufrates. Y la gente que llega a Egipto con la mirada correcta, con la mirada profunda, lo que descubre es que hay muchas más raíces de lo que somos hoy en día que se anclan hasta el Nilo de las que creemos.

–Además de Oriente Próximo, ¿Egipto recoge también influencias de África? ¿Sería el puente con Europa?

–Sí, es un puente muy concreto. Siempre recomiendo a todo el mundo que después de viajar a Egipto hay que viajar a Sudán y a Etiopía. En Etiopía te encuentras el otro lado del espejo de lo que contaban los egipcios a partir de la Dinastía XVIII: las expediciones al país de Punt, las relaciones comerciales con los kushitas (que luego gobernarían Egipto durante una dinastía, los faraones negros nubios), el comercio con el oro y con el marfil… Incluso en la necrópolis de Qubbet el Hawa , en Asuán hay una tumba de un personaje llamado Herkhuf, que era el gobernador de la frontera de Elefantina, la frontera con el sur. Y en uno de sus viajes se trae algo que nunca se había visto en Egipto: un pigmeo. Y el rey Pepi (Dinastía VI) se enteró desde la corte en Menfis, en el norte y le encargó la misión de que lo lleve a palacio. Así que no cabe duda de que hay una influencia enorme y siempre hubo tratos y relaciones comerciales a través del Nilo con el África Negra. Y algunos de los elementos religiosos que encontramos en Egipto tienen mucho que ver con ritos que antropológicamente se han documentado en tribus del África Negra.

–¿Cuál sería el principal consejo que le daría a quien viaje a Egipto?

–Que viajen a Egipto, sin más. Que no se tenga miedo. Si hay un atentado islamista en Barcelona o en París y enseguida el mensaje es «No tinc por». Pero luego se produce un atentado en Egipto y ya no importa nada, ya es «no vayáis a Egipto, no es seguro». Pues El Cairo es tan seguro como París o como Barcelona. Y si no hemos sucumbido al miedo en Barcelona o en París, no hay que hacerlo en Egipto.

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