LIBROS

Sebreli y su Dios en el laberinto digital

El sociólogo y filósofo argentino Juan José Sebreli se adentra en los complicados, e históricos, discursos del agnosticismo que nunca han sido el peor enemigo de la religión

El pensador argentino Juan José Sebreli (Buenos Aires, 1930)

El autor del libro, Sebreli , y quien esto escribe son agnósticos. No hay pruebas suficientes y certeras ni para el teísmo ni para el ateísmo , ni tampoco para términos medios eclécticos como el deísmo o el panteísmo. El ateísmo es incluso una ateología, está demasiado imbuido de religiosidad, vive sin cesar ocupándose de atacar la idea de Dios y logra un efecto contrario al que busca: reconoce la importancia del enemigo. Dios es posible en tanto no hay pruebas contundentes en su contra. La ciencia, a lo largo de los siglos, logró, y ahora aún más lo pretenden las nuevas tecnologías, desvelar muchos interrogantes . Pero todas ellas, ciencia y nuevas tecnologías, no han conseguido responder a las preguntas últimas sobre el ser y la nada, o sobre el surgimiento de la conciencia.

Doctrina, ideología

El agnosticismo no es fácil de explicar porque no es una religión, tampoco una ciencia ni una filosofía, sino una actitud del pensamiento que se plantea preguntas sin poder dar respuestas certeras. Ni doctrina, ni ideología, sino una postura que tuvieron muchos mortales antes de darle ese nombre en el siglo XIX. Huxley, un paleontólogo controvertido , fue el primero que pronunció la palabra agnóstico en el año 1869. Intentar saber lo que no se sabe pero insistir en las respuestas es lo que diferencia al agnosticismo del escepticismo que no espera nada. Entre el teísmo y el ateísmo, se encuentra el agnosticismo. Ni es deísmo que se confunde muchas veces con el primero, ni ateísmo que se confunde muchas veces con el segundo. Entre unos y otros, existe este tercer camino . Esta forma de pensamiento existió, de una u otra manera, a lo largo de la historia.

Al menos desde Sócrates (aunque el interés de este filósofo ágrafo estaba en la moral y no en la metafísica), los epicúreos, los estoicos (que junto con el neoplatonismo formaron el cristianismo primitivo), y el aristotelismo o el cristianismo medieval . Séneca, Montaigne, Descartes o Hume. Precisamente el filósofo inglés Hume introdujo el agnosticismo en el idealismo alemán, sobre todo en Kant . La famosa página en la «Crítica de la razón pura», dividida en dos columnas, es una prueba de ello: en una, están las pruebas de la existencia de Dios y la inmortalidad, y en la otra las refutaciones sobre la misma. Hasta nuestros días. El agnosticismo, el sociólogo Sebreli, lo ejemplifica en Hans Küng , era lo más creyente que puede ser un agnóstico y lo más agnóstico que puede ser un creyente.

Huxley fue el primero que pronunció la palabra agnóstico en el año 1869

«Dios en el laberinto» está escrito desde el agnosticismo y la razón , no desde la fe por la cual ambos sentimos un gran respeto espiritual. El agnosticismo está mostrado como una autodesignación limitada a intelectuales. El conocimiento racional no es inmutable y eterno, sino que varía de acuerdo con la época y con las condiciones históricas. Este libro descomunal, crítico y no complaciente, estudia la religión desde el punto de vista filosófico e histórico. La teología está convencida de que las preguntas últimas le pertenecen en exclusiva. El cientificismo y el positivismo limitan la ciencia al mundo material menospreciando las ciencias humanas que no ofrecen un conocimiento, exacto. No todos los científicos pensaron así: Galileo, Newton, y más tarde Einstein, se preocuparon por la fundamentación filosófica de sus teorías científicas . No hay que ver una contradicción entre el espiritualismo y el materialismo, sino unas semejantes fuentes de conocimiento. Y en este apartado Sebreli le hace un homenaje al jesuita Teilhard de Chardin.

Compañía ausente

Aunque el autor se refiere a todas las grandes religiones conocidas, la presencia del cristianismo, en especial del catolicismo , ocupa el mayor número de páginas. En otros tiempos el surgimiento del cristianismo, la evangelización, las disputas teológicas, las guerras, las órdenes religiosas, la teocracia, fueron ejes sobre los que giró durante siglos la vida cotidiana. En nuestros días Dios está más difuminado en lo cotidiano . De Él apenas ya dependen nuestros dolores y alegrías. Es como una compañía ausente.

La ciencia, por su propia razón de ser, trató en vano de sustituirlo pero no lo consiguió. Es más, yo diría que ciencia y metafísica confluyeron en su silencio ante el no saber. Pero el mundo digital , menos respetuoso y cooperador, está emboscando a esta construcción cultural ofreciendo a los potenciales feligreses, ahora clientes, respuestas falsas, inventadas, quiméricas a aquellas preguntas que nos hacíamos al comienzo de este texto.

eE ídolo pagano hoy son las nuevas tecnologías (con muchos beneficios) y el mundo digital

En el mundo digital (y de esto no se ocupa este libro), según nos vienen contando, muy pronto hasta la muerte será una reliquia del pasado. Y sin la muerte, en el cristianismo sin irnos a otras religiones, no habrá alma, resurrección, ni más allá con Dios. ¿Para qué entonces esta creencia? Por lo tanto ni las religiones, ni Dios, tienen en este sentido futuro, y, por supuesto, tampoco los agnósticos lo tendríamos. ¿Dispondríamos entonces de un Dios emérito? (esta es una idea mía). Tampoco en el mundo digital a este paso existirá el libre albedrío, es decir, la libertad de elegir, pues está siendo sustituida por los algoritmos. Todas las bases de la religión están en duda y es más, desalojadas por estas empresas materialistas que lo ofrecen ya todo en la tierra: por ejemplo la criogenización.

Falta de valores

La desaparición de la imposición religiosa en las sociedades modernas no ofreció un nuevo sentido de la vida, más bien fue sustituido por la «anomia», la ausencia de valores, la superficialidad, el vacío, la desilusión, la desesperanza … ¿La era digital viene a redimirnos de todo esto? Antes las respuestas para gran parte de la población estaban en los libros sagrados, en la literatura y el arte en general. Hoy, sin embargo, lo están en los ordenadores donde la pornografía y la violencia supera en millones de visitas cualquier otro asunto. El mundo informático de hoy no es afecto al más allá y a la inmortalidad del alma o al conocimiento sino al aquí y ahora de sus clientes. San Agustín ratificó que la resurrección de los muertos era la fe fundamental de los cristianos. O aquello de Unamuno «hambre de inmortalidad». En la nube antes estaba solo Dios que tenía la memoria y la información de todas las cosas para juzgarnos.

Hoy Dios, de esa nube, ha sido exiliado. Allí la memoria es ya de otros sin rostro, sin piedad, sin sentimientos. ¿Dios emérito o Dios exiliado? Así les pasó a los dioses de la mitología que aún nos rondan. En las mentes y en los corazones de los nativos digitales ya no queda espacio. Todavía no se ha creado una aplicación en la cual un mortal pueda conectar directamente con Él. Borges dijo que Dios era una biblioteca. Ahora el ordenador y pronto un robot. Entonces ¿dónde los teístas, dónde los ateos, dónde los agnósticos?¿Es posible la muerte de las religiones a manos de las tecnologías? ¿Sería mejor el mundo así entregado a la teocracia y totalitarismo digital? La religión, como ya comenté, tiene su origen en una etapa avanzada de la evolución humana, surge como una respuesta cultural ante lo desconocido . ¿Cuál es hoy y ha sido siempre su peor enemigo?

Sebreli nos recuerda que antes que las religiones aparecieran ya existía el dinero. Ese ídolo pagano son hoy las nuevas tecnologías (con sus muchos y reconocidos beneficios) y el mundo digital, superadores del materialismo histórico marxista y de los ateísmos de cualquier clase. Quizás ya sea tarde para aplicar aquello que defendió Hans Küng, una ética mundial con bases espirituales para lograr la paz entre los pueblos.

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