Detalle de «Mon Cirque», de Jaime Hayón
DISEÑO

Salone del Mobile, caminos de ida y vuelta en la ciudad de Milán

La urbe italiana, capital mundial del diseño, volvió a celebrar su «Semana Grande». En las apuestas de este año –cuyo programa paralelo aún se puede disfrutar– se observa la tendencia de la industria a entrar en la galería de arte, y viceversa

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En Milán se celebra estos días una exposición dedicada a Manet, y su obra «El flautista» está en la trasera de los autobuses. Así nos da la sensación de que peregrinamos por la ciudad en busca del mejor diseño siguiendo a golpe de flauta -cual si de Hamelin se tratara- los recorridos del « Fuori Salone». La semana del Salone del Mobile nos confronta con la peliaguda diatriba: ¿Queremos ver lo último que el diseño industrial tiene que ofrecernos o queremos zambullirnos en una miríada de proyectos experimentales, especulativos, muchas veces prototipos, otras, en series limitadas, que son el alimento de las galerías especializadas?

No sólo es que las piezas que se han abierto paso en el mundo de la industria han pasado por una serie de exámenes de obligado cumplimiento, desde ser económicamente viables a ecológicamente responsables y cumplir con su función.

También es que las colecciones para el mundo de la galería tienen otra razón de ser: ser más una búsqueda de expresión personal, un ejercicio de libertad creativa sin restricciones. A veces las aportaciones de uno y otro campo se solapan, y diseñadores que hasta ahora trabajaban en solitario empiezan a adentrarse en la industria, cuando no la propia industria hace incursiones en proyectos de índole menos comercial.

Luces y sombras

Un caso sonado de lo primero fue el de Formafantasma (Andrea Trimarchi y Simone Farresin), que presentaron su primera pieza para la firma Flos, mientras que a su vez mostraban en una extraordinaria exposición llamada «Fundamento» todo el trabajo experimental previo a esa pieza producida industrialmente. Una investigación exhaustiva sobre la luz, su manipulación explorando su proyección, con los dibujos que hacen las sombras y los reflejos de color.

Por su parte, la conocida firma de tejidos Kvadrat hizo el camino inverso, mostrando el trabajo de Max Lamb para una «sucursal» de la empresa que, con el nombre de Really, reutiliza algodón y lana desechados por la fábrica. Lamb presentó doce bancos realizados con este material, una reflexión sobre el reciclaje y los procesos industriales. Y dar con nuevos usos a un material dedicado al ámbito de las cocinas fue la tarea de este año de Jaime Hayón, que creó una colorista instalación de cristal, casi de palacio, y una serie de piezas figurativas para Caesarstone. El español, más prolífico que nunca, presentó sendas colecciones para Nanimarquina (alfombras que son fantasiosos dibujos), Fritz Hansen (un poco más de calor, exuberancia y alegría para la firma danesa) o Wittman (herencia revisitada de una empresa vienesa que ya fabricaba los muebles de Josef Hoffman).

Este año tocaba Euroluce, y, allí, la mejor instalación fue la de Flos con colecciones de Michael Anastassiades, los hermanos Bouroullec y Konstantin Grcic, cada una más impactante que la anterior. Entre las firmas más interesantes, Cassina, que desde que tiene a Patricia Urquiola como «alma máter», parece otra, como si le hubieran inyectado adrenalina.

Dos proyectos favoritos: el sofá «Soft Props», de Grcic, que incide en su interés por las estructuras externas (también lo hizo para Magis), usando como respaldo el tubo que sirve de pasamanos en el metro de Milán; y el sofá asimétrico «Floe Insel», de Urquiola, que evoca las formas del hielo. Mientras tanto, Piero Lissoni, asiduo de la marca, presentó su primera colección, «SAKé», para B&BItalia.

Batallas legales

Como cada año, hubo reediciones. La más comentada, una butaca de Gio Ponti de los años 50 presentada a la vez por Cassina y Molteni&C, que al parecer entran ahora en una batalla legal por los derechos de reproducción. Entre las compañías pequeñas destacó la presencia de la neoyorquina Matter Made, con Jamie Gray al frente de una colección bien pensada y coherente con diseñadores como Faye Toogood, Philippe Malouin o Jonah Takagi.

Muy personal, por su parte, el trabajo de Paul Cocksedge, que tuvo que abandonar su estudio londinense y, antes de irse, realizó una serie de perforaciones en el suelo, extrayendo un material que mezcla el cemento y el ladrillo. Un trabajo que habla de la Historia del espacio en las piezas creadas con esta materia prima para la colección «Excavación: Desahucio».

Y mientras Brera se empieza a poner tan intransitable como la difunta zona Tortona, otra área de la ciudad atrae la atención de los más avezados: la llamada 5VIE. Federica Sala es quien está detrás de este proyecto, y de Foyer Gorani, un grupo de cuatro exposiciones de diseñadores emergentes: Matteo Cibic, Sabine Marcelis, Philipp Webber y Sigve Knutson, cuatro talentosos cuyo trabajo muestra formas diversas y fecundas de explorar el diseño.

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