MÚSICA

La España de Lluís Llach y Manolo Escobar

Interpretado con la letra de «L’estaca», el golpe separatista ha obligado a improvisar himnos reactivos

Manolo Escobar Teodoro Naranjo Domínguez
Jesús Lillo

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Andrés Iniesta puso el gol, la afición se puso a cien y a Manolo Escobar , que por entonces no estaba para muchos trotes y manteos, le pusieron por megafonía el Viva España para que hiciese patria y playback en la fiesta que la Federación montó a orillas de lo que era el Manzanares. Eso fue en 2010. Siete años después, el fenómeno de la desinhibición patriótica ha vuelto a coger a España sin un himno que cantar , un soporte lírico capaz de prolongar en la calle y de manera coral la manifestación plástica que representan las enseñas nacionales que, ahora de forma reactiva, nada que celebrar, cuelgan de los balcones.

Envuelta en la bandera, la España del tarareo y la fonética pulmonar se echa a la boca lo primero que encuentra en un catálogo musical de fervores identitarios en el que sobresale un pasodoble escrito en los primeros años setenta por una pareja belga - Eviva España en su versión original- y en el que cabe la versión tumultuaria e instrumental, vocal mix , de la Marcha Real, despojada de todo rigor y solemnidad y emparentada en burricie con el Seven Nation Army de los White Stripes que por sus propiedades liberadoras circula por los campos de fútbol.

Sin grietas nacionales, sin otra amenaza que esa yihad a la que Hollande ya declaró la guerra, Francia se permitió animar su última fiesta nacional con la interpretación marcial del Get Lucky de Daft Punk. En el paseo de la Castellana, la pasada semana no pasamos del Banderita , pasodoble que, como el cuplé de la Legión El novio de la muerte lo mismo vale para un roto, un descosido o el Cristo de Mena malagueño. No hay palabras.

Privada de los efervescentes ingredientes líricos que contienen los himnos de estrofa y estribillo, escopeta y perro, la Marcha Real se esquiva y sustituye por el A por ellos , el Yo soy español , de naturaleza futbolera y pasados de testosterona, o por los grandes éxitos de un Manolo Escobar que, en esta hora de España, la compañía estable del balcón de la calle Balmes de Barcelona ha vuelto a poner en su sitio.

Contrasta la desorientación que sufren los españoles a la hora de interpretar de viva voz un himno de batalla con la abundante banda sonora que maneja el frente separatista. Si no tenían bastante con Els segadors (Bon cop de falç!) , los golpistas se han aprendido de memoria L’estaca (Si estirem tots, ella caurà) del ahora diputado Lluís Llach , canción que ya supo utilizar Podemos en sus asambleas como indicio de su alineamiento antisistema e instrumental con los sediciosos.

Como declaración de intenciones, el Runrún de Colau o el mambo de la CUP adelantan una fiesta cuyo previo es la revuelta, fase que exige cánticos contra la opresión, una Marsellesa de andar por casa y el Ensanche que rearme de moral al pueblo sometido y silenciado ; un karaoke sentimental que al conjunto de España, pacífica y confiadamente, parece no haberle hecho falta para sobrevivir. Un himno sin letra quizá sea la mejor presentación de un pueblo que, fuera de los campos de fútbol, no quiere jaleo y rara vez ejerce resistencia.

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