Escena de «Metrópolis», de Fritz Lang
Escena de «Metrópolis», de Fritz Lang
COMUNICADOS DE LA TORTUGA CELESTE

No quiero ser posthumano

¡Seguir así, siendo yo, este yo que soy ahora, por toda la eternidad, con todos mis sufrimientos! La perspectiva es terrorífica

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Me gustaría hacer una serie de reflexiones sobre el futuro posthumano, aquella vieja idea de los ochenta y de los noventa (Moravec, Hayles, Tipler, etc.) que ahora regresa para prometernos un futuro feliz y radiante cuando nuestros cuerpos de diseño biológico jamás se pongan enfermos y cuando nuestra conciencia sea descargada en un disco duro donde, libres de este cuerpo de carne, viviremos vidas inmortales en entornos paradisíacos.

Pensemos en lo que es el ser humano real y la vida humana real. Piense en usted, querido lector, querida lectora. Su vida está hecha de pequeños triunfos y pequeños fracasos. Hay ciertas emociones que siempre le acompañan: una sensación de miedo y de angustia que nunca desaparece del todo; una vaga sensación de culpa por no haber hecho las cosas bien; envidia cuando ve cómo viven otras personas que no se merecen lo que tienen; la sensación de que su vida no es como usted había soñado, que ha sido engañado, que la vida no es en absoluto como le habían dicho, que hay muchas cosas que quería conseguir que jamás conseguirá; también buenas cosas, por supuesto, cosas maravillosas, amor, hijos, amigos, una profesión que le encanta, el placer de aprender y descubrir cosas nuevas, pero también frustración, preocupaciones (por los hijos, por la salud, por la casa, por el dinero) y también desilusiones, muchas veces con personas queridas... Y pequeñas miserias, pequeños secretos mediocres, y pequeñas traiciones, y pequeñas mentiras... O quizá grandes, quién sabe... En fin, no creo que sea necesario seguir. Esta es la vida humana corriente de una persona que vive una existencia cómoda y razonablemente feliz dentro de un país en paz, moderno y civilizado. Y ahora imagine que una vida así es descargada en un disco duro, para toda la eternidad.

La perspectiva es terrorífica. ¡Seguir así, siendo yo, este yo que soy ahora, por toda la eternidad, con todos mis sufrimientos! ¿Saben esto los defensores del posthumanismo? ¿Saben que todos los seres humanos sufren? Supongo que sí, al menos de una forma teórica, y que lo que se proponen es precisamente erradicar el sufrimiento. Lo que proponen es, de hecho, crear un ser humano nuevo, que no tendría ninguna de las características del que nos es conocido. ¿Y cómo podría ser ese ser humano inmortal, eternamente joven, carente de miedo, envidia, culpa, desilusiones, límites? No tenemos ni idea. No podemos ni imaginar cómo sería un ser humano así ni cómo se comportaría.

¿Qué pasaría con las malas personas cuando se descargue su conciencia en el famoso disco duro? ¿El cabronazo seguirá siendo cabronazo? ¿El político corrupto, el maltratador, seguirán robando y maltratando? ¡Supongo que los abogados del posthumanismo habrán pensado en esto! ¿Qué harán antes, extraer de la conciencia del cabronazo el impulso violento, el machismo, el narcisismo enfermizo? ¿Y cómo se podría hacer tal cosa? Porque en cierta medida todos somos narcisistas, manipuladores, dictatoriales y violentos, incluso las personas más suaves y razonables. Es la naturaleza humana. Pero el posthumanismo, nos dicen, va a mejorar la naturaleza humana. ¿Cómo van a hacerlo? Si saben hacerlo es que saben cómo funcionan los seres humanos y por qué, pero es evidente que eso no lo sabe nadie. En el siglo XVIII se suponía que el problema era la ignorancia y la superstición, y que con una educación «positiva» basada en los hechos, todos los problemas de la humanidad desaparecerían y ya no habría guerras ni injusticias. Pero está visto que el problema es mucho más complicado. Legiones de antropólogos, sociólogos, psicólogos, psiquiatras, biólogos, neurólogos, filósofos, teólogos..., llevan siglos intentando descubrir por qué los seres humanos se comportan como se comportan y cómo se podría lograr que dejaran de matarse y de odiarse entre sí, pero nadie consigue dar con la clave. Pero los posthumanistas darán con la clave. Son ese tipo de «científicos» del futuro que saben perfectamente lo que la ciencia descubrirá pronto, muy pronto, quizá dentro de diez, quince, veinte años...

Seremos mucho más «inteligentes», pero ¿seremos más bondadosos? ¿Seremos posthumanos altruistas o bien nos divertiremos de lo lindo haciendo lo que más nos divierte hoy en día a los seres humanos reales: dominar, conquistar, intentar ser los reyes del mundo? Los científicos siempre parecen creer que hay un vínculo necesario (ellos sólo parecen concebir la existencia de estos vínculos axiomáticos) entre el conocimiento, el bien, la paz y lo razonable. La verdad es que las cosas no funcionan así, y que el conocimiento y lo razonable pueden usarse para matar y dominar, y de hecho se usan para esos fines sistemáticamente. Olvidan también, casi siempre, y esto me parece asombroso, la importancia del dinero y las desigualdades sociales. Olvidan que todas las innovaciones de la ciencia resultarían, al menos en principio, sólo accesibles para millonarios. Claro que eso cambiará en el futuro posthumano, donde no habrá dinero (no será necesario).

Pero ¿cómo podría producirse ese «salto evolutivo»? Los posthumanistas suponen que todo lo que está mal en el ser humano presente se debe a algo así como una serie de «errores de programación». Como para ellos los seres humanos no son más que máquinas bastaría con corregir esos errores. Reprogramar la máquina para que funcione bien. Pues sí, digamos que bastaría con corregir esos errores. El problema es que nadie sabe cuáles son esos errores, que los supuestos errores serán también nuestras mayores virtudes, que lo que para uno es un «error» para otro será un acierto, etcétera. El verdadero problema, es que los seres humanos no somos máquinas. ¿Por qué? Porque las máquinas sirven para algo y tienen un propósito, mientras que el propósito de los seres humanos nadie sabe cuál es.

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