ARTE

La Ribot: El cuerpo impulsado por la curiosidad

La artista visual madrileña vuelve a entrar en una galería, ahora con Max Estrella. «Take a Seat» invita a pararse a pensar

«Walk the Bastards», de La Ribot

FERNANDO CASTRO FLÓREZ

Es paradójico que una artista inquieta, verdadera «nómada» de la coreografía contemporánea, dé la bienvenida al espectador de Max Estrella con once sillas que reciben el título de Walk The Bastards (2017). Esta instalación rescata las que no fueron incluidas en la obra Walk the Chair (2010) que realizó para la Hayward Gallery. Ese objeto común está marcado por la escritura. Textos de filósofos o artistas, y anotaciones sobre el destino de esas sillas invitan a realizar un desplazamiento y acaso a sentarnos para hacer lo más inusual: pensar . Aquí no se trata, como en la mítica obra de Kosuth, de contrastar el objeto real, la foto y su definición en el diccionario, sino que está mucho más cerca del «activismo» de Esther Ferrer, incansable en su trajín performativo.

El placer de interpretar

Aceptando que la cuestión formulada es la de «coreografiarte tú mismo», pensé inercialmente en el juego de las sillas; pero también comprendí que La Ribot estaba animándome a establecer relaciones, a deslizarme en el placer de la interpretación.

El vídeo Mariachi 17 (2009) expande el placer corporal de adentrarse en lo que parece la «tramoya» del escenario. Tres bailarinas graban en el Teatro de la Comédie de Genève para generar un plano secuencia de 25 minutos en el que vamos descubriendo un mundo familiar y, al tiempo, extraño. Contemplamos visiones estrictamente corporales con la cámara agitándose y moviéndose en un apasionado «arte del índex». En algunos momentos aparece un dedo que nos indica hacia dónde vamos o aquello para lo que se solicita atención. Asi se va generando una combinación lúcida de lo fragmentario, unificado por el placer vital.

El catálogo más antiguo que se conserva de una colección privada, escrito probablemente por Antonine Agard en 1611, se cierra con una frase elocuente: «Quedan (amigo lector) mil otras galanterías no escritas para evitar una excesiva prolijidad, y muy raras piezas que, gracias a mi pequeño trabajo y búsqueda, yo recupero con frecuencia para saciar tu curiosidad, si ella te lleva a venirme a ver y tocar con el dedo todo lo que te he marcado aquí delante». Esa curiosa pulsión catalográfica late en la video-coreografía de La Ribot.

En el vídeo Travelling Olga / Travelling Gilles (2003), el baile entreteje la naturaleza fría y hermosa con la simulación fotográfica del paisaje en una suerte de «gabinete de aficionado». Ya Cicerón afirmaba que el «arte de olvida» tenía una importancia análoga al «arte de la memoria». Los travellings corporales de La Ribot funcionan como un discurso meta-pictórico , enfocando y tocando el mundo como si fuera una «naturaleza muerta». No se trata de una meditación sobre la vanidad del arte, sino de una invitación a vivir de otra manera , pensando el simple acto de sentarnos para incorporarnos y grabar lo que nos pasa impulsados por un cuerpo extremadamente curioso.

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