Ignasi Aballí, ante una de sus obras
Ignasi Aballí, ante una de sus obras - Maya Balanya
ARTE

Ignasi Aballí: «Pretender ser objetivo ya es subjetivo»

Los periódicos han sido la base de un ambicioso trabajo de Ignasi Aballí, que ahora presenta de forma amplia en «Sin Principio / Sin Final», retrospectiva sobre la última década de su producción que le introduce en el Museo Reina Sofía

MADRID Actualizado: Guardar
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Dice no ser escritor, pero Ignasi Aballí (Barcelona, 1958) ha hecho siempre poesía a su manera. También política, y periodismo, y cine, y ciencia... Poético es, « Sin principio / Sin final», el título de su muestra en el Museo Reina Sofía, una retrospectiva que recorre su producción de los últimos diez años y en la que ha querido prestar especial atención a sus « Listados», con palabras extraidas de la prensa. Ese título denota que hubo un antes (su anterior antológica en el MACBA, en 2005, por ejemplo) y un después (la exposición que prepara para la Fundación Miró en 2016). Y todo está cuidado en ella: el espacio, que el artista emplea como un material más y en el que introduce los vinilos de «Un paisaje posible» en los ventanales del claustro o las (¿falsas?) señales de «Exhibition continues»; el catálogo, entendido como libro de artista...

El creador de los posibles e imposibles, de lo visible y lo invisible, de la acción y la inacción, se ofrece, por una vez y mientras conversamos, sin medias tintas.

-No le gusta llegar a conclusiones, pero sí disparar preguntas. Esta exposición interroga al espectador, a la institución y a la obra sobre su naturaleza, pero, ¿cuestiona al artista?

-Es una buena pregunta. La muestra me ha obligado a repensar el trabajo y a cuestionarme que era lo más relevante para este entorno. Quería presentar todo el proyecto de los periódicos, y después centrarme en la última década, pero incluyendo obras anteriores que la contextualizara, junto a obras nuevas que mostraran hacia dónde se mueve el trabajo.

-«Siempre he pensado que es mejor no hacer que hacer, pero también es más difícil». ¿Qué hace y qué no hace Ignasi Aballí?

-Mi actitud de partida plantea la posibilidad de ir a la contra, de cuestionar la producción, esa necesidad de hacer y hacer sin límite. Lo que ocurre es que el día a día es duro, y cuando uno aborda esto como profesión no es tan fácil renunciar a ciertas cosas. Hay compromisos, lo que obliga a ser productivo, pero, en el fondo, lo que me gustaría es pasar más momentos de inactividad. Son necesarios. Y no sólo por no hacer, sino porque es preciso pensar, trabajar a una velocidad en la que hacer lo que haces es lo que realmente quieres.

-En ese deseo de «no hacer», maneja un concepto muy poético: el de «hacer sin tocar».

No soy un pintor expresionista para el que la obra se hace desde la acción directa y un trazo lleva a otro

-En un momento dado me planteé cómo podía generar obras que no tuvieran mi participación física. Las primeras son de los noventa, cuando hacía trabajos con la luz del sol. Yo solo recogía los resultados, como cuando recolecto en las papelerías las hojas con los garabatos de los que prueban los bolígrafos, un tipo de escritura libre y automática. La idea de abandono, de que la obra se hace al margen de mí, me gusta. Esa distancia entre la obra y yo es algo que pretendo que esté en todos los trabajos, en un deseo de que no se muestre mi subjetividad, que no se vea cómo soy, lo que pienso, sino que haya una distancia.

-Pero eso es imposible: en el momento en que elegimos algo, o lo disponemos de tal o cual forma, ya somos subjetivos. ¿Qué más se filtra del Aballí persona en sus obras?

-Sólo el hecho de pretender ser objetivo ya es subjetivo. Otro te diría que la subjetividad no sólo es la expresión directa sobre la obra, sino cualquier manifestación de su autor. Lo que yo pretendo es trabajar siguiendo un modelo científico. Los científicos no aportan su punto de vista personal, sino que hay una distancia entre su vida y el laboratorio. En arte, es más difícil. Pero intento transmitir que no soy un pintor expresionista para el que la obra se hace a partir de la acción directa y en la que un trazo lleva al siguiente.

-Una retrospectiva sirve para constatar que uno no puede escapar de sí mismo. ¿Cuáles son esos espacios comunes a los que vuelve siempre?

-Es algo que he pensado muchas veces: cómo en algún momento crees que has hecho una obra nueva, que has salido de lo que conoces, pero con el tiempo reconoces que aquello ya estaba en otros trabajos. Las tres o cuatro líneas que conectan todos los puntos, en mi caso, serían el tiempo, las labores sobre la imagen y su estatus, la ausencia, la percepción, la no acción, el valor de los materiales...

-A los artistas se les suele preguntar por sus referentes literarios, pero no es normal hacer el ejercicio a la inversa. Con usted, es inevitable.

-El arte es una disciplina muy inclusiva. Para nosotros, cualquier otra es interesante para un proyecto. Y no solo la literatura. También el cine, la sociología o la ciencia. En lo referente a los libros, ha habido escritores con los que he compartido puntos de vista o formas de entender la práctica literaria porque era parecida a mi labor artística. Claramente, uno de ellos es Perec, pero citaría también a Beckett, a Bernhard, a Joyce...

-Incluso el libro como objeto se ha convertido en proyectos.

Me interesa la política pero no que la política del momento invada el trabajo

-Sí, el libro me interesa como contenedor de ideas, pero también como objeto que debe ser atendido en función a una estructura, algo similar a lo que realicé con la pintura: ver de qué está constituida y, a partir de ahí, trabajar con sus componentes.

-El que visite el museo reparará en la peculiar manera como lee la prensa, recortándola. Explíquele por qué no es un coleccionista o un archivero.

-Yo digo que soy un recolector, como el que va al campo a recoger uvas y tomates, sólo que yo recojo cada día, de ese objeto que es una representación de la realidad durante 24 horas, textos o fotos para construir otra imagen reorganizada de lo real. No tengo mentalidad de coleccionista, sino, en un sentir utópico y absurdo, pretendo construir un paralelo de la realidad. Ahí no hay nada inventado.

-Le voy a dar una oportunidad que no le doy a nadie: ¿Qué palabras le gustaría ver en el títular de esta entrevista para poder luego «recolectar»?

-Días antes de venir, hice una obra para la muestra, Veinte palabras (tres veces), con tipos de imprenta. Esos 20 términos son el eje de muchos trabajos. Por ejemplo, la palabra «invisible» me gusta mucho. La palabra «casi», un término que matiza la imposibilidad de la totalidad de algo; las palabras «sin», «transparente», «error», «corrección», «fin»...

-¿Las elige por su significado o por su sonoridad?

-Sobre todo, por su significado. Los matices en el lenguaje me interesan. Es la distinción entre «aparece» y «reaparece»; entre «copia» y «original»; entre «ver» y «ver doble»; «superficie» y «pantalla»...

-Después de leer el periódico como lo hace, no le apetecerá volver a él. ¿Cómo se informa?

-Ese proyecto empezó hace quince años porque yo leía el periódico para estar informado. Hoy, la información digital casi ha suplido a la de papel...

-Interesante aquí el matiz de ese «casi».

En un sentir utópico y absurdo, pretendo construir un paralelo de la realidad. No invento nada

-Una posibilidad era acabar el proyecto cuando desapareciera el papel, pero como aún se vende con normalidad lo sigo comprando. Pero es verdad que me he planteado, acabada esta muestra, dejar el proyecto. Falta ver si podré hacerlo o no. De hecho, aquí en Madrid, aunque me impuse no hacerlo, lo compré y llevo recortes en un sobre.

-¿Y sobre qué se informa?

-Me interesan todos los aspectos de la realidad: la política, la cultura, el deporte... Todo. Me interesa estar informado. Me interesa la actualidad.

-En Cataluña, de donde proviene, están viviendo un momento peculiar. ¿Ese ruido ayuda a trabajar más o disturba?

-Es fundamental viajar, salir, para ver que el mundo no se acaba donde tú vives. Y como catalán, la situación me afecta. Este es un momento complejo que no sé cómo puede acabar. A ambos bandos les interesa la tensión y no veo una solución ni inmediata ni sencilla. Veremos qué pasa en las elecciones generales.

-¿Usted hace política con su obra?

-Creo que sí. Mis trabajos no son estrictamente políticos, pero se puede hacer una lectura política de ellos. No evidente, no directa, pero sí una más. Como también se puede hacer una lectura en clave humorística. Me interesa la política pero no que la política del momento invada el trabajo. Separo mi condición de ciudadano, que debe estar informado, y mi trabajo como artista, que no puede estar ajeno a eso. Diría que voy de lo poético a lo político, al revés que tantos otros.

-Acabo con una cita suya: «Admiro mucho a esa gente que ha sido capaz de mantener una actitud rigurosa y fiel a su idea original. Creo que yo no lo he conseguido». ¿Está a tiempo?

-Lo pienso muchas veces. Y no sólo cuando miro mi trayectoria, sino cuando me enfrento a las obras de forma individual. A veces pierdes el control sobre el trabajo. Por otro lado, la realidad es obcecada. Y al final acabas haciendo lo posible, no lo deseable. Casi siempre siento que falta algo, que no lo he logrado. Quizás esa insatisfacción sea un estímulo para continuar.

-Nos quedamos otra vez en el «casi».

-Casi. Sí, sí. Nunca se llega al cien por cien.

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