ARTE

La web Gunter Gallery cumple cinco años y lo celebra saltando a la sala de arte con una exposición

Llevan cinco años fomentando el coleccionismo de obra gráfica –y el amor a su producción artesanal– desde su pequeño taller en Madrid, con internet como plataforma de distribución. Ahora que cumplen cinco años, los integrantes de Gunter Gallery lo celebran con una muestra, este fin de semana, en los espacios de Cientoypico

Mario Suárez, Marta Fernández y Amalio Gaitero, integrantes de Gunter Gallery Maya Balanya
Javier Díaz-Guardiola

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Su nombre, Gunter Gallery , surge de fusionar dos términos ingleses: «Gun» (arma, disparar), y «hunter» (cazador). Así es como dice que actúa este trío de madrileños (los periodistas Mario Suárez y Marta Fernández, y el responsable de producción y montajes expositivos Amalio Gaitero ) desde su taller en Carabanchel: echando el ojo y a la caza de nuevos talentos. Disparando a dar. La suya es una de las plataformas en internet de venta de obra gráfica más importantes (y, repetimos, un producto «made in Spain» ), en la que, como confiesan, es tan básica la promoción de los artistas, como el desarrollo de proyectos cuidados y la atención a los procesos.

Cada cierto tiempo, Gunter Gallery tiene la necesidad de hacerse física, de dar el salto desde la pantalla para acercarse a sus seguidores, los reales y los virtuales, los que les apoyan desde el principio y los que se van generando en red: desde su trabajo y el de los artistas; desde el boca oreja y la labor en redes sociales. Ahora que su negocio cumple cinco años , es una oportunidad perfecta para hacerse de nuevo visibles.

Por tal motivo, este fin de semana, sus responsables ocupan los espacios de Cientoypico («en Malasaña, nuestro barrio; aunque el estudio esté en Carabanchel. De aquí son nuestros artistas y muchos de nuestros clientes») para poner en marcha una exposición con más de 90 obras con las que dar a conocer los últimos pasos de una iniciativa que comenzó apostando por la obra gráfica y tiende con fuerza a la obra única, siempre fiel al papel , y visibilizar su programa de cara al futuro. Vigilantes.

Y esto, ¿cómo se puso en marcha?

Mario Suárez: Gunter Gallery nace del amor de tres personas por el arte gráfico. Nosotros lo coleccionábamos, y en Londres, en un viaje para comprar trabajos de artistas urbanos británicos, cuando Marta vivía aún allí, nos dimos cuenta de que no era necesario irse tan lejos porque nosotros tenemos en España creadores igual de estupendos que los extranjeros.

Marta Fernández: Y que aquel era un negocio que funcionaba, el de vender arte on line, algo que aquí no existía. Conocíamos galerías que tenían webs tan potentes o más que sus espacios físicos, pero no explotaban este mercado. Y se nos ocurrió lanzarnos.

M. S.: Se nos ocurrió crear un negocio on line basado en el arte gráfico pero sin que el resultado fuesen «prints», porque de lo que se trataba era de dar valor a la obra final. Y ahí entraba Amalio, que se ocupa de la labor más artesanal. Que la gente dejara de comprar por 120 euros cuadros de Ikea para llevarse a casa una serigrafía firmada, numerada, hecha a mano, alimentando así el concepto de que se puede coleccionar con poco dinero...

Obra de Coco Dávez

Había un mercado poco explotado por las galerías, pero no por los artistas.

Amalio Gaitero: Eso es. Éramos conscientes de que había un buen número de artistas que estaban despegando en redes con propuestas muy potentes. Y las dos cosas se encontraron: la estructura que estábamos creando nosotros inconscientemente con lo más importante: un talento y un producto que estaban ya ahí.

M. S.: Muchos de estos artistas no cultivaban la obra gráfica porque se la tenían que producir ellos o sus galerías no se preocupaban de hacerlo. Salvo honrosas excepciones, las galerías españolas habían dejado de producir obra gráfica, sobre todo de artistas jóvenes.

¿Y la apuesta por la gráfica era para llenar ese otro vacío o porque es lo que mejor se vende en web?

M. F.: Uno de los temas que más nos costó al principio era que a través de la web uno pudiera comprar un producto asequible. Es complicado adquirir algo de precio elevado sin verlo. A mucha gente le cuesta imaginarse unas medidas sin tenerlas delante o imaginarse cómo va a quedar algo en su casa. La obra gráfica, mostrada en web, funcionaba muy bien. Una obra única hay que fotografiarla de una manera especial para enseñarla, y el precio sube mucho más.

A. G.: Además, la gráfica está muy anclada en el pasado, y, sin embargo, la serigrafía te permite nuevas formas de trabajar que tal vez te conecten con un nuevo público que también surgía en torno a las redes sociales.

¿Y quién estaba detrás y sigue estando detrás del proyecto?

M. F.: Nuestros perfiles son totalmente distintos. Mario y yo somos periodistas, nos conocimos en la carrera. Pero siempre nos ha gustado el arte a los tres, y yo en Londres estaba centrada en un tema de márketing digital que nos ayudó mucho. Mario estaba comenzando a comisariar expos, sigue en ello, y Amalio serigrafía, enmarca y hace toda la parte de producción de maravilla. Así que nos empastábamos a la perfección: Mario tenía los contactos, Amalio podía dedicarse a la producción, yo a la web...

«Silvia Prada nos dijo un día que nos encargábamos de la parte menos romántica de su trabajo. Y así tiene que ser, porque solo así nos dará más cosas para vender»

A. G.: Nos pasó una cosa curiosa y es que en Londres, mientras nos comíamos un perrito en un parque, no dejábamos de darle vueltas al asunto. Y a nuestro lado había un chico español, que se giró y nos dijo: «A mí me parece una idea estupenda. Ponedla en marcha». Luego resultó que tenía un blog de arte, con el que intentamos contactar para contarle que tenía razón.

¿A quién iba dirigida la plataforma y quién está respondiendo a ella a día de hoy?

M. F.: En un principio no había un público claro. Hemos educado mucho...

M. S.: Contratábamos a súper especialistas en SEO para que nos posicionaran en Google, y no nos funcionaba. Pero lanzábamos una pieza de Ricardo Cavolo , y en un día vendías cinco con un simple post en redes sociales. Aquello era incontrolable.

M. F.: Hoy nuestro público es muy amplio. Vendemos mucho en el extranjero, cada vez más, sobre todo a EE.UU., y suelen ser personas mayores de treinta con interés en el arte, en la decoración, en tener algo específico...

A. G.: También hay que contar con el fenómeno fan de muchos de nuestros artistas, que buscan a Mercedes Bellido o María Herreros hagas lo que hagas... Al principio, muchos de los pedidos los servíamos nosotros personalmente porque queríamos conocer a nuestros clientes. Y te dabas cuenta de que el perfil del que nos compraba era similar al nuestro. Eso nos ayudó a focalizar en un receptor que podíamos ser nosotros. Luego hemos ido ampliando porque ha crecido el catálogo de artistas.

¿Cómo se hizo esa cartera de artistas?

M. S.: Comenzamos con siete autores, que nos gustaban y con los que yo ya trabajaba de alguna forma: Santiago Morilla , Ricardo Cavolo, Boamistura, Carla Fuentes, Iván Solbes, Silvia Prada, Paula Bonet ... Y unos te llaman a otros. Empezamos con mucho artista urbano y mucho ilustrador...

A. G.: Hace cinco años, esas etiquetas eran más claras. Ahora están mucho más difusas, con gente que ilustra libros, hace escaparates, cubre muros... Eso hace que no pensemos ya en «llenar huecos» en nuestra cartera de artistas. En la web mantenemos las categorías porque el usuario a veces las necesita.

M. S.: Lo bonito es que hemos visto la evolución de muchos. Ricardo Cavolo es un buen ejemplo, un artista que hoy por hoy se nos va de las manos. Su agenda internacional es brutal.

Una de las obras de Andrés Jaque

Muchos tienen galería física. ¿Algún problema con ello?

M. S.: La tienen Maíllo, Boamistura , Santiago Morilla... No son tantos. Y no sólo no hemos tenido problemas, sino que sus galeristas nos han dado cancha y nos han ayudado mucho.

M. F.: Nosotros además firmamos un contrato con ellos, algo que no suelen hacer las galerías. Y muchos nos han confirmado que es el primero que firman en su vida. Y lo hacemos por la pieza que vendemos. Si hay noventa piezas aquí, también hay noventa contratos. Y no tenemos exclusividad en esa pieza. Lo único que pedimos es que no se reproduzca con otra gente. A muchos, de hecho, lo que les interesa es que nosotros le movamos su trabajo en gráfica.

A. G.: Al final, a ningún artista le viene mal la visibilidad. Y no somos competencia de las galerías tradicionales. Ellas tampoco nos ven así a nosotros. Son productos diferentes. Una pieza de Boamistura es otra cosa, y los precios, son también otra cosa.

M. S.: Y el que adquiere una obra con nosotros puede acabar en la galería porque quiere algo más.

M. F.: La pieza de ARCO de Maíllo, en Ponce+Robles , es otro concepto, es otra escala, es otro precio...

¿Cómo resumirían su propia trayectoria?

M. S.: Yo creo que hemos ayudado a educar a un cierto coleccionista de obra gráfica. Tenemos gente que repite, fans que jamás pensaban que podrían tener una pieza en su casa de su ilustrador favorito y que ahora cuentan con ella.

M. F.: El boca oreja funciona muchísimo, hemos introducido la posibilidad de regalar arte... Nosotros además cuidamos mucho en redes nuestro lenguaje. No llamamos a lo que hacemos «láminas» porque no lo son. Contar los procesos, hacerlos visibles, para nosotros es básico, y lo hacemos constantemente.

«Al principio, muchos de los pedidos los servíamos nosotros personalmente porque queríamos conocer a nuestros clientes. Y te dabas cuenta de que el perfil del que nos compraba era similar al nuestro»

A. G.: Hace cinco años, tú hablabas de papel de 300 gramos, de serigrafía de cuatro tintas, y a la gente le daba exactamente igual. Y no debe ser así. Ahora no ocurre. Se valora un proceso en el que has trabajado tres meses y que no es resultado de apretar un botón. Nosotros hemos evolucionado mucho con el negocio. Hemos cogido experiencia, y hemos terminado sacando las piezas a la calle porque nos parecía básico. La pantalla del ordenador tiene sus limitaciones.

Vamos: que hacerse físicos es una necesidad.

M. S.: Sí. Y hemos hecho expos «pop-up». Cuando tienes muchos seguidores, es muy fácil convocar, y viene mucha gente. También cambió todo mucho cuando hace tres años nos hicimos con nuestro propio taller. Todo cambió porque la gente podía ir allí, aunque esté en Carabanchel, a ver las piezas. Y van a por una y se vuelven con cuatro. Allí ves los papeles, la experiencia de compra es otra...

¿Han hecho ferias?

M. F.: Ferias, no. Pero hemos estado en Mulafest , en el Festival de las Artes de Valencia, un espectáculo que convoca a su vez a 40.000 personas; también celebramos el primer aniversario con la Twin Gallery ; trabajamos con marcas de vez en cuando, primero porque nos llaman y porque se lo organizamos todo...

En cinco años también ha variado la nómina de autores y se ha tendido a la obra única.

M. S.: Ahora trabajamos con 32 artistas. Pero siempre siendo fieles a nuestra idea original: el papel. Los demás formatos se los dejamos a las galerías tradicionales que ellos lo saben hace muy bien. Se trata de ser fiel al lápiz, al dibujo original, a artistas que son muy grandes y para muchos de los cuales no hay espacio en las galerías de toda la vida. Silvia Prada nos dijo un día que nos encargábamos de la parte menos romántica de su trabajo. Y así tiene que ser, porque solo así nos dará más cosas para vender.

A. G.: Uno de los grandes problemas de este país es que hay mucho talento y pocos sitios donde mostrarlo.

M. F.: Muchos creadores están tendiendo a abrir sus propias tiendas, pero eso exige un trabajo que no pueden asumir. A lo que se suma que muchos no saben ni qué precio ponerle a las obras. Y el trato con el cliente absorbe mucho; cuando no es el artista el que se bloquea u ofrece unos ritmos que no son los que precisa el comprador.

Detalle de uno de los dibujos de Paula Bonet

¿En qué precios se mueven en Gunter Gallery?

M. S.: Desde 60 euros se puede adquirir buena obra. Ahora con las piezas únicas se ha ampliado el rango de precios, pero tenemos un mariscal gigante por 800.

A. G.: El precio tipo puede ser 90, 150 o 260 euros, que serían los tres tamaños que solemos manejar. Y, curiosamente, piezas de 200 euros son las que más vendemos con diferencia. Más de las que pensábamos. Piezas que, con enmarcado y envío, lo mismo se te ponen en 300. Eso nos sorprendió mucho. En una horquilla on line, esos son precios respetables.

¿Cómo se han planteado la cita en Cientoypico?

M. S.: Queríamos presentar la obra única que hemos empezado a trabajar y también la colección nueva que hemos preparado de cara a Navidad. Y brindar mucho. También nos va a servir para hacer marca.

A. G.: Se trata sobre todo de celebrar y de dar las gracias. Las primeras ventas nos emocionaban mucho, y como el envío lo hacíamos nosotros mismos, nos daban ganas de abrazar al comprador. Creo que sí hay que dar las gracias, porque no es tan fácil tener un proyecto tan longevo en arte y con la fortaleza que tenemos. Estamos vendiendo a la vez piezas en Arkansas, en Melbourne, en Hong-Kong... Eso nos da la medida del potencial de los artistas con los que trabajamos. Porque en realidad no compran a Gunter Gallery: Están buscando una pieza de un artista y acaban en tu web. Haber crecido con artistas que ahora tienen esa marca global, a mí me emociona.

¿Por qué este sitio y no su taller?

M. F.: Porque es un taller, taller.

M. S.: Y nuestro barrio es Malasaña, donde están nuestros artistas y buena parte de nuestro público.

M. F.: Nuestro taller es monísimo pero no está en la zona que se está poniendo de moda en Carabanchel. Aunque los tres somos de allí. Está lleno de pilones de hacer las serigrafías...

«Los destinos en los que vendemos nos da la medida del potencial de nuestros artistas. Porque en realidad no compran a Gunter Gallery: Están buscando una pieza de un artista y acaban en tu web»

A. G.: Pero la gente también entiende eso. Una vez que llega allí, cuando los recibes, tiendes a disculparte por el desbarajuste, pero a ellos les encanta. Cada vez viene más gente a recoger. Y nosotros encantados porque con lo «on line» se pierde mucho contacto. Hay partes del proceso que vivirlas allí es una maravilla. Que no se presencian en la pieza ya colgada. Cada obra tiene una historia detrás. La que hemos hecho con Eugenio Merino es para escribir un libro, hasta encontrar cómo hacer que funcionara bidimensionalmente una escultura.

¿Es un negocio en auge el del arte en internet?

M. S.: Nosotros hemos subido en el último año un sesenta por ciento en ventas, y en el anterior lo hicimos un 80.

M. F.: Y sin hacer operaciones masivas de SEO. Todo es muy orgánico, lo que intentamos salir en medios, lo que nos ayudan los artistas... Si nos ponemos en eso, podríamos llegar muy, muy lejos.

M. S.: Tenemos siete piezas en espera, propuestas de artistas que no podemos aún abarcar.

A. G.: Y mira lo que hay aquí: piezas de Jean Jullien , Henn Kim, Boamistura... Estamos enamorados de lo que se hace aquí, pero si traemos artistas de fuera tiene que ser porque aportan algo muy bueno de verdad. Tenemos incluso obra gráfica de Andrés Jaque . Poca gente sabe que este arquitecto hace también sus pinitos como artista y los hace con nosotros.

¿En qué tiradas se mueven?

M. F.: Depende del artista. Quizás con Ricardo Cavolo nos movemos en ediciones de cincuenta. Pero nunca más. Nos gusta que haya variedad.

Detalle de una obra de Silvia Prada

A. G.: Precisamente uno de los problemas que ha tenido la obra gráfica en España es que sus tiradas eran inmensas, descabelladas.

M. F.: Nosotros no somos expertos. Ahora sí, mucho más que al principio. Pero nos hemos movido mucho con el ensayo-error. Hemos arriesgado pero nos ha salido bien. Haciendo incluso cosas que sabes que no son rentables pero por el gusto de llevarlas a cabo. De todas formas, hay proyectos que no sabes cómo van a funcionar. Y en las que no nos ponemos de acuerdo.

Entonces, ¿las decisiones no se toman por unanimidad?

M. F.: No. Hay veces que no. Amalio y Mario suelen estar bastante de acuerdo. Yo soy la que rompe la baraja.

El lunes empieza el sexto año. ¿Qué se plantean para el futuro?

A. G.: Tenemos mucho futuro por delante.

M. F.: Y bastantes ideas en mente. Queremos trabajar más internacionalmente, con artistas de fuera y saliendo nosotros más de España.

M. S.: Yo tengo muchas ganas de «hacer» un hotel. ¡Cómo es posible que estén siempre tan mal decorados!

M. F.: También queremos proponerles cosas a algunas marcas que nos gustan por si quieren hacer algo con nosotros...

«Se trataba de que la gente dejara de comprar cuadros de Ikea para llevarse a casa una serigrafía firmada, numerada, hecha a mano, alimentando así el concepto de que se puede coleccionar con poco dinero»

A. G.: Si nos comparamos con proyectos similares en el extranjero, estamos al mismo nivel. Por eso queremos que nuestros artistas también funcionen en sus mercados. En Inglaterra y Alemania, que son los países que más gráfica consumen. Pero nosotros pagamos un peaje muy alto: trabajar desde aquí es caro. Los envíos salen caros. Tenemos la web llenos de carritos que se cancelan cuando termina el proceso porque se dan cuenta del recargo. En tiempos de Amazon, con envíos gratis, ya no estamos acostumbrados a esto. Y para nosotros la presentación es básica: no vamos a enrollar la obra en un tubo o mandarla por correo, porque la destrozamos.

No me han explicado lo del nombre...

M. S.: Es la fusión de las palabras inglesas «gun», arma, disparo, y «hunter» cazador. Nosotros actuamos así: somos cazadores y cuando nos gusta alguien disparamos. Aunque sea un ilustrador de un país lejano.

A. G.: Los conseguimos por agotamiento...

M. S.: También convendría hablar del concurso que hacemos cada año para descubrir talentos. Alguno se nos puede escapar...

Mario Suárez, Amalio Gaitero y Marta Fernández durante el montaje de la expo de este fin de semana en Madrid Maya Balanya
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