LIBROS

«El sentido de la realidad», Berlin contra los totalitarismos

Nacido en Letonia, Isaiah Berlin es uno de los grandes historiadores de las ideas. Emigró pronto a Inglaterra y enseñó en Oxford. Este ensayo recoge algunas de sus conferencias

Isaiah Berlin nació en 1900 y murió en 1997

CÉSAR ANTONIO MOLINA

Isaiah Berlin en este libro de ensayos, nueve en total, nos ofrece una profunda reflexión sobre alguno de los asuntos que conmocionaron a una de las centurias más importantes y violentas de la historia de la humanidad, el siglo XX. Por ejemplo, al nacionalismo lo califica de «patológico y narcisista» por esa autoadoración de los pueblos, de la convicción de su propia superioridad ilimitada sobre los otros y el consiguiente derecho a dominarlos. Berlin añade otros dos hermanos aterradores: el racismo y el fanatismo religioso . Esta tríada había conformado alguno de los fenómenos más espantosos y bárbaros del siglo XX. Berlin, que había nacido en 1909 y moriría en 1997, hubiera comprobado hoy, dos décadas después de su fallecimiento, como no solo estos males no se han apaciguado sino, por el contrario, desorbitado.

Revolución romántica

Este conjunto de escritos fueron la base de las conferencias que, en 1953, dio en el Smith College de Massachusetts, bajo el título «El realismo en la historia». Berlin se detiene en la revolución romántica, una de las grandes crisis en la historia del pensamiento moderno; en el socialismo y el marxismo; en la industrialización y el desarrollo científico y tecnológico; así como reflexiona sobre la trascendencia de la educación y la cultura, la libertad de expresión y la de los intelectuales. La defensa de la filosofía y del pensamiento , Berlin la expresa de la siguiente manera: «La filosofía es el arma más segura y profiláctica, pues toda su historia es una advertencia contra la creencia de que hay preguntas permanentes y soluciones finales».

Uno de los capítulos más interesantes de este volumen es el titulado «El compromiso artístico: un legado ruso » en el cual se refiere a la gran influencia que tuvo la cultura europea sobre la de la Rusia zarista y cómo estas ideas, apropiadas luego, fueron exportadas como propias. El compromiso artístico salió de Rusia y se extendió por el mundo. Desde Platón se había acordado que el artista es socialmente responsable. En «La República», Ion, es un poeta visionario que sabe la verdad y habla de ella bajo influencia sobrenatural. Semidivino es un creador emulador de Dios e inspirado por Él. Maestro de la virtud utiliza palabras útiles. Todo arte tenía un propósito más allá de sí mismo. El arte por el arte y la negación de su función social fue una doctrina tardía, un ensalzamiento de las virtudes del individuo. «El ascenso de la expresión de uno mismo con categoría dominante, ya sea individual o colectiva, frente a la búsqueda de la verdad objetiva a la que debe someterse el indagador, es, esencialmente, semejante al romanticismo, nacionalismo, elitismo, anarquismo o el populismo », escribe Berlin.

Berlin califica al nacionalismo de «patológico y narcisista» por esa autoadoración de los pueblos

El arte por el arte nació como protesta del artista por utilizar sus recursos para propósitos ajenos. Eso expresa Goethe , en el siglo XIX, en primer lugar. Los propósitos eran de carácter político o económico. Después del año 1830 hubo una protesta contra la comercialización del arte y el mercado de masas. El romanticismo fue contra la uniformidad, las leyes, la disciplina, las reglas, el industrialismo, la política, lo religioso. Y también contra el Estado, la Iglesia, el mercado, la tradición. El artista se convirtió en un solitario. Schiller escribió que en una sociedad dividida, en la que los hombres se han desviado de sus almas verdaderas e integrales, que una vez fueron unitarios y armoniosos, la función del arte era engañar a la naturaleza agraviada, y tratar de reconciliar a los hombres y a las sociedades con ellos mismos.

Hedonismo

Goethe ya había defendido al arte como formación del carácter humano integral, y lo había defendido contra el utilitarismo. Por el contrario Saint-Simon y Fourier se declararon contrarios a las teorías del arte debido a su irresponsabilidad hedonista. El papel principal del artista para ellos era la reconstrucción pacífica de la sociedad tras la revolución jacobina que había entregado a la plebe el intelecto y el talento. Saint-Simon y Fourier se refirieron siempre al arte como comunicación , como expresión de la conciencia de un hombre y sus necesidades e ideales condicionados por los de la clase a la que pertenece y las circunstancias de la sociedad en la que vive. De aquí viene la extrema readaptación marxista: la lejanía o neutralidad ante los problemas sociales era considerada frívola, egoísta, depravada.

Berlin explica cómo los rusos reinterpretaron a Saint-Simon, aunque Pushkin en la primera mitad del siglo XIX había sido también un defensor del arte por el arte. Berlin se detiene en Belinsky (1811-1848, crítico y ensayista influyente) para explicar estas dudas y contradicciones que abarcaron a la cultura rusa durante el XIX y que desembocarían en la alianza del utilitarismo cultural con el marxismo bolchevique revolucionario . Belinsky comenzó siendo un apasionado esteticista para luego dudar y optar por posiciones ambiguas que iban desde la defensa del arte autónomo al arte dependiente de la sociedad. Pero como escribe Berlin, Belinsky cambió, una década después, refiriéndose a un arte como respuesta a los que claman justicia. De ahí toda la deriva que desembocó tiempo después en el realismo socialista soviético: un arte al servicio del interés público totalitario.

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