Jorge Carrión, autor de «Barcelona. Libro de los pasajes»
Jorge Carrión, autor de «Barcelona. Libro de los pasajes» - Rafael Carmona
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Jorge Carrión, pasajero de Barcelona

Literatura de viajes urbanos es la que se recoge en esta suerte de guía sobre los pasajes de la Ciudad Condal. Cerca de cuatrocientos reúne este libro

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Jorge Carrión buscaba en internet la palabra «pasaje» y se encontró con un billete de avión. Y fue en un vuelo a Melbourne cuando devoró el «Proyecto de pasajes» de Walter Benjamin, recopilación inacabada de cientos de citas acerca del París decimonónico. Los pasajes, leyó, «son casas o corredores que no tienen ningún lado exterior… igual que los sueños».

Siguiendo la escondida senda del periodista y filósofo alemán, Jorge Carrión (Tarragona, 1976) reivindica el «pasajismo» o «pasajerismo» en el libro titulado «Barcelona. Libro de los pasajes». Más allá de su utilidad vial, el pasaje constituye un vaso comunicante entre cosas o conceptos que -solo aparentemente- nada tienen que ver. El presente y la memoria; las placas de las calles; la memoria fragmentaria; los anuncios.

En palabras del propio autor, «pensamiento lógico y pensamiento mágico, porque la antítesis pone necesariamente a prueba la inteligencia».

Todo eso está muy bien… pero, ¿qué entendemos exactamente por pasaje? Nacida en la Francia del siglo XVIII, la palabra «passage» designa las calles privadas que atraviesan manzanas. Según uno de sus teóricos, J. F. Geist, el pasaje es un microcosmos, debe tener vida propia: «Crear la ilusión de una calle con fachadas exteriores y no comunicar jamás al paseante que entra en un espacio interior, porque entrar en un espacio se asocia con una intención precisa».

Pasadizo del siglo VI

El primer pasaje barcelonés se remonta al siglo VI, un pasadizo rodeado de tumbas que servía al obispo para trasladarse desde su residencia al palacio episcopal; y el pasaje que inició a Jorge Carrión en la modalidad pasajerista del «»flâneur lleva por nombre Manufacturas y conecta la calle de Trafalgar con Sant Pere Més Alt. Camuflado por una administración de lotería, se accede por una escalera y cuenta con un bar que se llama -¡vaya por Dios!- Pasajes: «Sentado a la barra, miré hacia la boca de lobo escalonada y el pasaje barcelonés me recordó los pasajes de París que descubrí a principios de siglo gracias a "Nadja". Me imaginé a mí mismo como propietario de una librería, en uno de aquellos locales cerrados. La llamaría, por supuesto, Walter Benjamin», recuerda Jorge Carrión.

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