ARTE

La danza pictórica de Nico Munuera

Delicada propuesta de Nico Munuera en el IVAM en la que su pintura se centra en el efecto del movimiento

Dos lienzos de la serie «Praecisio»

MARISOL SALANOVA

El oleaje lamiendo la orilla parece dibujar líneas trasparentes al borde de la playa e ir configurando un cuadro abstracto cambiante que marca cierto límite sobre la arena. Un vídeo de toma fija recoge tal escena, y en torno a esa imagen en movimiento surge la idea que el artista Nico Munuera (Lorca, 1974), afincado en Valencia desde 1993, pone en la base de su discurso para lleva el proyecto titulado Praecisio («corte» o «concisión», en latín). Se trata de una propuesta expositiva site-specific que hasta mediados de enero podrá verse en la Galería G-6 de la segunda planta del IVAM .

El color solía ser hasta ahora el hilo conductor que ha unido las obras de Munuera, ocurriendo que esta vez la escasez e incluso a menudo ausencia del mismo supone ya en sí un manifiesto. Así sucede cuando presenta un lienzo en apariencia inacabado por sus extremos , a los que no llegan los rojos que transcurren en el resto de la pieza, o la presencia de un cuadro vacío con tacos de madera que refieren sustratos en medio de una sala de montaje minimalista.

Esta propuesta gira en torno a nuestras capacidades de percepción desarrolladas a través de los límites generados por la pintura . Los márgenes de interrelación que el artista crea para saltar de un medio a otro, del vídeo a la pintura, de la instalación a la pieza de carácter escultórico que evoca la maqueta de una casa en varias plantas, son ciertamente particulares. Dichos saltos interpelan al espectador que, en cuanto accede a la exposición, se encuentra con dos obras muy características del artista: dos cuadros de gran formato y paleta amable con una ligera onda horizontal que recuerda a una serie anterior titulada «Llegando a Xuwan» . Éste espera entonces hallar sus habituales campos de color, sus emocionantes líneas, el gesto único, sus paisajes sin paisaje, pero se topa con un devenir conceptual de aquella pintura silenciosa que surgía sin un mensaje previo.

La pincelada fluida, hecha con acrílico, plana, ancha y sin demasiada textura, conquista los cuadros pequeños y de medio formato que rodean la escalera del primer piso. En la segunda y última planta de la sala se ubica el vídeo que delicadamente matiza el juego de percepciones entre olas y márgenes, arena y pintura , trayendo un trozo de costa al espacio museístico. Antes, una serie de piezas pequeñísimas integran un collage pictórico sobre pared con tonos tierra y dorados propios de las primeras luces de un atardecer. El ocre sobre el ocre, como las dunas de una playa o del desierto, remite de nuevo al concepto de frontera y lo cuestiona sin perder el sentido estético.

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