La historiadora Deborah Lipstadt (Rachel Weisz) y su equipo de abogados en «Negación»
La historiadora Deborah Lipstadt (Rachel Weisz) y su equipo de abogados en «Negación»
CINE

«Negación»: Todos mienten

Aunque no se estrenará hasta abril, «Negación» nos sirve para reflexionar sobre la «postverdad» y el relativismo desbocado a través del juicio -basado en la realidad- entre una historiadora y un filonazi que creía falso el Holocausto

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Una de las entelequias más en boga hoy en día es que absolutamente todo es relativo y admite diferentes puntos de vista, tantos al menos como para conceder al mundo entero una parte de razón en cada posible cuestión a tratar. Gracias a las redes sociales y su capacidad para generar una especie de «periodismo alternativo», la compulsión participativa –hablar, opinar, matizar, criticar, atacar, insultar, humillar, silencia–- ha ido convirtiendo los temas candentes de los últimos años en un caos babélico muy en consonancia con la ineficacia «babélica» de las instituciones para solucionar nada, hasta convertir cualquier tragedia o drama en un «trending topic» de corta duración, ya sean los efectos de la crisis en las economías vulnerables, el éxodo de millones de personas huyendo de circunstancias desfavorables, o la radicalización ideológica cuando se suponía que las ideologías eran cosa del pasado desde la caída del Muro de Berlín.

Formar gobiernos parece cada vez más difícil y los que se forman son de echarse a temblar, y mientras tanto la democracia se deteriora a pasos agigantados entre los tentáculos del capitalismo porque no encuentra argumentos contra la lógica del dinero.

En un clima así, « Negación» (Denial, 2016, Mick Jackson) seguramente será despachada como un película de formato televisivo, amparada en un «gran tema», con buenos actores, un guión decente, una fotografía sin énfasis, una banda sonora poco intrusiva y para de contar. Cine de palomitas que irrita mucho a la crítica porque no permite grandes vuelos hermenéuticos. Desde luego, no juega en la liga de la colosal serie « O. J.: Made in América» (2016, Ezra Edelman) en cuanto a dramas judiciales se refiere, pero su funcional modestia puede ayudarnos a pensar en el Holocausto desde una perspectiva más allá de los planteamientos de Theodor Adorno sobre Auschwitz y la poesía, e incluso más allá de «los límites de la representación». Si la sometemos a la dictadura del ME GUSTA/NO ME GUSTA o la colocamos ante el gran canon occidental, está claro que –como diría Godardsus imágenes no son únicas y son simplemente imágenes. Quizás lo que podríamos hacer entonces es preguntarnos dónde falla el cine cuando arremetemos contra él, ¿en sí mismo (en el enorme número de obras mediocres que se produce, como en la pintura, la escultura y el arte en general) o en nuestra incapacidad para darnos cuenta de que sólo después de haber visto muchas películas inconsecuentes comenzamos a entender el valor y la autoridad de las obras maestras?

Injurias

Imaginad que a una famosa historiadora (Rachel Weisz) la denuncia un famoso escritor (Timothy Spall). Ella es americana y judía; él es británico y de ideología filonazi. A ella se la conoce por un brillante estudio sobre el Holocausto y quienes niegan que hubiese sucedido; y él, por supuesto, es negacionista. Como a él le ofenden los argumentos de ella en su contra, la lleva a juicio por injurias en Gran Bretaña, donde –a diferencia de Estados Unidos– todo el mundo es culpable hasta que se pruebe lo contrario. La tarea de ella a partir de ese momento consiste en demostrar que el Holocausto sucedió, algo en apariencia muy fácil pero en realidad bastante difícil porque el ejército alemán se ocupó de borrar las pruebas más determinantes. Casi todo lo referente al tema es sensible de ser interpretado: un campo de exterminio podría verse como un campo de concentración, las cámaras de gas como salas para despiojar cadáveres, los hornos crematorios como la solución perfecta para evitar enfermedades... Y, por si a alguien lo anterior le parece una majadería propia del cine, me apresuro a añadir que la película está basada en hechos reales y que ella es la historiadora Deborah Lipstadt y él el negacionista David Irving.

Esta película, pese a su modestia, nos ayuda a pensar en el Holocausto más allá de los planteamientos de Adorno

Ahora que ya estamos metidos en materia, no estaría mal que pensásemos en nuestras risas mientras veíamos « Malditos bastardos» («Inglorious Basterds», 2009), donde se revierte la Historia con mayúsculas, convirtiendo a los judíos en ángeles vengadores (muy a la americana y muy a lo Quentin Tarantino) y haciendo que Hitler y un buen número de oficiales alemanes se quemen vivos en el interior de un cine. Aunque sólo se trata de una película, podríamos añadir que también es un producto de la industria del entretenimiento, como en realidad lo son hoy en día los campos del concentración y de exterminio. Sergei Loznitsa se centró en Dachau y Sachsenhausen para rodar allí su documental « Austerlitz» (2016), donde las masas de turistas atraviesan el encuadre mientras deambulan sin saber bien hacia dónde mirar, siguen a guías que anuncian «el momento más terrorífico» de una visita guiada, hacen comentarios de cualquier tipo, se ríen o posan para un «selfie», barriendo con su «inconsciencia» el imperativo ético bajo el que se decidió preservar esos lugares en los que el presente debería conectarse con el pasado. Son imágenes reales y, sin embargo, parecen parte de una distopía escrita por J. G. Ballard o uno de los abismos que W. G. Sebald abría en la Historia con mayúscula y donde sus personajes se iban disolviendo a medida que se hundían más profundamente en ella.

Durante el juicio que ocupa la mayor parte del metraje de «Negación», vemos a un equipo de abogados defensores intentando reevaluar la Historia sin utilizar como testigos a posibles víctimas del Holocausto y tampoco a la historiadora encausada, cuyos argumentos pueden ser puestos en tela de juicio por cualquiera si no son capaces de probarlos. Uno se pregunta al ver la película qué es lo que nos ha llevado a una situación de tal relativismo. También se pregunta cómo sus imágenes dan la impresión de estar disociadas del tema que en apariencia ilustran y hasta cuándo seguiremos teniendo pruebas que nos permitan encontrar la verdad a través del coro de voces contradictorias a nuestro alrededor, aquí, ahora.

Ver los comentarios