«Performance» de Prinz Gholam «My Sweet Country», a los pies del Templo de Zeus
«Performance» de Prinz Gholam «My Sweet Country», a los pies del Templo de Zeus - AFP
ARTE

La deuda griega y Documenta 14

Documenta, el evento artístico más respetado, adelanta su edición veraniega de 2017 en Atenas, donde se propone generar debate sobre los temas decisivos de nuestra época desquiciada

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En la mecánica de fluidos, la viscosidad indica la resistencia de un material a cambiar de forma. Hemos aprendido que el efecto del aleteo de una mariposa en la Amazonía es un trastorno meteorológico en Londres y, de forma más catastrófica, que la voracidad del capitalismo financiero puede «provocar» una política global austericida. El mundo del arte no permanece ajeno a esa «metaforicidad desastrosa» y, cuando todo es fluido, el bienalismo reacciona mostrando, más que una condición permeable, una anómala viscosidad.

Los comisarios de arte contemporáneo buscan «friccionar» con los conflictos, aunque tengan serias dudas sobre el potencial político de sus desplazamientos. Documenta se inauguró el sábado en Atenas con la participación de más de 150 artistas y en unos 45 espacios de la ciudad, entre otros, el Museo Nacional de Arte Contemporáneo, el Museo Benaki o la Escuela Ateniense de Bellas Artes.

¿Qué hacemos aquí?

Paul Preciado, miembro del equipo curatorial del director de Documenta Adan Szymczyk, planteó la pregunta del millón con toda su problemática simplicidad: «¿Qué hacemos en Atenas?». Aunque su alcalde, Yorgos Kamidis, declaró el 21 de marzo que la llegada de Documenta a Atenas era «un regalo» que pondría a la ciudad en el mundo del arte atrayendo a «visitantes y turistas de todo el mundo», pero también generando una red artística, Szymczyk se apresuró a cuestionar esa manifestación de euforia, pronunciando un cumplido: «La gente de Atenas nos ha dado muchos regalos a nosotros». En este ritual de «intercambios» resuena aquella advertencia de Laocoonte en «La Eneida»: «Timeo danaos et dona ferentes» (temo a los griegos incluso cuando traen regalos). Documenta no es, ni mucho menos, una reaparición del Caballo de Troya, pero sí tiene que ver con el «estado de sitio» en el que nos encontramos. El evento artístico más respetado (iniciado en Kassel en 1955 con la memoria fresca del horror nazi), trata de generar en Atenas un debate sobre los temas decisivos de una época desquiciada: las migraciones, la crisis financiera, la censura y la dictadura.

Documenta no acude al «rescate» de Atenas, sino que trata de visibilizar el «síntoma griego»

Grecia ha sido el «laboratorio» de las estrategias neoliberales. Stavrakakis señala que, casi de la noche a la mañana, el país que entró en el euro y acogió los Juegos Olímpicos, ganándose el reconocimiento internacional, el Estado que actuó como agente de la UE en los Balcanes y su socio de negocio preferente en la zona, la misma nación que fue valioso mercado para las mercancías europeas, se convirtió en el «enfermo» de Europa, «una bestia negra merecedora de ridículo, condena y disciplina según los procedimientos más severos y ejemplares».

Un severo correctivo

No olvidamos la dureza de Merkel y Sarkozy contra Grecia en la cumbre del G-20 en Cannes a finales de 2011, ni las «medidas de austeridad» impuestas por la Troika que llevaron al aumento del paro (un 60 por ciento entre los jóvenes) y a la subida de la deuda al 120 por ciento del PIB. Los «aganaktismenoi» que ocuparon la plaza Syntagma en 2011 estaban «inspirados» en los indignados españoles. El «club de los PIGS» tenía que ser sometido a severa disciplina económica, aunque para hacer frente a la deuda soberana se perdiera toda soberanía democrática. Documenta acude no al «rescate» de Atenas, sino que trata de visibilizar el «síntoma griego»: el mecanismo del control de la subjetividad por medio de la deuda cuando se ha materializado lo que Naomi Klein llama «doctrina del shock».

Un callejón sin salida

Alexis Tsipras advertía en 2013 que la crisis griega no reside en que los griegos sean «perezosos», sino que revela el callejón sin salida del proyecto neoliberal europeo. Syriza fue saludado por Zizek como algo más que un fenómeno griego: era «una de las escasas señales de esperanza» en Europa. Desde hace bastantes meses da la impresión de que a «la crisis griega» se la hubiera tragado la tierra. Documenta inaugura tal vez demasiado tarde, cuanto el radicalismo político está paralizado y la crisis de la deuda se ha cronificado. El mismo Varoufakis ha reaccionado contra este «desplazamiento» ateniense de la cita, calificándolo como «turismo de crisis», un safari pseudo-humanitario marcado por la «insolvencia» artística y política. Con todo, no hay ningún tono de «exotismo» en proyectos como «El parlamento de los Cuerpos», desplegado desde septiembre, y las intervenciones de artistas como Regina José Galindo, María Magdalena Campos-Pons o los españoles Daniel García Andújar y Roger Bernat no tienen nada que ver con «la mirada colonial».

Si en 2013, Documenta generó proyecto en El Cairo y Kabul, y en la edición comisariada por Enwezor en 2004 había «plataformas» teóricas en ciudades como Lagos, esta primavera ha buscado radicalizar su discurso crítico. Paul Preciado no duda en afirmar que necesitan Atenas «para deconstruir Documenta». La composición de Yannis Jristu Epicycle es la banda sonora de este viscoso «regalo envenado» que penetra en una ciudad que es el origen de la democracia. Estamos en deuda con Grecia, aunque tengamos dudas sobre el presente que el arte contemporáneo ofrece.

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