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«Una novela criminal», Jorge Volpi al servicio de los hechos

El XXI Premio Alfaguara novela el caso de Cassez y Vallarta, acusados de formar parte de una organización de secuestradores

Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968) Ignacio Gil
Arturo García Ramos

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El menor de los hechos presupone el inconcebible universo y, de modo inverso, el universo implica el más trivial de los sucesos que descuidadamente rellenan nuestra olvidadiza vida. Esa idea de Borges, que conlleva la infinita red de causas y efectos y, además, postula la existencia de una explicación, por ardua o inalcanzable que sea para los mortales, que justifique esa concatenación casi infinita de hechos, se vuelve inquietante al concluir la lectura de «Una novela criminal», de Jorge Volpi . En el centro nos encontramos con la francesa Florence Cassez y el mexicano Israel Vallarta , detenidos un día cualquiera de sus mediocres vidas como sospechosos de formar parte de una organización cuyo propósito es el secuestro y la extorsión.

Una enorme maquinaria escénica se alza entonces para devorarlos. Desde las pertinentes instancias policiales y jurídicas, hasta los presidentes de México y Francia , pasando por activistas políticos de toda índole o, claro, el cotillón al completo de los mass media, todos colaboran en el espectáculo y se personan directa o indirectamente como acusadores o defensores de la causa. Lo que empezó siendo un episodio local se vuelve asunto de Estado, dilema social, parábola universal . Hasta el punto de que pareciera que el objeto de la novela es averiguar qué rol correspondió a cada uno, sin olvidar al autor y al lector. La detención de dos secuestradores presuntos se convierte en un drama de dimensiones shakespearianas y el escenario en el gran teatro del mundo.

Magna representación

Aficionado a la urdimbre de brillantes ingenios narrativos , Volpi se propone someter la materia que trata a una decantación imposible, el deslinde de la realidad y la ficción. Insiste en que el papel que le corresponde es el de ordenar las informaciones, cotejar los testimonios, transmitir desde el ángulo más objetivo posible la verdad de lo ocurrido. Esta es una novela sin ficción, subraya . No le creemos . Cuanto más lo reitera más crece nuestra sospecha de que el propósito de la novela es mostrar una realidad contaminada de ficción en la que el esclarecimiento de los sucesos y de las motivaciones o alcanzar conclusiones definitivas es tarea imposible.

Lo inquietante de su propuesta es cómo nos engulle la confusión de los acontecimientos

Hay cierta sorna y cierto drama en su constante reclamo: «In verita in verita vi dico». Por más que se esfuerce en plantear cronologías, recopilar documentos, incluir testimonios y acopiar perspectivas divergentes no perdemos la consciencia de encontrarnos en el territorio de la novela. Y sabemos que lo que nos propone es el juego de la literatura . Consumadas las paradojas que invitan a transgredir el arte y la vida, para el juicio estético tiene nula importancia la realidad de los acontecimientos y la verdad del arte es otra que la de la historia y ni un ápice de valor se aquilata por la semejanza de la ficción a la realidad.

El interés de «Una novela criminal» está más en la información documental que en el valor ficcional , que el autor deliberadamente ha querido minimizar. Lo inquietante de su planteamiento es cómo nos engulle la confusión de los acontecimientos hasta interrogarnos sobre nuestra participación en el drama, siquiera como público de esa magna representación. Al completar la lectura, una sensación de repudio y desconfianza hacia el mundo nos invade, y es preciso aferrarse a la idea de que la fe en la verdad es imprescindible para el ser humano.

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