Entrevista

«Las masacres de Sudán del Sur incluyen niños: el hijo de tu enemigo puede ser mañana el asesino de tu hijo»

Xavier Aldekoa, autor de «Hijos del Nilo», recorre pueblos, mitos, cultura, alegrías pero también guerras a lo largo de un río que nace en el corazón del África negra y desemboca en el Mediterráneo

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¿Qué te ha llevado a escribir sobre el Nilo?

Es un libro sobre un río que me fascina, pero que también ha fascinado a muchos antes: Heródoto, Aristóteles, Platón, incluso a Napoleón. Todo el mundo que tenía una inquietud de mirar al otro, al diferente, acababa yendo al Nilo, un símbolo de la autoridad. Otras civilizaciones desarrolladas y con sus particularidades se iban al Nilo. Y en mi caso, me apasiona porque es un río que tiene mucha de la esencia de África, sus entrañas están en la África negra exuberante, que atraviesa países en problemas como Sudán del Sur, imperios con una historia brutal como Etiopía y, sobre todo, esa sensación de empezar en la África negra, pasar al mundo árabe y terminar mezclándose en las culturas mediterráneas.

Eso es África al final.

—¿Sabes qué hay realmente mágico en Jinja?

—…

—¡La cerveza Nile!

En plena búsqueda de las fuentes del Nilo, en Jinja (Uganda), mientras tú estabas embriagado por el misticismo del lugar, tu compañero de viaje lo que quería era beber la cerveza «Nile Special». ¿Este misticismo solo nos interesa a los blancos?

Soy consciente de que también voy con prejuicios en la mochila, no me elevo por encima... Yo iba pensando en el misticismo de las fuentes, y luego una chavala te vacila cuando tratas de entrevistarla y te dice «yo lo que quiero es ir a un bar». O mi colega: «Lo que es mágico aquí es la cerveza Nile, que está de puta madre». La magia tiene mucho que ver con la vida de las personas, con lo que nosotros llamamos fe o tradición. Quería ironizar con nuestra visión blanca en este tipo de situaciones.

¿Por qué la magia inunda tanto sus vidas? ¿Cómo convive con la creencia en el islam y el cristianismo?

Bueno, la palabra clave es esa, la fe. Llámala magia si quieres desprestigiarla, o religión si quieres darle más estructura, o suerte si quieres quitarle cualquier vestido religioso. En algunos casos la colonización afectó a todo el mundo, pero en África, aunque consiguieron implantar el islam y cristianismo, subyacen esas creencias propias. Son muy orgullosos de sus raíces. Eso está presente en que van a misa los domingos, rezan cinco veces al día, pero tienen su realidad. En el Nilo, por cuestión geográfica había sitios que no se podían pasar, el sur del pantano de Sudán del Sur hizo de tapón geográfico. Luego está la cuestión del orgullo. Son civilizaciones con mucha historia, desde el imperio nubio, los faraones egipcios, al reino Aksum en Etiopía, y que tienen mucho peso. Esa sensación de que no son cuatro pueblos que llevan cuatro días con su magia, no, no, son pueblos que llevan mucho tiempo teniendo orgullo de pertenencia cultural, lo que hace que sean menos permeables a la influencia directa de los demás. Había unas culturas fuertes para resistir a estas injerencias del exterior.

En los últimos años el islam más radical y sectario también ha llegado al África Subsahariana, que parecía ajeno al islam de los países del golfo. ¿A qué se debe este contagio?

La presencia del islam es desde hace siglos. El fundamentalismo es un cáncer para cualquier sociedad. Por ejemplo, Egipto lo está sufriendo mucho por la pobreza, la incultura, el olvido de los gobiernos y los agravios. Cuando han matado a tu hermano o a tu padre tú tienes más posibilidades de unirte a una causa desesperada. Podría darte ejemplos en el Nilo pero también en muchos tantos sitios. Lo vemos en Egipto donde hay gente que desaparece y a la que torturan. O en Etiopía, donde no ha llegado el yihadismo pero hay ese agravio que da ganas de reventarlo todo, y que puede dar lugar a una revolución.

¿La guerra del agua está detrás de otros conflictos más visibles entre tribus o religiones?

Creo que en todo el mundo la guerra principal es por el poder, en distintas formas, pero es verdad que en África y en esta zona del Nilo hay cuestiones externas que son importantes para saber qué pasará en el futuro y explicar conflictos actuales. Cada vez hay más gente, la explosión demográfica en África es espectacular, el desierto está creciendo, por lo que hay menos espacio para cultivar. Hay conflicto entre los nómadas que vienen de las zonas desérticas con sus animales para que pasten y beban de los pozos y que sus pezuñas pisen los cultivos de los que se quedan. Los nómadas suelen ser musulmanes y los que se quedan, los agricultores, suelen ser cristianos. Es la etiqueta que nos sirve para diferenciarlos. La necesidad de subsistir que provoca ese conflicto y cada uno se refugia en su comunidad. Eso pasa en África, pero también en cualquier otro lugar.

Dijo una vez Martín Caparrós que nómadas y migrantes se parecen, pero son muy distintos. «Ser nómadas es querer seguir las tradiciones de los suyos. Ser migrante es dejarlas atrás». ¿Qué te parece? ¿Estás de acuerdo?

El migrante, el refugiado, es el primero que quiere mimetizarse con los demás y el primero que quiere dejar de ser un refugiado. Un nómada no quiere dejar de ser nómada, está feliz y contento de seguir así, es decisión de su familia. Esa diferencia me parece crucial. Querer seguir esa estela, esa manera de vivir. Por ejemplo, a los nómadas del norte del Sudán, en el desierto de Bayuda, les decía «hay una sequía muy grande, ¿por qué no vais a las zonas fértiles del Nilo?», y una mujer mayor me contestó: «Aquí duermo mejor que en cualquier otro sitio». Dan prioridad a valores que uno no se plantea. El migrante, el refugiado, intenta dejar atrás su vida o mimetizarse con la nueva realidad. El nómada quiere seguir siendo nómada si le dejan.

Se habla de muchos temas en este libro. ¿Qué echas en falta tras haberlo releído?

No hay deporte, que es muy importante en la vida de las personas. En este intento rectificar un error de «Océano África» (su primer libro) que no ponía en su importancia real a los artistas, que son necesarios para explicar la vida de un continente que es muy artístico, con mucha música y expresión artística. En este caso son un montón de viajes a la zona y hay un montón de historias. Una imagen súper potente, no sé si es la mejor palabra, de una niña que se estaba muriendo de hambre en Sudán del Sur con una camiseta de «I love pizza». Le había caído una camiseta que debían haber repartido… en un sitio donde la niña estaba pidiendo comer. Y esa historia la descarté. Hay mucha historia descartada en este libro porque no iba bien con el ritmo del capítulo.

Los egipcios en su mayoría no se sienten africanos, sino árabes, y en la Copa África de Fútbol los mayores «piques» son entre una selección del Magreb y otra del África subsahariana. También en países como Túnez se nota el racismo contra los negros, ¿ese racismo se puede ver en el recorrido por el Nilo?

Sí que lo ves, se mete mucho en las entrañas de la historia. Como ejemplo, desde tiempos antiquísimos la palabra sudanés y esclavo han sido sinónimos y eso va calando en la vida de la gente, esa consideración del africano como inferior. Esa sensación de los etíopes de saberse particulares también la ves en su orgullo, o de los nubios su resistencia. En una escena en la que soldados vienen con kalashnikov a nuestra faluka (barco de vela pequeño), los nubios son los que se plantan ante ellos. No explicaría los conflictos a partir de ahí, pero no quiero ir al buenismo de «no, no, los pueblos no tienen nada que ver, es todo poder». El rencor es uno de los principales motores de una guerra. En Sudán del Sur cuando hay una masacre también van a por los niños, el hijo del enemigo puede ser asesino de tus hijos, por tanto… Ese odio ancestral está. Esa rivalidad, esa sensación de que nosotros somos los buenos. Pero no se acaba al final del Nilo, al otro lado del Mediterráneo también existe esta sensación. Los africanos del Magreb miran hacia abajo con desprecio, y al otro lado del mar también miramos con esa superioridad moral.

¿Qué hace que padres como el de Grace (menor refugiada de Sudán del Sur en Kenia), que prioriza la educación de su hija a que se case una vez que se acerque a la mayoría de edad, sean una rara avis?

Sinceramente me sorprendió porque iba con el prejuicio de que iba a tener que convencer a este hombre para que no casase a su hija, porque si lo hace se acabaron los estudios. Es un tipo que había estado veinte años en el bosque con los rebeldes. Muy religioso, no luchaba. Lo vi como una persona muy paciente, muy reflexiva, consciente de lo que había ocurrido, y a una hija con ganas de aprender con la suerte de que un médico jubilado de Barcelona estaba dispuesto a pagarle sus estudios tras haber dejado atrás un país en guerra. Todo había encajado de manera milagrosa. Era una lección. He venido a explicarle esta realidad y vi que era mucho más consciente que yo de esa realidad.

¿Cómo vive Uganda la llegada masiva de refugiados de Sudán del Sur?

No me ha dado tiempo aún a verlo. Cuando estoy en el norte hay unas olas de llegada de refugiados brutales, con 2.000 personas al día. Hasta entonces, el refugiado se veía como una oportunidad en Uganda, les cedían tierras en alquileres muy provechosos, les abrían los brazos porque les convenía para mejorar la economía. Pero eso ha colapsado. Desde que yo me fui hace meses han llegado cientos de miles.

¿La corrupción en los países que mencionas te permite llegar antes a los sitios?

La corrupción para el que tiene posibilidades suele ser una oportunidad, es un fastidio pero una oportunidad de avanzar. Para quien no tiene es una losa. No hay otra definición. Quien tiene que pagar cinco céntimos cada día para pasar un camino pero no tiene dinero es una losa, no una oportunidad. Para una empresa pagar para que te den un visado, pasar una frontera, o hacer un negocio supone un fastidio pero es una oportunidad, pero para la mayoría es una losa pura y dura. Es lo que me duele de la corrupción, no es que me duela soltar 100 euros, que trato de evitar siempre que puedo, me jode por la gente de a pie que la sufre y es una putada. Esta gente tiene que pasar por la corrupción y no tiene dinero. Es una maldición para ellos.

«Si no hay imágenes, el mundo no hace caso»

Las «nadie» son aquellas mujeres violadas en Sudán del Sur frente a los cascos azules, según explicas en el libro. ¿Qué te transmitieron?

Lo que más me impactó en ese momento fue la llegada de ellas, cojeando por las heridas de las violaciones días antes. Era la primera vez que explicaban su historia. Lo notas enseguida, no tiene ningún artificio lo que explican, que les sale de una manera muy cruda. Había muchos silencios. Me impactó lo valientes que eran: saberse que son nadie, que las violaron a cincuenta metros de una base de cascos azules, que presenciaron cómo se las llevaban, y luego que te pidan que pongas sus nombres «para que vean que son unos cobardes».

Recoges la opinión de un artista sudanés que sostiene que procesos como el del Tribunal Penal Internacional por crímenes contra la humanidad contra el dictador de su país, Al Bashir, precisamente lo que consigue es que se atrinchere aún más en el poder.

Me parece interesante la visión de Rashid, uno de los artistas más importantes de Sudán, de que la justicia no siempre es el mejor camino para cambiar algunos contextos o no es el más rápido. Ellos, que son más pragmáticos porque viven allí cada día, dicen «oye, ¿y si dejamos que salga del poder y que tenga un cargo como vicepresidente o un cargo simbólico y dejamos que el país avance?».

¿Se sigue cubriendo África como si debiera ser compadecida?

Hay algo de eso, una forma de verlo de compadecerse, de solidaridad o de miedo, horror. Me parece que sí, que nos olvidamos de ese otro puente de aprendizaje y mirar de igual a igual, pero también creo que hay una generación de periodistas más o menos jóvenes que lo mira desde un punto de vista diferente, de respeto. Yo lo lucho todo lo que puedo con mis jefes para no solo hablar de cosas negativas que son mucho más fácil de vender o de colocar, sino de esa otra normalidad y no soy el único.

La BBC abre con la caída del dictador Jammeh en Gambia o el centenar de muertos tras unas protestas en Etiopía, y en España apenas aparecen estas noticias.

Solo un tuit de Trump influye mucho más que la caída en las urnas del dictador de Gambia tras 22 años en el poder. En esas batallas de influencia pierde África

Awra Amba, una aldea fundada hace 45 años en tierra amhara, cerca de Bahar Dar (al noroeste de Etiopía), es un proyecto de democracia asamblearia, ausencia de religión y la igualdad entre sexos. Y subrayas otro aspecto clave de su éxito: rechazaron ayuda ONG. Son independientes. ¿Por qué es clave de su éxito? ¿Qué papel han jugado las ONGs en la lentitud en el desarrollo de muchas comunidades en esta zona de África?

Yo, por ejemplo, creo que las oenegés son muy necesarias en una ayuda humanitaria de emergencia, pero cuando se cronifica y ves campos de refugiados de 20 años y un negocio montado detrás no es bueno. Tampoco lo defenderán las propias oenegés, que lo ven muy incómodo. En esta comunidad, se puede extrapolar al resto de ocasiones había un componente de orgullo muy importante, es una sociedad muy pequeñita que con su idea de «oye, no queremos ser dependientes y queremos construir nosotros nuestro futuro» cuentan con un motor muy grande. Querer coger las riendas de tu vida y que no venga un agente externo es muy etíope. Lo peor del campo de desplazados que se prolonga tantos años es esa desilusión y depender de la comida que te den. Eso te elimina como ser humano que piensa en un futuro. Me parece muy perjudicial.

¿Qué acogida espera que tenga este libro?

Ojala guste, pero no tengo ni idea con «Océano África» te hubiera dicho que no lo iba a leer «ni Peter». «Hostia, un tío que no lo conoce nadie escribe de África», y luego fue de puta madre. A la editorial le preocupa que no se venda, pero a mí que a la gente le guste. ¿A ti te ha gustado?

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