Jerry Kaplan, autor de «Inteligencia Artificial»
Jerry Kaplan, autor de «Inteligencia Artificial»
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«Inteligencia Artificial», la amenaza fantasma

En «Inteligencia Artificial», de Jerry Kaplan, usted descubrirá todo lo que quiso saber sobre el asunto y no se atrevió a preguntar

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La Inteligencia Artificial (IA) tiene mala prensa o, mejor dicho, «mal» cine y «mala» literatura. No basta con que los robots sueñen con ovejas mecánicas. Les obligamos a que tengan pesadillas con ellos, como Clarice Starling. Que «Deep Blue» decida por sí mismo si ofrece por fin la revancha a Kasparov, sin la intervención de los jefes todavía humanos de IBM. Veinte años después, el genio del ajedrez acaba de desvelar lo desorientado que estuvo en aquellas históricas partidas, en el libro «Deep thinking« (Hodder and Stoughton). Hoy, cualquier gran maestro juega peor que su móvil. Las lavadoras usan IA y los drones son un regalo de moda pero, como cuenta Jerry Kaplan, la temida rebelión de las máquinas ni siquiera se vislumbra, por mucho que «Terminator» tenga una filmografía más larga que «El Padrino».

Definitivamente, el futuro no es lo que era.

En «Inteligencia artificial...», Kaplan resume el estado de las cosas, apacigua nuestros peores temores y nos descubre otros riesgos en los que nadie parece reparar. Juegos de guerra es casi un recuerdo naïf, pero alerta en voz baja: «Las aplicaciones militares son muy numerosas, y tal vez peligrosas de mencionar». Su repaso es tan exhaustivo y documentado que cuando el lector se plantea una duda el libro la responde. Si emanara destellos, cabría pensar que lee el pensamiento o que nos espía desde sus páginas, como hacen ya, por cierto, algunos televisores inteligentes y perversos. La exposición está sembrada de los robots más diversos, en ocasiones inimaginables. O no tanto. El autor habla de los nanorobots médicos y de su reverso bélico, una amenaza que pudimos ver en la última temporada de « Black Mirror». También aborda avances menos espectaculares, pronto imprescindibles, como el reconocimiento de voz y los traductores.

Mensaje optimista

El repaso histórico es completo y didáctico, perfecto para comprender el asunto «en dos tardes». Más apasionante aún es el debate filosófico. ¿Podemos hablar de libre albedrío de las máquinas si ni siquiera está claro que nosotros lo tengamos? De cualquier modo, entre nosotros no habita aún ningún Nexus 6 autoconsciente. Como hacía Asimov cuando hurgaba en los intersticios de sus leyes de la robótica, Kaplan plantea lagunas en un terreno siempre cambiante. ¿Qué ocurrirá cuando los implantes neuronales otorguen ventaja en un concurso de piano? Los pies artificiales de Pistorius no serán nada al lado de los implantes cerebrales. En el campo legal, los conflictos serán permanentes, no digamos cuando los «bots» sean propietarios, empresarios o incluso delincuentes, esperemos que involuntarios. Los coches autónomos, por muy superiores que sean al volante, no tardarán en sufrir accidentes. Kaplan pasa por estos asuntos de puntillas, sin agotar ni abrumar, lo justo para explicar que incluso entre unos y ceros caben los grises.

Y si nos adentramos en la resbaladiza moral, los peligros aumentan: «Sin una programación adecuada, las máquinas son psicópatas naturales»; podrán distinguir entre el bien y el mal, pero no sentirlo. Tampoco falta quien piensa que nos convertiremos en sus esclavos o que ya hemos empezado a serlo, en una reedición del Egipto de los faraones. Nuestras capacidades parecen inimitables, imposibles de aunar, pero «el pelador de patatas no tiene por qué lavar también los platos». El mensaje final es optimista, pese a nuestros antecedentes. Como dice el autor en la dedicatoria del libro a su madre: «¡Aguanta, tu robot de cuidado de ancianos viene de camino!».

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