Un momento de la serie «Oficina de infiltrados»
Un momento de la serie «Oficina de infiltrados»
SERIES

«Oficina de infiltrados», «El mismo cielo», «El Marginal», vivir detrás de una máscara

Agentes secretos, espías e infiltrados comparten un oficio apasionante y peligroso, una fábrica inagotable de historias. Dos series europeas «Oficina de infiltrados» y «El mismo cielo», y la argentina «El Marginal» ilustran el asunto con maestría

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hay una escena en «Oficina de infiltrados», no demasiado relevante para la historia, que tocará el corazón de cualquier trabajador de una gran empresa. En «Le bureau des légendes» (título original) se cuenta el día a día de los funcionarios de la Dirección General de Seguridad Exterior francesa, donde no solo está prohibido hacerse confidencias; ni siquiera es legal formular ciertas preguntas. Si alguien desconoce algo, es porque no debe saberlo. Ese principio lo rige todo. En un momento de crisis, la vida de un agente corre peligro y una empleada rasa se atreve a preguntar. Guillaume Debailley ( Mathieu Kassovitz) empieza a explicarle la situación con claridad meridiana, sin guardarse nada, con normalidad. Alguien advierte la novedad a través del cristal y el despacho empieza a llenarse de gente.

Hasta el director de la unidad se incorpora para escuchar de su mejor hombre las gestiones puestas en marcha, los peligros que acechan y las probabilidades, limitadas, de salvar al amigo. Todo transcurre a la velocidad de un drama iraní. Un tipo habla y un número creciente de personas escuchan. Ni siquiera la música empuja con los típicos acordes épicos.

Al protagonista le sirve para colgarse los galones de líder, como si regresara de la misión de su vida. Acaba de volver de Siria, de hecho, sin tanto reconocimiento. El espectador se siente reconfortado: queda esperanza en el mundo libre, como mínimo en la oficina. Y los guionistas demuestran que se puede emocionar sin hacer estallar una bomba en las manos de un chiquillo.

Todo es excelente en la serie de Eric Rochant, para algunos la mejor ficción francesa de la historia. Movistar+ ha estrenado esta misma semana la segunda temporada, mientras mantiene la primera en sus laberínticos menús, al alcance de los más sagaces.

No falta quien dice que «Oficina de infiltrados» es la mejor serie francesa de la historia

Las referencias a «Homeland» -francamente buena la sexta temporada- son evidentes, con las diferencias habituales entre ambas culturas: menos espectacularidad pero mayor credibilidad para lo francés, sin que la tensión se resienta. Uno sufre con Marina Loiseau aunque no necesite pastillas para la bipolaridad y Jean-Pierre Darrousin es una versión originalísima de Saul Berenson. Kassovitz es tan potente como Carrie y Brody juntos. Una colega lo define como alguien que «vive en fuga para evitar mirarse al espejo».

Ya hemos hablado por estos lares de la israelí « Fauda» (Netflix) y de «El infiltrado» (AMC), la prueba de que Le Carré sigue muy vivo. Movistar+ estrenó también hace unos días la miniserie alemana «El mismo cielo», escrita por Paula Milne y dirigida por Oliver Hirschbiegel, que también hablan del peligroso oficio de representar vidas impostadas para arrancar secretos al enemigo. O al amigo. El director de «El hundimiento» cuenta las peripecias de Lars Weber (Tom Schillin), un muchacho de la RDA entrenado para conquistar solitarias mujeres con los bolsos llenos de secretos. (A alguno se le pasará que Sofia Helin, peinadísima, era la agente sueca de Bron / Broen). Es tan divertido ver las lecciones del régimen para ligarse al enemigo que cualquiera mira ahora a una seriéfila al ojo izquierdo. El conjunto recuerda a «Deutschland 83», pero con personalidad propia. Comparte con las citadas el chute de adrenalina que supone vivir bajo la máscara en terreno enemigo. Es un oficio ruin no exento de nobleza, justo lo contrario de lo que muestran los delatores de la red tejida por la Stasi, siempre en busca de cobardes o entusiastas para entromenterse en la vida de los otros. «El mismo cielo» es también un monumento sociológico de la Alemania dividida, con en el dopaje de Estado y el Mundial del 74 como telones de fondo.

Recomendación final

El protagonista no es un espía, pero malvive infiltrado, como DiCaprio cuando le dieron el Oscar a Scorsese. Por su aspecto, Juan Minujín parece una versión portuaria de Amenábar. Su papel en «El Marginal» es apasionante, pero la fortaleza la confiere el conjunto, con un puñado de personajes fantásticos. «Diosito» es único con sus piños de barraca. No le va a la zaga su hermano, que dirige la cárcel desde dentro, cual Paul Sorvino argentino. El pequeño Pedrito y su colega de la Sub 21 (Trueba hizo bailar a Abel Ayala con Darín) son unos secundarios formidables. Martina Gusmán también se gana el jornal, pero mi favorito es el director del penal (Gerardo Romano), la demagogia hecha carne, un político de raza -es abogado y llegó a trabajar en el Ministerio de Justicia- que haría carrera en una cabina de teléfonos (los más jóvenes quizá no entiendan la imagen). Si no pueden parar -la tienen en Netflix- no pidan responsabilidades. A mí me la sopló Hugo Silva, todavía disfrazado de agente de otro ministerio

Ver los comentarios