Adolfo Simón ha puesto en marcha el Centro Dramático Rural en Mira (Cuenca)
Adolfo Simón ha puesto en marcha el Centro Dramático Rural en Mira (Cuenca) - Maya Balanya
TEATRO

«El sentido del arte es situar a la sociedad ante los temas que ha de resolver»

Autor, actor, director y pedagogo, el nombre de Adolfo Simón está detrás de algunas de las más originales y atrevidas apuestas escénicas de nuestro teatro

Madrid Actualizado: Guardar
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Nacido en Torrent (Valencia) en 1959, Adolfo Simón ha impulsado propuestas teatrales de concienciación contra el sida y de reflexión sobre el 11-M, entre otras iniciativas de fuerte compromiso social, ha dirigido con audacia, intensidad y hondura un buen puñado de textos de autores contemporáneos, ha escrito obras que se interrogan sobre las incertidumbres del ser humano («No fue un sueño», «¿Hay alguien ahí?», «Jack», «Sebastián», «Kromlech» , «David & Goliat»...), hace teatro de objetos y teatro para bebés, y en verano activa el Centro Dramático Rural en Mira (Cuenca). Es un animal de teatro que se suele mover por los márgenes situados fuera de los focos y en territorios mestizos donde los géneros se confunden. En esta entrevista traza una cartografía de su universo creativo.

Empecemos por el final. Sus dos últimos montajes, «Books» y «Karenina Express», son delicados ejercicios de teatro de objetos. ¿Puede explicar cómo ha llegado a ese proceso de depuración no sé si minimalista?

Las crisis pueden ser una oportunidad. Desde el principio de mi carrera artística no solo ha habido crisis económicas, también las hubo creativas, pero no lo consideré un obstáculo sino una posibilidad para reflexionar o indagar en otra dirección; curiosamente, esas crisis o las trabas que han podido surgir, no han hecho más que servirme de estímulo para defender la intuición que me ha movido siempre. Durante tres décadas he desarrollado diferentes proyectos, persiguiendo siempre aquello que creía era necesario para mí como creador y para un público de este tiempo. En otros momentos he apostado por textos y autores contemporáneos, poco a poco he ido buscando lo esencial y sencillo en la escena, tras un año y pico de pausa creativa, investigando otras dinámicas y poéticas, indagué en el teatro de objetos y lo conecté con los libros de artista, me encerré un tiempo en un espacio rural de creación y ahí surgieron «Books» y «Karenina Express»: el silencio y la poesía visual como propuesta para unos tiempos llenos de dolor y desencanto existencial.

En su universo teatral, parece que le interesa o pesa más lo pequeño que lo grande.

Siempre digo en broma que cuando tenga la ocasión de hacer un espectáculo con cuatrocientos focos no sabré qué hacer con ellos. Nunca he buscado el efectismo, siempre he trabajado desde lo accesible a nivel material y humano, teniendo muy en cuenta qué quería contar para que la escena no fuese un espacio sin discurso ético, un territorio de confusión; prefiero iluminar con una vela o susurrar al oído que mover grandes plataformas y elementos en un escenario para no contar nada.

Repasando su carrera, se percibe que tiene especial interés por los proyectos teñidos de compromiso social (concienciación sobre el sida, 11-M...). ¿Por qué?

Hablaba al principio de crisis, en las múltiples que he tenido para profundizar en mi imaginario, hubo un antes y un después de los terribles atentados del 11-M. A todos nos afectó muchísimo; aquel día recuerdo que iba a un ensayo que se suspendió y cuando volvía para mi casa sentí que era un zombi perdido en la ciudad. No pude ayudar en nada aquellos días, me quedé bloqueado; pasado un tiempo, decidí que, si era un hombre de teatro, tenía que hacer algo desde la escena para aliviar aquel horror y dolor que se había instalado en nuestra ciudad. Convoqué a autores, a once, para que escribiesen un texto breve sobre los hechos y así surgió «11 voces contra la barbarie». A estas voces se sumaron otras del mundo de la escena y de la sociedad civil y aunque fue complicado, al año siguiente llenamos de teatro los escenarios de Madrid para reflexionar sobre este atentado terrible. Antes había buscado textos que hablaran sobre las desigualdades o temas que preocupasen a la sociedad en cada momento, pero el discurso directo y comprometido fue otro tras el 11-M. A partir de entonces, todos los años realizo con alumnos o profesionales acciones escénicas para seguir alertando sobre el sida, la violencia de género, la inmigración, el racismo, la pobreza o la identidad sexual. Es extraño que algo terrible como el 11-M me permitiese ver con claridad dónde tenía que poner el acento ético en mi trabajo. Después vendría… «Grita: ¡Tengo sida!», «Heridas», «Teatro x alimento»… Para mí es necesario situar a la sociedad frente a los temas que ha de resolver, ese es para mí el sentido del arte.

Tras sus comienzos en Barcelona, se trasladó a Madrid en 1983 y aquí sigue. Ha estado vinculado a la Sala Cuarta Pared. Cuéntenos ese itinerario y por qué decidió establecer en Madrid su campamento.

Aunque nací en Valencia, mi padre era de Madrid y siempre se hablaba de esta ciudad como un lugar especial, pero al que no vinimos nunca durante mi infancia y adolescencia. El paso por Barcelona fue casual, aproveché la oportunidad para desplazarme a allí a trabajar muy joven y no lo dudé, aunque siempre estuvo Madrid en el punto de mira. De nuevo, no ir directo a los lugares me permitió descubrir el teatro en la Ciudad Condal donde estaba en plena efervescencia. Ver los primeros trabajos del Teatre Lliure y el ambiente de aquella ciudad me dejó una impronta importante para el devenir de mi trabajo posterior. Pero tenía que llegar a Madrid, una vez aquí tardé en encontrar un lugar con el espíritu que había vivido en Barcelona. Aquí, en Madrid todo estaba cambiando, pero todavía había muchos lastres de las formas de hacer de otra época. Cuando descubrí Cuarta Pared en la sede original, en la calle del Olivar, sentí que había encontrado mi lugar. Ahora hay actividades para niños en todas partes, pero no puedo dejar de recordar que en los principios de los noventa fue en Cuarta Pared donde realicé los primeros talleres para niños y jóvenes en esta ciudad. Fue una experiencia hermosa en la que ya intentamos hacer algo más que divertirnos. Ha pasado un cuarto de siglo y ahora hay muchas posibilidades de ocio y aprendizaje en nuestra ciudad a las que se acude asiduamente, pero aquellos principios fueron difíciles a la hora de plantear otra poética escénica, muchos compañeros se quedaron en el camino y aun así, se construyó un circuito y formas de hacer para la escena que han nutrido mucho a otros espacios y profesionales «a posteriori» y que, esta última crisis que estamos viviendo y la mala gestión cultural de nuestras instituciones casi ha desahuciado; no solo se echa a personas de sus casas, a veces también se expulsa al teatro de los escenarios y casi nadie protesta sobre esto cuando la cultura es tan importante y necesaria como la educación o la sanidad para el desarrollo del ser humano.

«La cultura es tan importante y necesaria como la educación o la sanidad para el desarrollo del ser humano»

Ha trabajado con textos de bastantes autores españoles contemporáneos y usted mismo es también dramaturgo, ¿se atreve a aventurar un diagnóstico sobre la salud de nuestra literatura dramática?

En mi primera etapa como director, que casi duró dos décadas, tuve la suerte de llevar a la escena obras de autores como Sergi Belbel, Juan Mayorga, Rodrigo García, Angélica Liddell, Raúl Hernández Garrido, Beth Escudé i Gallés, José Ramón Fernández, Carlos Be, Francisco Nieva… Y muchos más. En aquel tiempo todos estábamos trabajando y aprendiendo, descubriendo y redescubriéndonos… Siempre me ha movido la curiosidad, encontrar nuevos discursos literarios, escénicos o formativos. Así he indagado en nuevas dramaturgias, cabaret, «clown», danza contemporánea, todas estas experiencias han ido conformando mi particular manera de entender la escena. Ahora creo que todo es demasiado inmediato y que no hay conexión entre las disciplinas. En los noventa organicé y dirigí en Cuarta Pared los cursos «Aforo de verano», allí acudían a estos talleres todo tipo de artistas o estudiantes, los bailarines hacían dramaturgia y los autores indagaban en el «clown», había mucha curiosidad y necesidad de descubrir nuevas formas que solo se podían apreciar en lo que fue un referente para todos nosotros en aquella época, el Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas. Hoy tengo la sensación de que se hace un cursillo y ya se cree que se conoce la materia y se pone en marcha y se expone frente al público de inmediato. Creo que hay mucha confusión en el panorama, habría que darle la oportunidad al público para que opinase más. Creo que habría que distinguir en la cartelera qué está en proceso, de prueba o ya es una propuesta definitiva. Si volviese a dirigir textos de autores de hoy, habría, no obstante, unos cuantos nombres sobre los que me interesaría trabajar en su poética.

Es uno de los pocos directores que ha montado una obra de Angélica Liddell, «Nubila», autora muy celosa a la hora de dirigir sus propios textos. A mí me pareció un montaje formidable. Háblenos de la experiencia.

Sumergirse en la obra de Angélica Liddell es una experiencia transformadora si lo haces sin límites y honestamente. Aún recuerdo aquel verano en el que nos encerramos todo el equipo y yo en una sala de ensayos. Allí entramos para descubrir sin pretenciosidad que se escondía tras las palabras y las imágenes de «Nubila». Angélica ha sido para mí, junto a otros dos o tres autores a los que he dirigido, una oportunidad de sentir que todo el material y el proceso es un enigma, un trayecto que no sabes cómo terminará y ni si sobrevivirás a él. Recuerdo que se escribía, durante la representación, el texto en unos paneles de papel, al revés y alguien me dijo que esa era la escritura de la muerte. Creo que Angélica escribe en trance, como una médium y si estás disponible, la experiencia de trabajar en su obra se convierte en eso, en un rito ancestral donde el tiempo se detiene y te obliga a caer en un abismo del que van surgiendo flores monstruosas de gran belleza que hablan por sí solas en la escena, creando un universo único y transformador para quien lo hace y quién lo observa desde el escenario. Seguramente, «Nubila» fue una de las experiencias en las que más crecí como director que intenta escribir en escena entre las líneas del texto del autor.

«Angélica Liddell ha sido para mí, junto a otros dos o tres autores a los que he dirigido, una oportunidad de sentir que todo el material y el proceso es un enigma»

También ha hecho talleres de teatro para bebés, un ámbito en el que habla de dramaturgia invisible. ¿Cómo es ese teatro? ¿Difiere mucho en lo esencial del teatro para adultos?

Mi curiosidad me ha llevado también a conocer a fondo el teatro para la infancia, leyendo, escribiendo, asistiendo a espectáculos, etc. Siempre digo que el teatro para niños no se hace, salvo excepciones, con el respeto que merece. Por suerte esto ha cambiado bastante en los últimos tiempos. Cuando descubrí el teatro para bebés me quedé fascinado, era un espacio donde la sensorialidad, las artes plásticas, la poesía se instalaban para crear diminutos universos con los que captar la atención de los más pequeños. Conseguí realizar algunas propuestas tanto aquí en España como en Argentina y Chile. Toda esta indagación me llevó a elaborar un taller donde la tarea fundamental era construir una dramaturgia exenta de palabras, había que «escribir» con otro tipo de lenguajes y las posibilidades que surgen entonces son maravillosas, de nuevo, un espacio diferente en el que desarrollarme como hombre de teatro. Creo que no es erróneo cuando aparece la publicidad en la que dice: «Teatro para espectadores de 0 a 100 años» porque al final, lo que se propone es un viaje poético y vivencial que a todo tipo de espectadores le puede beneficiar. Al principio era complicado que entendiesen este tipo de propuestas porque requería de otro tipo de disposición en la escena, otra relación escena-público, ahora ya se tienen más oportunidades de ser programadas estas obras, pero eso también ha llevado a que a cualquier cosa se le llama teatro para bebés y debiéramos ser más serios a la hora de elaborar o programar este tipo de propuestas porque es para el imaginario más frágil, el de los bebés y lo que ahí se siembre, generará el público del mañana.

Autor, director, actor. ¿Una esquizofrenia llevadera? ¿Cómo combina todos esos aspectos de la creación escénica?

Procuro estar atento, en los espacios de pausa o crisis que vivo, para escuchar hacia dónde he de dar el paso siguiente, a veces es un trayecto interesante y en otras ocasiones he de dar un giro porque me había metido en un paisaje creativo donde no me sentía cómodo ni útil. Si no siento que lo que hago está conectado profundamente, termino huyendo de allí. Prefiero estar en ningún lugar o viajando a ninguna parte que quedarme en un espacio cómodo y de funcionario que cumple su horario y punto. Tanto cuando gestiono, imparto talleres, escribo, dirijo o en las pocas ocasiones que he actuado, he de sentir que he de hacer eso porque va a tener sentido y utilidad para mí y para quien tenga contacto con ello, sin pensar en el éxito económico y social ni en la trascendencia; si ese hubiera sido mi objetivo, habría movido los hilos de mi carrera de otro modo. Al final, esta locura de jugar al teatro y a mil roles, es lo que me ha salvado de la locura personal, si el teatro no se hubiera cruzado en mi vida no sé qué habría sido de mí.

Mantiene asimismo una faceta pedagógica que, supongo, le exigirá un proceso de reflexión y clarificación de muchos conceptos de cara a quienes escuchen sus lecciones. Comente, por favor, esa faceta de sus actividades.

Cuando me preguntan por qué imparto clases siempre dejo claro que no es por tener unos ingresos mensuales sino porque de ese modo sigo aprendiendo yo también. Para mí, mis clases, que en estos momentos imparto dentro de la asignatura de dramaturgia en el curso regular de Cuarta Pared, me permiten seguir en contacto con todo lo que surge cada año en cualquier disciplina escénica o artística y una vez experimentado por mí, lo comparto con los alumnos. Además, he de seguir indagando en toda la documentación que tenemos desde el origen del teatro hasta hoy. Así que es una experiencia inagotable que me ayuda a seguir creciendo y descubriendo para transmitirlo en las clases, con el objetivo primordial de que los que asisten a ellas se interesen en esta profesión no como seres manipulables sino como personas con criterio e identidad. Vivimos tiempos en los que la manipulación está al pie de la calle y es muy fácil conseguir que un joven termine siendo un clon tuyo o que piense como uno. A mí lo que me interesa en ponerles en contacto vivencial con el arte en todas sus múltiples facetas y que ahí, descubran y construyan su propio ideario. Sé que no son tiempos propicios para la ética y la poética, pero mi deber es transmitirles valores y herramientas, después, ellos tendrán que elegir y moverse en esta sociedad compleja para encontrar su propio lugar, en el teatro o en la vida.

«Realizo acciones escénicas para seguir alertando sobre el sida, la violencia de género, la inmigración, el racismo, la pobreza o la identidad sexual»

Ha creado un Centro Dramático Rural en un pueblo de Cuenca, con cursos, jornadas culturales y hasta un concurso de piezas breves de teatro. ¿Cómo surgió el proyecto y se ha ido desarrollando?, ¿cómo acogen los vecinos esta experiencia singular?

De nuevo, la casualidad o la causalidad de este largo viaje me ha llevado a volver a los orígenes, a Mira, el pueblo de mi madre donde iba en ocasiones a visitar a mis padres y donde me dejaron una pequeña casa en el centro del pueblo cuando murieron. Si yo hubiera tenido que elegir un lugar donde instalar un espacio de creación seguramente no habría sido en este pueblo pero, ahí llevo varios años apuntalando un espacio donde convoco a cómplices artistas que van a vivir allí experiencias y dejan su impronta en las calles y recovecos del lugar. Sin la generosidad de todos ellos no habría sido una realidad que hoy, tras mucho esfuerzo y empeño, empieza a tener sus pequeños frutos, allí hemos llevado a cabo, gracias a los audiovisuales que ha realizado Garcygrande sobre los mayores del lugar, cuatro documentales a los que hemos llamado «Retratos de memoria». La peculiaridad del lugar hace que cada calle esté separada por un pequeño muro blanco y he convocado a jóvenes artistas de artes plásticas para que vayan llenando los muros con su arte, creando así el «Museo en los muros de Mira-Arte al aire libre», algo que cuidan los vecinos cuando no estamos allí y que me enorgullece mucho porque al final es para ellos, para que el pueblo sea cada vez más hermoso y atraiga a gente de otros lugares. También han residido allí, en estancias creativas, profesionales de la talla de Sonia Megías o Mónica Runde para poner en marcha sus nuevos proyectos. Y la otra propuesta que está teniendo cierta resonancia es el Certamen de Textos Breves de Teatro Francisco Nieva del que ya se han realizado dos ediciones en las que se han presentado y seleccionado textos de autores tan importantes como Guillermo Heras, Pedro Víllora, Chema Rodríguez-Calderón, Raúl Hernández Garrido o Rafael Ruiz Pleguezuelos. Este año se presentarán los textos de la segunda edición en el Salón Internacional del Libro Teatral de la Asociación de Autores de Teatro en Madrid. Todos estos pequeños logros sé que irán creando un eco en aquel lugar de La Mancha del que ahora sí quiero acordarme.

Por último, el futuro. ¿Qué proyectos tiene entre manos?

Pues llevar «Books» a la Casa do Marioneta dentro del Festival Muscarium #2, Festival de Artes Performativas em Agualva, Cacém, Sintra, en octubre y seguir buscando lugares donde mostrar esta pieza y «Karenina Express». El nuevo curso de Dramaturgia 2016/17 en Cuarta Pared. La preparación del programa para el año que viene en el Centro Dramático Rural, donde habrá más danza, fotografía, artes plásticas, teatro y nuevas estancias de creación; probablemente la primera con una universidad americana que nos tiene muy ilusionados. Y, sobre todo, seguiré indagando en mis últimas búsquedas escénicas sobre el teatro de objetos y libros de artista, concretamente en dos piezas que ya están en proceso: «ABC», un libro caja-teatro que espero estrenar a primeros del año próximo, y «Álbum», el teatro de sombras más pequeño del mundo. De todo esto espero hablar más cuando se presenten. Y lo más importante, seguir atento a mi discurso personal, huyendo del ruido que nos aturde en esta sociedad deshumanizada.

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