ARTE

Rebelión femenina en el Surrealismo

El Museo Picasso-Málaga reúne la labor de 18 creadoras que, si bien no pueden adscribirse en la corriente surrealista, sí que bebieron de sus fuentes. La finalidad no era otra que mostra sus anhelos de libertad

Juan Francisco Rueda

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No hay duda de que las 18 artistas sobre las que se cimenta esta exposición del Museo Picasso-Málaga (Eileen Agar, Claude Cahun , Leonora Carrington , Germaine Dulac, Leonor Fini , Valentine Hugo , Frida Kahlo , Dora Maar , Maruja Mallo , Lee Miller, Nadja, Meret Oppenheim, Kay Sage, Ángeles Santos , Dorothea Tanning, Toyen , Remedios Varo y Unica Zürn ), mantuvieron una actitud de insumisión y un anhelo de libertad. No hay duda, también, de que, a la luz de las obras expuestas, aunque algunas de ellas manifestaran reparos o se negaran a ser adscritas al Surrealismo, han de ser vinculadas plenamente al movimiento. Tan plenamente como podemos vincular a Picasso o a Ernst.

Por sus propios senderos

Es decir, aunque sus carreras fueran extensas y diversas, buena parte de sus obras transitaron por los senderos reconocidos como surrealistas. Y no fue difícil, ya que el surrealismo planteaba, entre otras cuestiones, una revisión del ser humano y un profundizar tanto en su organización social colectiva como en los más obscuros rincones de la psique.

Una categoría que define al movimiento y que es enunciado por muchas de estas artistas es la de alteridad, la capacidad de ser-otro

Una categoría que define al movimiento y que es enunciado por muchas de estas artistas es la de alteridad, la capacidad de ser-otro. Hasta tal punto, que se revela como una preocupación esencial y una aportación trascendental de las mismas al surrealismo. Aquí radica uno de los valores de esta muestra. Reside en esto un posicionamiento político y una aspiración de igualdad a través de la diferencia.

Actos de resistencia

En la búsqueda de libertad ha de entenderse que hay un primer y decisivo acto de resistencia frente a una herencia, más o menos matizada, que habían recibido los surrealistas en relación a la mujer como proyección de miedos y deseos . Esta herencia era puesta en práctica en las creaciones (la iconografía y las metáforas femeninas, como la histeria o la mantis religiosa ), o en el andamiaje teórico que construyeron, y de ella huyeron, rebelándose, todas estas creadoras.

Esa libertad, en cualquier caso, no fue fácil ni gratuita ; muchas fueron, precisamente, parejas de surrealistas ( Bellmer, Breton , Tanguy , Ernst o Penrose ), arrastrando algunas una gran angustia existencial. El vastísimo conjunto acentúa la diversidad de estas autoras y los posibles nexos y diálogos entre ellas. Del mismo modo, sitúa cómo algunas abordan, en el segundo cuarto del siglo XX, discursos en torno a la identidad y el género que siguen siendo de una pertinencia extrema.

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