La veterana galerista Elvira González (a la derecha) y sus hijas
La veterana galerista Elvira González (a la derecha) y sus hijas - Belén Díaz
ARTE

Una página viva

Elvira González ha estado al frente de algunas de las mejores galerías españolas de los últimos cuarenta años. Primero Theo, codirigida con su marido Fernando Mignoni, y posteriormente la que lleva su nombre y que ahora cede a sus hijas

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Madrid, mediados de los setenta. Todavía recuerdo bien mis años de estudiante de Historia del Arte (gracias eternas, profesor Julián Gállego…), cuando, entre emocionado, curioso y expectante, iba «de galerías», a la busca de material sensible fresco y novedoso. Años en los que el arte contemporáneo brillaba más bien por su ausencia que por su presencia, y en la que el panorama expositivo de la capital –con algunas excepciones de la Fundación Juan March y de la Dirección General de Bellas Artes– parecía recordarnos a la tierra baldía de Eliot… Las pocas galerías de arte madrileñas empeñadas en exponer arte contemporáneo suponían un impagable alimento para el espíritu y el ojo. Y entre ellas, una de mis favoritas era la galería Theo, fundada en 1967 por el pintor Fernando Mignoni y por su esposa, Elvira González, a su regreso a España tras cuatro años de estancia en París.

Desde entonces, el nombre de Elvira González quedará ligado de forma indisoluble a nuestro arte más reciente. Sus primeros pasos –literalmente– creativos los daría dentro de la danza clásica española, con la compañía de su madre, Elvira Lucena, llegando a ser primera bailarina del ballet del teatro de La Zarzuela y viajando por todo el mundo con la compañía de Pilar López. El dulce veneno de las artes también viajará con ella: su padre fue el notable escultor almeriense Juan Cristóbal. Ambas raíces forjarán una personalidad sensible, culta, curiosa e inquieta.

Un oasis

La galería Theo fue durante gran parte de los 60, todos los 70, y un trecho de los 80, una suerte de oasis expositivo dentro del páramo nacional. A lo largo de más de 25 años (hasta su cierre en 1993) ofreció exposiciones de algunos de los artistas más destacados y seminales del siglo XX: Rodin, Picasso (cuya «Suite Vollard», por cierto, sufriría allí un «vitriólico» atentado ultraderechista en 1971…), Juan Gris, Julio González, Fontana, Albers, Bacon, Esteban Vicente, Dan Flavin, Rothko... Muchos de ellos nunca expuestos en España con anterioridad, al tiempo que mostraba –y recuperaba del amargo gas del olvido– a los principales representantes de la Escuela de París.

En febrero de 1994, ya como única directora, funda la galería Elvira González, continuando con una exigente línea expositiva especializada en el arte del siglo XX y XXI, fundamentalmente artistas europeos y americanos, a los que se han ido incorporando otros nombres más recientes, entre ellos, Barceló, Waltercio Caldas, Olafur Eliasson, Robert Irwin, Mapplethorpe o Chema Madoz, uno de sus últimos fichajes.

En la galería Theo expusieron algunos de los artistas más destacados del siglo XX: Picasso, Rodin, Bacon, Rothko...

Elvira González se ha mantenido firme y constante en la primera línea de nuestras galerías. Eso sí: con la participación cada vez más protagonista de sus hijas Isabel y Elvira Mignoni, ha seguido desarrollando una meritoria y coherente labor galerística –a la que también se ha sumado en los últimos años su hijo Fernando–, fomentando el coleccionismo, sobre todo el privado, potenciando el conocimiento del arte actual, llevando a cabo un amplio número de exposiciones, algunas tan señaladas como «Rothko» (1995), «Picasso y la Mujer» (1996), «Una estética permanente» (1997), «Calder / Tanguy» (1999), «Arte Minimal» (2003), o «Donald Judd» (2009), y participando en las principales ferias de arte del mundo: Art Basel en Basilea y Miami, Fiac, Frieze... donde su presencia ha sido siempre muy bien acogida. Una continua labor que se ha visto reconocida con diversos premios, como la Medalla al Mérito de las Bellas Artes (1999), la Medalla al Mérito en el Trabajo (2011), o el Premio Arte y Mecenazgo (2013).

Quizás Elvira González no ha poseído el glamur, el poder social y económico, la popularidad o el sentido comercial de otras grandes damas del galerismo español (casi un auténtico matriarcado). Tampoco le ha hecho falta. Su trayectoria, edificada a base de esfuerzo, entusiasmo, curiosidad, olfato, seriedad y buen hacer la avalan. Hasta convertirla en una página viva de nuestro arte contemporáneo.

Ver los comentarios