LIBROS

«Gloria», Aleluya, Nabokov

A Nabokov le gustaban las novelas con nombre de mujer. «Gloria» la escribió en ruso en 1932 y la adaptó al inglés junto a su hijo, Dimitri, en 1971. Ahora se rescata en español

Nabokov cazando mariposas en Suiza (1975)
Rodrigo Fresán

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El ruso sin límites ni fronteras Vladimir Nabokov (San Petersburgo, 1899- Montreux, 1977) nunca se va, siempre vuelve, y cada vez escribe y se lee mejor. Ahora -cuando acaba de aparecer un «Conversations with Vladimir Nabokov» y para noviembre se anuncia la edición en Estados Unidos de sus tantas veces citados pero jamás leídos al completo diarios onírico-insomnes- en español se rescata «Gloria». Publicada en ruso en Berlín en 1932 y traducida y adaptada al inglés en 1971 por el propio autor y su hijo Dimitri. De todas sus obras en lengua materna, «Gloria» fue la última en ser «transformada». Aún así, para su autor, su preferida entre ellas luego de «La dádiva» e «Invitación a una decapitación».

Y, de acuerdo, «»Gloria -escrita entre dos joyas como «La defensa» y «Risa en la oscuridad»- es una más juvenil y menos experta «bildungsroman» con más de un destello autobiográfico. Y, claro, no es «Desesperación» ni «La dádiva» ni «Pnin« ni «Lolita» ni «Pálido fuego» ni «Cosas transparentes». Pero sí es «Gloria» y, como tal -para citar las palabras de John Updike , aventajado discípulo, en «The New Yorker»- «es un libro que no merece una reseña sino una fiesta».

Alegre y melancólico

Festejemos a lo grande entonces este pequeño inmenso libro -tan alegre como melancólico- siguiendo el tránsito europeo y la infancia y educación sentimental del joven exiliado de apellido inesperadamente suizo Martin Edelweiss lejos de su añorada San Petersburgo prerevolucionaria. En Cambridge -arropado con parrafadas descriptivas del lugar que anticipan a las de «Habla, memoria»- Martin se enamorará de la un tanto inconstante y sombría y adolescente y también expatriada Sonia Zilanov.

Citando a su discípulo John Updike, «Es un libro que no merece una reseña sino una fiesta»

Su amor por ella será tan vertiginoso que le impondrá actos un tanto irracionales. Ejemplo: decidir volver de manera ilegal a la Madre Rusia para así impresionar a su dama. Y, así, en las idas y vueltas de Martin, una de las primeras manifestaciones del que acaso sea El Tema de/en Nabokov: la frustración sexual como desencadenante de satisfactorias visiones epifánicas mientras se atraviesan aduanas geográficas y mentales.

Al final de «Gloria» -que es también la historia de la amistad de Martin con su compañero de estudios Darwin, testigo de sus ágiles torpezas, así como la de varios escritores que pasan por ahí, y de la invención de Zoorlandia, región imaginaria que ya parece anticipar al ardiente y macilento reino de Zembla- espera uno de los finales más abiertos y misteriosos en todo Nabokov. Ahí, cuando se nos priva de la visión de la «proeza» de Martin, «Gloria» adquiere la consistencia de la detallada y cadenciosa preparación para un sueño del que nos despiertan antes de tiempo. Se hace evidente la intención del siempre juguetón para con sus lectores Nabokov: la desarticulación de Martin -hecha de vaivenes, transiciones, elipsis- se convierte en la nuestra. Se nos deja en el aire, con un puñado de postales en la mano, esperando recibir nuevas noticias del enamorado nómade. Lo que no importa tanto: porque el verdadero héroe de «Gloria» -como en todos y cada uno de sus libros- es el idioma que sólo él habla y escribe como ninguno.

Realidad

Se sabe, también, que Nabokov consideraba a la realidad materia narrativa sobrevalorada. Y a la noción de tiempo como algo en lo que no creer ni a lo que rendirse a la hora de contar vidas y muertes. De ahí que «cause graci» la edición de una preciosa agenda/objeto nabokoviana para el 2018 (Anagrama), recamada de fotos y textos a lo largo de los días y semanas y meses. No es conveniente, sin embargo, esperar al nuevo año para partir de viaje con esta novela a la que se podría sintetizar con sujeto devenido en adjetivo: gloriosa.

Lo del título entonces.

Gloria a «Gloria».

Aleluya.

Nabokov.

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