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«Largo viaje inmóvil», putrefacción bajo el sol de Caracas

El reportero Doménico Chiappe radiografia la Venezuela chavista en este libro de crónicas

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En la denuncia sobre la situación de colapso que vive Venezuela se corre el riesgo de que el grito, a veces estridente, empuje a la desconfianza a quienes observan el país desde lejos y piensan que la disfunción del chavismo no puede ser tan extrema. El reto es cómo exponer esa realidad sin que la descripción sea desdeñada por fabricada desde la trinchera ideológica. Doménico Chiappe ha encontrado una manera: confirmar lo que ven los ojos utilizando otros sentidos: el olfato, el oído.

«Largo viaje inmóvil» busca colarse, de entrada, por la nariz. «A qué huele Caracas», se pregunta al inicio. A «mezcla de carburante y aceite quemado de su viejo y enorme parque automotor», esa es «la colonia con que se perfuma una ciudad hermosa y maltratada».

Olemos la urbe y oímos su ruido en los barrios, del «vallenato» caribeño puesto a todo volumen a los gritos y peleas que lo apagan. «Aprendí a distinguir el sonido seco del disparo del eco de la pirotecnia», confiesa Chiappe.

El relato tiene mucho de sensorial. Notamos el sudor de quienes hacen cola al sol para despedir el cadáver de Chávez -colas que luego habrán de formarse para la rutina de intentar comprar en tiendas vacías-, y sentimos la respiración de quienes, tras las cortinas, están grabando con el teléfono los disparos de policías y colectivos armados contra estudiantes indefensos.

Argumentos

Pero «Largo viaje inmóvil» no es un lienzo impresionista. El autor aporta argumentos. Como que, pese a toda la propaganda, la presidencia de Chávez construyó menos vivienda social que sus denostados predecesores: 33.000 al año, frente a las 78.000 de Luis Herrera Campins y las 62.000 de Carlos Andrés Pérez. O que el número de hogares bajo el umbral de pobreza es hoy mayor que el que había cuando llegó Chávez.

En las últimas líneas de su libro, Chiappe se presenta como socialdemócrata, como un venezolano de la izquierda democrática, una izquierda sin carnet. No es que eso dé más valor a su crítica al chavismo -como tampoco la de Felipe González está más legitimada que la de José María Aznar-, pero tal vez pueda hacerla más demoledora para algunos. Chiappe dedica una semblanza a Teodoro Petkoff, exguerrillero que pasó a la lucha democrática y que, como editor del diario « TalCual», ha sido el principal fiscalizador del régimen chavista desde la izquierda. Chiappe trabajó en ese periódico y algunos capítulos de «Largo viaje inmóvil» proceden de las notas tomadas entonces.

Nosotros y ellos

A toda obra concebida como «collage» de microhistorias puede objetársele una cierta parcialidad en su alcance, en tanto que difícilmente recoge todas las facetas de la realidad. Falta algún aspecto de la crisis, pero hay un claro intento de trascender lo particular y de dar una visión general.

Además, en los párrafos de ensayo que también tiene el libro, Chiappe va al fondo del chavismo: la distinción entre nosotros y ellos. La estrategia chavista ha pasado siempre por confrontar a las clases populares, algo más de la mitad de la población, contra el resto. Dado que esa confrontación no puede basarse en diferencias raciales, apunta Chiappe, el chavismo ha recurrido a la diferenciación en la vestimenta, el rojo rojito de las camisetas chavistas o los emblemas de la constelación revolucionaria bolivariana. Quizás el mayor logro del chavismo haya sido su originalidad de crear «razas textiles».

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