El saxofonista Pedro Pablo Cámara
El saxofonista Pedro Pablo Cámara - Adán Martín
MÚSICA

«El don del saxofón es su versatilidad»

El saxofonista Pedro Pablo Cámara firma un magnífico disco con conciertos que para su instrumento escribieron autores clásicos como Villa-Lobos, Ibert, Caplet y Glazunov

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No sólo de jazz vive el saxofón. Un magnífico disco del sello español Ibs, « Concertino da camera», recoge cuatro piezas concertantes para saxofón firmadas por compositores clásicos tan diversos como Villa-Lobos, Ibert, Caplet y Glazunov. Una grabación sorprendente por su programa poco habitual así como por su elevado valor artístico e interpretativo. Artífice del proyecto es el joven saxofonista toledano Pedro Pablo Cámara (1989), alumno de una eminencia del instrumento como Marcus Weiss.

–¿Cómo ve la situación del saxofón en el mundo de la clásica?

–Buena, aunque tenemos que luchar contra muchos prejuicios.

–¿Cuesta más vencer las reticencias del público o de los programadores?

–Al público de la clásica le chirría la presencia de un saxofón en el escenario porque asocia su sonido al jazz.

Pero si luego le gusta lo que propones, se va satisfecho. En cambio, el programador que tiene que contratarte previamente es más reticente. En festivales de cierto renombre, un recital de saxofón y piano es algo difícil de ver.

–¿Qué cualidades destacaría del saxofón?

–Lo más interesante es su versatilidad, su abanico de posibilidades y recursos, los diferentes colores que le puedes sacar.

–¿Su último disco es también su grabación más significativa?

–Estas cuatro obras, y quizá un par de piezas con piano, son en mi opinión las que más entidad tienen dentro del repertorio para saxofón.

–En los conciertos de Villa-Lobos e Ibert es evidente la influencia de armonías y sonoridades del jazz. Tal vez la pieza más sorprendente sea «Légende», de André Caplet, por la utilización impresionista del saxofón.

–« Légende» es una joya. Caplet obtiene del saxofón un color casi exótico y la amalgama tímbrica con las cuerdas es perfecta. Normalmente se interpreta esta pieza con el saxofón delante de todos, pero para mí no tiene mucho sentido. Yo prefiero mezclarme con el resto de instrumentos.

–Se aprecia en su disco un espíritu muy cercano a la música de cámara.

Si consigues hacer del instrumento tu propia voz puedes tocar cualquier música

–Para mí, hacer música de cámara es lo más importante. El concierto de Glazunov es mi obra predilecta, y en las grabaciones que conozco me parece que falla el ensamblaje entre solista y orquesta. Creo que es porque el concierto de Glazunov tiene mucho de espíritu camerístico. Mi interpretación va en esta dirección. Por eso, he buscado a gente con la que ya había colaborado y a la que conocía bien, músicos afines con una gran calidad y que quisiesen tomarse el tiempo de conocer estas músicas. El trabajo que realizamos fue un poco en cooperativa, con muchos ensayos y conversaciones. Ha sido complicado compaginar las agendas de todos, pero al final se ha conseguido.

–El repertorio del saxofón se desarrolla a partir del siglo XX. ¿Arregla piezas de épocas anteriores?

–Sí, hago arreglos pero no me gusta abusar. Le hacemos un flaco favor al saxofón si nos dedicamos a tocar el repertorio de otros instrumentos. Al mismo tiempo, veo necesario trabajar obras de compositores anteriores para nutrirme de su lenguaje. La mayor parte de las piezas para saxofón son posrománticas o neoclásicas, por lo que necesitas conocer el estilo clásico y romántico. Si no trabajas a los grandes autores de estas épocas te empobreces.

–¿Qué grandes autores se adaptan mejor al saxofón?

–Uno es Carl Philipp Emanuel Bach, del que me gustaría tocar en breve los conciertos para flauta. Y luego está Schumann: algunas de sus obras funcionan muy bien con el saxofón porque te dejan cantar. He tocado en concierto sus «Fantasiestücke op. 73» (para clarinete), « Romanzas op. 94» (para oboe) y la «Sonata para violín op. 105».

–En el fondo, Adolphe Sax patenta el saxofón en los años en que Schumann escribe estas piezas.

–Estoy convencido de que, si ofreces la esencia de la obra y si no la desfiguras, es lícito sondear nuevas posibilidades. Si puedes hacer del instrumento tu voz puedes tocar cualquier música.

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