ARTE

Gerardo Rueda y la mejor generación abstracta

Un repaso por la obra de uno de los mejores artistas de la segunda mitad del siglo XX y alguno de sus compañeros de viaje

Una de las obras características de Gerardo Rueda hechas con cajas de cerillas, «Azules y verdes»
Laura Revuelta

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Gerardo Rueda (1926-1996) fue (y es) uno de los grandes artistas españoles de la segunda mitad del siglo XX. Por sus cuadros de una geometría depurada lo conocemos, al igual que por sus collages , donde ennoblece materiales tan de usar y tirar como unos papeles, recortes de periódicos o unas cajas de cerillas . De hecho, famosas y únicas son sus composiciones con este material que, después de pegar en perfecto damero, pintaba de tonalidades monocromas. Pocos artistas han sabido sacar los colores a la pintura con esa sensibilidad por la discreción. Misticismo a lo Rothko.

Pero Gerardo Rueda no fue solo un gran artista, también lo tenemos que distinguir como un personaje de su tiempo y de un tiempo en el que el arte se construía entre otros grandes nombres que eran amigos, confidentes, compañeros de viajes y experiencias, de descubrimientos creativos y vitales, como el también pintor Fernando Zóbel , el banquero y mecenas Juan March -para una de sus casas, Rueda diseñó unas inmensas puertas de bronce-, la galerista Juana Mordó... Lo mejor de lo mejor, y lo mejor de cada casa. Aquellos que fabricaron la mejor abstracción que ha dado el arte español. En el año 1966 abría sus puertas el Museo Abstracto de Cuenca, con Fernando Zóbel y el propio Rueda en la trastienda.

Fernando Zóbel y el banquero Juan March son nombres unidos a su memoria y a su hacer

Esta exposición da buena cuenta de todo ello porque no solo reúne variados trabajos del mejor Gerardo Rueda, sino también de una nutrida selección de artistas más o menos coetáneos con los que mantuvo contactos y de los que «atesoró» obra . Y de Picasso, como bien se especifica en el título. A saber: esculturas y dibujos de Pablo Serrano, tintas de Luis Feito, gouaches de Manuel Millares, trabajos de su gran amigo Fernando Zóbel, óleos de José Guerrero, cuadros de Carmen Laffón, acuarelas de Julio González, y un bronce de Pablo Picasso (en este caso, colección de Fernando Porrero Valor).

Sensibilidad

Gerardo Rueda, que fue un hombre y un artista de mundo, no sólo despuntó por sus trabajos que van de la obra grande a la pequeña, de la pintura a la escultura; también por su buen ojo como coleccionista de antigüedades y de toda clase de objetos: de muebles a discretos detalles decorativos que fueron conformando su mundo privado y su imaginario creativo. De lo concreto a lo abstracto. De hecho, es uno de los primeros «intelectuales» que echa el ojo a la antigüedad china y a su cultura y dinastías . Mucho antes de que esta clase de piezas se pusieran de moda y se revalorizaran en el mercado internacional. Sin duda, quienes lo conocieron bien destacan su sensibilidad creativa. Esta exposición es una más que buena prueba de todo ello.

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