LIBROS

Richard Ford: «Soy egoísta... Habría sido muy decepcionante como padre»

El novelista estadounidense rinde tributo a sus progenitores en «Entre ellos», un hermoso libro que se publica en España el 17 de enero y que encierra el secreto de su literatura: «Si hubiese tenido una niñez atormentada, no habría sido escritor»

El escritor norteamericano Richard Ford Inés Baucells
Inés Martín Rodrigo

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Cuando Edna, la madre del escritor norteamericano Richard Ford (Jackson, Misisipi, 1944), estaba ya muy enferma de cáncer, citó a su hijo en su casa. Tenía algo que confesarle. Más bien una petición que hacerle. Cuando la muerte se aproxima, no hay manera de esquivarla. Llega, y punto. Y tú eres el primero en saberlo. Edna lo sabía, y por eso necesitaba tener aquella conversación. Duró apenas unos segundos. Instantes que, aunque Ford no podía intuirlo entonces, marcarían el resto de su vida.

Hasta hoy mismo. Ella no estaba segura de ser capaz de cuidar de sí misma, sola, durante más tiempo. Él, en un gesto que pretendía restar importancia al momento, dijo que podía mudarse con él cuando quisiera. A su madre se le iluminaron los ojos: «Si estás seguro, empezaré a hacer planes». Y Ford pronunció una frase de la que aún hoy se arrepiente: «Espera un poco». La mirada de Edna se oscureció y ninguno dijo nada más. Mes y medio después, su madre fallecía. Roto de dolor , Ford empezó a escribir sobre ella, consciente de que el luto por la pérdida nunca te abandona. Aquel tributo apareció tiempo después en forma de libro bajo el título «Mi madre» . Más de treinta años después, ya convertido en afamado y premiado novelista, el estadounidense reunió las fuerzas -y las notas- suficientes para evocar, esta vez, la memoria de su padre , que murió de un ataque al corazón cuando él tenía dieciséis años. Un texto hermoso que Ford ha decidido publicar junto con el anterior y que llegará a las librerías españolas el próximo 17 de enero: «Entre ellos» (Anagrama).

-Me encanta el título: «Entre ellos». Hace referencia a cómo influyó su nacimiento en el matrimonio de sus padres. Sé que es una pregunta difícil de responder, pero… ¿qué tenían sus padres «entre ellos» antes de que usted naciese?

-Es una pregunta que el libro responde mejor de lo que yo puedo hacerlo. Durante quince años, mis padres no tuvieron hijos; es muy posible que pensaran que nunca los tendrían. No necesariamente por esa razón, aunque sin duda contribuyó, mis padres se dedicaron cada vez más el uno al otro. Otras parejas casadas podrían haberse comportado de otro modo, volverse infelices. Pero mis padres se mantuvieron en buena medida dentro del amor con el que habían comenzado su vida de casados. Fue una suerte para todos.

«Si uno tiene una niñez feliz como la que yo he disfrutado, olvidar es una maldición»

-¿Por qué decidió escribir los dos textos, sobre todo el último, el tributo a su padre?

-Decidí escribir sobre mi madre en 1980, en parte porque habíamos permanecido extremadamente unidos desde la muerte de mi padre, en 1960. La vida y la muerte de mi madre eran para mí hechos profundamente significativos. La quería con locura y la eché de menos cuando murió. Después de haber escrito sobre mi madre, se me ocurrió la posibilidad de escribir sobre mi padre, aunque sólo fuera por una cuestión de simetría personal, pero también porque lo recordaba y lo quería. La dificultad estaba en que, a mediados de la década de los ochenta, mi padre llevaba veinticinco años muerto; y antes, cuando vivía, a menudo se ausentaba de nuestra vida por cuestiones de trabajo. Temía no tener suficientes recuerdos sobre él para escribir una memoria propiamente dicha. Pero decidí hacer lo que siempre hago: no parar de tomar notas, notas sobre él. Necesité treinta años para que esas notas acumulasen suficiente cuerpo como para poder escribir sobre él. Pero, en cierto sentido, me inspiró la misma motivación que en el caso de mi madre: lo echaba de menos, incluso ahora que soy un hombre de la tercera edad.

-Aunque los recuerdos que evoca son a veces tristes y muy duros, me da la sensación de que su niñez fue bastante feliz. ¿Estoy en lo cierto?

-Mi niñez fue extremadamente feliz. De hecho, he llegado a preguntarme cuál era mi problema, porque con mis padres, que eran muchísimo más mayores que yo, tenía una relación sana y afectuosa. Por supuesto, eran personas muy buenas y cariñosas; y yo era su único hijo. No todos los escritores tienen que tener una niñez atormentada. Estoy seguro de que si yo hubiese tenido una niñez atormentada no habría llegado a ser escritor.

-¿Y era su padre su héroe, como el de tantos niños?

-No, no lo era. La verdad es que nunca he sido una persona que cultivase héroes. Lo más cercano que he tenido a un héroe es mi esposa.

«El factor más importante para hacerme escritor fue que me convertí en un lector ávido»

-Si su padre no hubiera muerto tan pronto, ¿se habría convertido en escritor? ¿Está la escritura, la literatura, relacionada con su pasado, con su niñez?

-Estoy prácticamente seguro de que si mi padre hubiese vivido más de 55 años, hasta mis últimos años de adolescente, jamás se me habría ocurrido ser escritor. Mis padres nunca habrían entendido esa idea, y estoy seguro de que me la habrían sacado de la cabeza. Para empezar, a mí no se me habría ocurrido. Habría buscado un trabajo, me habría enrolado en el Ejército, quizá ni siquiera hubiese ido a la Universidad... Habría seguido las huellas de mi padre, imagino. De hecho, pienso que las «razones» por las que uno se hace escritor son siempre únicas para cada individuo y difícilmente pueden achacarse a esta o a aquella influencia. Supongo que el factor más importante para hacerme escritor fue que acabé por convertirme en un lector ávido y quería hacer por alguien, por otro lector, lo que los libros hacían por mí. Y además me gustan las palabras, me producen placer, con sus infinitos matices.

Richard Ford fotografiado con sus padres, Parker y Edna, siendo un niño

-Durante quince años, sus padres llevaron una vida ambulante, de un lado a otro, sin origen ni rumbo fijo. Cuando usted nació, su vida cambió, su llegada les cambió la vida. ¿Eran ellos conscientes de ese cambio, llegaron a serlo, con el paso del tiempo, de los años?

-A mis padres no les gustaba recordar el pasado, quién sabe por qué. No me contaron prácticamente nada de su vida anterior. Estoy seguro de que sí eran conscientes del cambio, y estoy casi seguro de que estaban todo lo preparados que se puede estar para un cambio así... Querían ser padres y que un hijo les acompañara, así que se adaptaron.

-Usted en el libro no sólo define lo que significa ser niño, lo que conlleva la niñez, sino también lo que supone ser hijo. Usted lleva casado mucho tiempo y, sin embargo, no tiene hijos. ¿Alguna vez se ha imaginado cómo sería como padre?

-Sí, habría sido muy decepcionante como padre. Soy egoísta, incongruente, descuidado, despistado... Y como nunca he disfrutado realmente de la presencia de niños, estoy seguro de que mis hijos habrían tenido que tratar de vivir conmigo más que disfrutar de mi paternidad. Es bueno que Kristina y yo no hayamos tenido hijos. Ella siente lo mismo que yo.

«Apenas acabamos de empezar a ser contaminados por ese monstruo insípido que es Donald Trump»

-Le cito: «Me aproximo a esa otredad y ellos me eluden, como hacen los padres». ¿Ha logrado usted, a través de las palabras, disolver el misterio de esa otredad a la que hace referencia? ¿Por qué, como hijos, no somos capaces de ver claramente a nuestros padres?

-Nunca he logrado disolver por completo su «otredad». Y me pareció apropiado no poder hacerlo, y que mi fracaso denote un respeto a mis padres. Conocer los mecanismos internos de otras personas es siempre la tarea más difícil que tenemos los humanos. E intentar, como hijo, comprender los mecanismos internos de los padres es aún más difícil. No debería ser fácil.

-Uno de sus recuerdos más antiguos es el de una vez que pincharon en mitad de un puente y, mientras su padre cambiaba la rueda, su madre lo abrazaba a usted con fuerza por miedo a que se cayera. Estoy segura de que, aunque ese instante lo recuerda con claridad, hay otras muchas cosas de las que no se acuerda. A la hora de escribir unas memorias, ¿el olvido es una maldición o una bendición? ¿Cuál es la principal tarea de un escritor de memorias?

-Si uno tiene una niñez feliz como la mía, olvidar es una maldición. Aparte de eso, las memorias son todas diferentes y no siguen normas establecidas. Algunas son personales; otras, como las mías, tratan de otras personas... Para mí, la mayor responsabilidad era asegurarme de que escribía sobre ellos y no sobre mí.

-Según San Agustín, la memoria es una facultad del alma. Vuelvo a citar un párrafo del libro: «El escritor de memorias nunca es sólo el narrador de historias de otras personas, sino que es un personaje más de esas historias». ¿Ha sido esta escritura en concreto un alivio, una especie de cura?

-Probablemente no ha sido ni una cura ni un alivio. Me alegra haber pasado el tiempo que pasé con sus memorias evocadas y, por tanto, «con ellos». Me alegra que ahora sus vidas se conmemoren de un modo respetuoso y afectuoso. En cierto sentido, ahora «existen» de una manera más segura que antes, gracias a mis esfuerzos. Eso me gusta.

«Al periodismo actual le falta curiosidad. Es perezoso, salvaje. Se le llama erróneamente periodismo»

-En el epílogo escribe que «el hecho de que a menudo las vidas y las muertes pasen desapercibidas ha inspirado específicamente este pequeño libro sobre mis padres». Me pregunto si ese hecho es también el principal secreto de la buena literatura...

-Es posible. La buena literatura siempre le está diciendo al lector: «¡Mira! ¡Presta atención!». Y a menudo se trata de prestar atención a algo o a alguien que habría pasado desapercibido. Aunque también hay otras razones.

-Desde que publicó «El periodista deportivo», hace más de treinta años, ha demostrado ser, tanto para la crítica como para los lectores, la voz de la América contemporánea. ¿Qué opina del Estados Unidos en el que vive ahora, el Estados Unidos de Donald Trump?

-Apenas acabamos de empezar a ser contaminados por ese monstruo insípido. Me causa pavor pensar cómo acabará todo esto. Nadie lo sabe. Pero es probable que no sea nada bueno para el país, excepto en la esperanza de que se produzca una reacción.

-¿Qué pensaría Frank Bascombe del periodismo actual? Bueno, en realidad me interesa saber qué opina usted.

-No puedo generalizar respecto al «periodismo». En Estados Unidos es, en buena parte, perezoso y le falta curiosidad. También hay parte, a la que se denomina erróneamente «periodismo», que es salvaje. Otra gran parte es mera opinión. Y sólo una parte relativamente pequeña es satisfac- toria. Pero no hay mucho periodismo dedicado a la conservación del bien público, sino que más bien está inspirado sólo por el beneficio.

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