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Tú no eres como otras hijas

Angelika Schrobsdorff consigue desprenderse del rencor hacia una «mala madre» que no fue tal, gracias a lo cual convierte estas memorias en una excelente novela

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Para que una madre no sea como las demás tiene que ser libre. Eso es lo que nos han demostrado años y años de Historia y literatura. La madre de Angelika Schrobsdorff no era como otras madres, es cierto. No se parecía a nada que en su época pudiera responder al nombre de mamá. Ni siquiera hoy, tanto tiempo después, se parece a ninguna. Aunque Else, la protagonista de esta historia, viviera los años veinte como burguesa judía inconformista en Berlín, hoy en día sigue siendo una vida fuera de lo común; quizá es eso lo que anima a los editores a anunciarla como un clásico, que los personajes y el contexto no pierden vigencia por más años que pasen.

Y Else, como personaje, tiene gran parte de culpa, porque era «una mujer con instinto femenino y capacidad intelectual varonil, una combinación que [...] todavía no había visto». Y no lo digo yo, lo dice el que fue su tercer marido, padre de la escritora.

La madre de Angelika tuvo una vida digna de convertirse en literatura, pero el mérito de esta historia, con una prosa cuidada, no es que el argumento esté basado en la vida de Else, sino en que es su hija quien la cuenta. Para que una madre no sea como las demás tiene que ser libre, y eso siempre someterá a sus hijos a una contradicción: ¿admirar a la madre mágica, o detestar a la madre inconstante? Porque la libertad parece incompatible con la maternidad, y es en este punto donde me detengo. Angelika ha conseguido ser justa con la libertad y la personalidad de su madre sin caer en reproches ni autocomplacencia. Para que Else pudiera ser como fue, tenía que desprenderse de la maternidad en ciertos casos. Ella misma se preguntaba si era una mala madre –algo que hoy en día también nos cuestionamos sobre las mujeres que no viven la maternidad como un sacrificio– y sabía bien la respuesta: si se tenía en cuenta la práctica, lo era; si ser mala madre se medía con el amor que sentía por sus hijos, no lo era.

En tercera persona

Lo difícil es, desde luego, no convertirse en una mala hija, en una hija despechada; lo cual me lleva a afirmar que del mismo modo que Else no era como otras madres, Angelika tampoco es como otras hijas.

En la narración de la vida real de su madre, a menudo utiliza la tercera persona incluso para hablar de sí misma. Se aleja del «mi madre», «mi padre» o el «yo» para poder contar la historia como debe contarse. Por este motivo « Correr el tupido velo», de Pilar Donoso, se convierte en unas memorias del escritor chileno, mientras que «Tú no eres como otras madres» se convierte en una novela excelente, además de en unas memorias.

Gracias a Else y a cómo Angelika se desprende del resentimiento que una hija podría sentir por una madre así –diferente en cualquier época, conviviendo con más de un hombre, manteniendo amantes y dejando a sus hijos con los abuelos para poder viajar y escapar de la realidad– tenemos una novela que no sólo habla de lo individual –la vida cotidiana con una mujer fuera de lo común–, sino también el testimonio de una época. Else se abre a un mundo amplio en cuanto decide desobedecer a sus padres y al judaísmo, mientras que el mundo también se abre al horror: Hitler y el Holocausto. La vida que aquí se cuenta es una vida llena de luces y de sombras, y no es tampoco una vida como otras vidas.

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