CINE

Najah y Zahed, hermanos después de las armas

«My Enemy, my Brother» es un corto documental que recoge el encuentro de dos veteranos que lucharon en la guerra entre Irán e Irak en los años 80 del pasado siglo. Ambos se salvaron la vida mutuamente, pero con 25 años de diferencia

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«Esta historia me costó 17 años de mi vida. Yo tenía 18 o 19 años cuando la guerra entre Irak e Irán comenzó. Ella cambió nuestra vida. Yo era feliz. Tenía un restaurante en el que trabajaba 13 o 14 horas diarias.Me gustaba mi trabajo. Tenía una chica especial, nos queríamos. Cuando ingresé en el Ejército iraquí ella estaba embarazada. Le prometí que me casaría con ella cuando regresara, que me diera un par de meses», recuerda Najah Aboud. Tras luchar en la guerra, fue hecho prisionero y no fue liberado hasta el año 2000, más de una década después de que acabara. El conflicto se saldó con un millón y medio de muertos entre civiles y soldados de ambos bandos.

«A nadie le gusta la guerrra, pero el dictador [Sadam Husein] nos dijo que si no ibamos nos mataría a nosotros y a nuestras familias. No tenía elección», recuerda este veterano, hoy asilado en Vancouver (Canadá), en el corto documental « My enemy, my brother» («Mi enemigo, mi hermano»).

Dirigido por la escritora y realizadora Ann Shin, es una pequeña cinta de 16 minutos que ha sido proyectada y laureada en algunos de los mejores festivales de cine del mundo y se quedó a un paso de ser finalista para los Oscar de este año. El pasado mes de enero fue presentada en Madrid, en la sede del Parlamento Europeo, por la eurodiputada Beatriz Becerra, como un ejemplo de que la cultura puede ser un instrumento que ayude a sensibilizarnos ante conflictos cuyas cifras de víctimas llenan titulares con tanta frecuencia que lo único que logran es la indiferencia de las conciencias. Un efecto que, alertan, ya sucedió durante la Segunda Guerra Mundial.

Niño soldado

El otro protagonista de esta historia es Zahed Haftlang, quien con apenas 13 años decidió alistarse en el Ejército iraní: «Mi padre abusaba de mí y me pegaba». Pensó entonces que la guerra sería su liberación, pero no fue así. Se convirtió en una de los niños reclutados, en lo que se conoce como Basij, una milicia creada para luchar contra las fuerzas iraquíes lanzadas por Husein con el objetivo de reconquistar territorios que consideraba legítimamente suyos ( Juzestán y Shat al-Arab).

Algunos de estos niños ocuparon la primera línea del frente para caminar delante de los soldados y así detectar las minas colocadas por el enemigo. Zahed tuvo algo más de suerte. Su labor consistía en revisar los búnkeres una vez habían sido volados por la artillería. Comprobar que no hubiera supervivientes, y si los había... matarlos. En uno de ellos se encontraba Najah.

Cuando Zahed se acercó, vio a un enemigo cubierto de sangre que lloraba y suplicaba por su vida. Su primera reacción fue meter su mano en la chaqueta del moribundo donde encontró un pequeño corán. En su interior había una foto de su novia y de su hijo. «Quizá fue su familia, o la foto, pero aquello me hizo cambiar de opinion. Decidí salvarle la vida», relata en el corto. Se había obrado un pequeño milagro gracias a un libro que durante siglos ha dividido a los hombres. Aquel día, un chií (la rama del islam que profesan mayoritariamente los iraníes) salvaba la vida a un suní (línea que predomina entre los iraquíes). Zahed se había transformado «en un ser humano. Ya no era un enemigo ni un asesino», recuerda Najah. El adolescente iraní hizo una barricada con cadáveres para protegerle y durante días le limpió las heridas. Después le llevó a un hospital. No volvieron a verse.

Concluida la guerra, Najah estuvo en un campo de prisioneros iraní hasta el año 2000. Allí aprendió a hablar farsi. Zahed fue recluido en un campo iraquí, del que fue liberado en 1990. Cuando volvió a casa no encontró a su familia pero sí su tumba. Lo habían dado por muerto. En distintos momentos ambos emigraron como refugiados a Canadá. Veinticinco años después de aquel primer encuentro en las trincheras volvieron a verse las caras en un centro para víctimas de tortura. Aquel reencuentro, que le permitió conocer que aquel gesto de humanidad había tenido sentido, salvó la vida de Zahed que había intentado suicidarse carcomido por el dolor y la desesperanza. La familia de Najah lo adoptó como un miembro más, y ambos se convirtieron en «hermanos de sangre».

En torno a una taza de té

Ann Shin, periodista, escritora y realizadora de documentales canadiense conoció la historia de Zahed y Najah a través de un artículo en una revista. «Me emocionó lo milagroso de la historia –cuenta–, dos enemigos que se habían salvado el uno al otro en el campo de batalla y que años después se volvieron a encontrar en circunstancias extraordinarias». Viajó a Vancouver para conocerlos personalmente. En torno a una taza de té verde, Najah y Zahed le contaron su historia en un encuentro que se prolongó durante cinco horas. «Cuando terminaron yo estaba enganchada. Cuando una historia te agarra, te ves obligado a hacer una película y harás cualquier cosa para lograrlo. Shin quería, necesitaba compartir aquella historia de dos enemigos «que fueron decentes y compasivos el uno con el otro en circunstancias inhumanas. Empecé a rodar con ellos ese mismo fin de semana», recuerda Shin.

Responsable de títulos como « The Defector: Escape from North Korea» (2012), «The Four Seasons Mosaic» (CB - 2005), «Western Eyes» (CBC Newsworld) (2000), la realizadora de origen coreano siempre ha sentido interés por lo que sucede en Oriente Medio, donde se pueden rescatar «pequeñas historias preciosas con un final feliz y positivo. Eso es realmente lo que me emocionó sobre el relato de Zahed y Najah. La suya es una conmovedora historia que trasciende las diferencias religiosas y culturales que con frecuencia nos dividen, y tengo la esperanza de que sea un recordatorio oportuno de la humanidad que todos compartimos».

Durante el rodaje, Shin reconoce que no todo fue fácil. «El mayor reto fue ser testigo de las opiniones enfrentadas dentro de la familia sobre si Najah debería o no regresar para buscar a su mujer y a su hijo». También fue difícil comprobar cómo Zahed iba enfrentándose a cada reto en Canadá. «A veces quería abandonar y dejar el documental, pero al final siempre regresaba; y yo continuaba esperando que las cosas mejoraran para él».

El éxito del corto, además de varios premios, le ha granjeado a Shin y a su equipo un mayor apoyo financiero para retomar la primera versión del proyecto del que tuvieron que desistir por falta de dinero. La realizadora ha invertido los dos últimos años en un largo que incluirá el regreso de los dos veteranos a sus países de origen. «Najah ha sufrido durante este tiempo un ataque al corazón del que se está recuperando. A pesar de ello, siente, más que nunca, que debe regresar a Irak para buscar a su mujer e hijo perdidos. Nosotros les seguiremos a ambos en ese viaje de vuelta para reunirse con los suyos y poder cerrar al fin su doloroso pasado».

La guerra recreada en Barcelona

En este documental, que contó con un presupuesto de 50.000 dólares canadienses (32.000 euros), Ann Shin se enfrentó con el mismo reto que otros cinestas que llevan a la pantalla historias reales. «Cómo mostrar lo que ocurrió en el pasado. No soy fan de cursis dramatizaciones, yo quería crear una estética única que se adaptara a la historia». Para contar la parte histórica del encuentro de Najah y Zahed «utilizamos el montaje de imágenes reales de la guerra irano-iraquí, que combinamos con escenas interpretadas por actores. La escena en el búnker fue filmada por mi coproductora Melanie Horkan, en Barcelona, en un estudio sobre fondo verde con dos actores españoles (Ilya Muñiz y Fabio Banchelli). Estas imágenes en movimiento fueron montadas sobre el archivo de fotos de la guerra». El segundo encuentro, 25 años después, entre Hajad y Zahed fue rodado en la ciudad canadiense de Vancouver.

Ann Shin lleva inmersa en este proyecto más de tres años y además de sus trabajos como realizadora también ha desarrollado proyectos multimedia para esta y otras de sus obras. Por ejemplo, para The Defector: Escape from North Korea creó una página web interactiva y una app para móviles que desarrollaban la historia como si se tratase de un videojuego.

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