«El archiduque L. Guillermo en su galería de pinturas en Bruselas» (1651), de David Teniers
«El archiduque L. Guillermo en su galería de pinturas en Bruselas» (1651), de David Teniers
ARTE

El cuadro dentro y fuera del cuadro

Después del éxito de El Bosco, el Museo del Prado inaugura la semana que viene una ambiciosa exposición –cien obras– que rompe los moldes de la pintura. «Un viaje a la idea del arte»

Madrid Actualizado: Guardar
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Cuando el Museo del Prado hace sus mejores apuestas expositivas es cuando no piensa en el gran público como un objetivo o valor absoluto; se olvida de batir un récord de asistencia en el cómputo mundial de los «guinness» y, por ende, en el suyo particular, donde ya cuenta con sonoros hitos. Lanzo esta máxima aún a sabiendas de correr el riesgo de ser malinterpretada. Nada más lejos de mi intención que criticar esas citas con gancho. Acto seguido, me explico: está muy bien que una pinacoteca de la talla del Prado convoque ante sus puertas y por las avenidas adyacentes colas de gente con solo invocar el nombre de El Bosco –el último caso en su largo historial de citas mediáticas de alto prestigio y voltaje–, pero está aún mejor (además) que se la juegue en exposiciones donde la tesis es el argumento y las imágenes (cuadros, en su mayoría de sus fondos, sin ir demasiado lejos) el sostén de la misma.

Me explico de nuevo: celebrar a un gran maestro (como El Bosco) en toda su magnitud y con toda delicadeza resulta fantástico, pero aún mejor, cuando más allá de abrir la boca (admiración un tanto bobalicona de la inmesa mayoría del respetable), se abren otros puntos de vista –sensoriales e intelectuales– en el discurso investigador del Museo y de la Historia del Arte que una institución de estas características debe reescribir cada día. Esto lo sabe bien El Prado porque alterna ambos tipos de proyectos en su calendario con muy buen tino a la hora de medir los tiempos y criterios. Por ejemplo, este objetivo se superó con creces en proyectos como el titulado « La belleza encerrada», bajo la batuta de Manuela Mena, jefa de conservación de pintura del siglo XVIII y Goya, en el año 2013, y en este que abrirá sus puertas la semana que viene (el 15 de noviembre), « Metapintura. Un viaje a la idea del arte», conforme al estudio de Javier Portús, jefe del Departamento de Pintura Española (hasta 1700).

Clásica y moderna

Dos ejercicios de inteligencia discursiva, expositiva y sensitiva. Puro deleite para el que sabe y el que no sabe y quiere saber un poco más de las intrahistorias de la Historia del Arte y sus ideas (palabra que se sitúa en el subtítulo de la muestra que nos ocupa, no sin haber sido bien elegida a propósito). Idea, en este caso, equivale a concepto, y ese concepto –un término tan contemporáneo en los quehaceres creativos–, hace que esta exposición resulte tremendamente actual, aunque también muy compleja, pese a las trazas clásicas. Ambiciosa.

Moderna, porque de los límites del cuadro, de eso que también se ha llamado pintura expandida en sus muchas acepciones y derivaciones conceptuales, se discute aún hoy desde otros parámetros fronterizos. Pero es que de los límites del cuadro –lo que dentro de él pasa y lo que de él sale (se ve y no se ve), se lee, deduce, descifra, casi como si de códigos semiológicos se tratara– va esta exposición.

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