ARTE

ARCO 2018: 37 años en la suela de los zapatos

Un año más, un cumpleaños más en el diario de a bordo. ARCO’18 sumará más anécdotas en su ya adulto devenir

2016, 25 años de ABC Cultural. Los Reyes Don Felipe y Doña Letizia visitaron el estand del suplemento en el aniversario ERNESTO AGUDO
Laura Revuelta

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Ahora que nuestros teléfonos móviles miden nuestros pasos, imaginen los kilómetros y kilómetros que podría sumar en su dispositivo aquel que se ha «chupado» los 37 años que cumple ARCO en la presente edición . Pabellones y pabellones; pasillos y pasillos; estands y estands. Infinitos kilómetros, que equivaldrán, seguramemte, a varias vueltas al mundo. Por eso hay quien cambió hace mucho tiempo los zapatos de lujo por las zapatillas de felpa para atravesar los días de feria y las caminatas -con charlas incluidas- de los feriantes. Tal es el caso de la incombustible Juana de Aizpuru , fundadora de todo este tinglado artístico y escénico allá en el año 1982.

Ella es el vivo ejemplo de la comodidad por encima de todas las cosas. De la supervivencia por los siglos de los siglos. Llueva, haga viento, nieve o luzca el sol. Caiga la feria en pleno día de los enamorados -como hace años- o haya tenido que desplazarse en el calendario poco a poco por exigencias de la competencia internacional o de los «caprichos» de un mercado del arte (local) a ratos millonario, a ratos más pobre que las ratas. Con una línea bien quebrada, como las empresas que sobreviven haciendo alpinismo en su gráfica de resultados. Digan lo que digan en las ruedas de prensa, cuando la mayoría de las veces lo que cuentan suena a mentira piadosa, ARCO las ha pasado canutas en más de una ocasión .

1982, arranca ARCO. El 10 de febrero es el día. Juana de Aizpuru (en el centro) fue la directora en su primera etapa, hasta 1986

Los más veteranos del lugar -aún queda alguno/a más que Juana de Aizpuru al pie del cañón- recordarán aquel primer ARCO del 82 en el Palacio de Exposiciones de la Castellana , de Madrid. Una auténtica revolución. En España, no sé si había aterrizado el arte contemporáneo, pero sí el tiempo de la Movida (promovida). Luego, vendría el Palacio de Cristal de la Casa de Campo . Sedes provisionales hasta que llegó el asentamiento definitivo -como quien habla de un ignoto territorio por explorar- de Ifema y la maduración de ARCO como un negocio a prueba de bombas y de crisis. Lo que se dice pasar, ARCO ha pasado por todos los conflictos que en el mundo ha habido y habrá: de guerras en Irak y crisis del petróleo al famoso grito del «No a la guerra». Y las distintas obras y artistas que por allí han desfilado han dejado su granito de arena en un álbum que, en ocasiones, ha disfrutado más con el escándalo y la gresca que con el verdadero arte.

Álbum de prensa

Antológicos resultan aquellos tiempos -ya casi olvidados por la estabilidad presente- en que las «vecinas» de estand (léase galeristas) se peleaban por un quítame allá esas pajas: que si tú estás mejor colocada que yo, que si esos chill out ahuyentan a los verdaderos coleccionistas , que si las moquetas resultan mortales para nuestros pies y lo que no son nuestros pies, que si no se puede permitir la entrada a tanto público ajeno (no profesional) a este mundo y que sólo viene a cachondearse del prójimo... En resumen, que no puede haber tanto aficionado por ahí suelto. ¡Por Dios, seámos profesionales y tomemos el arte en serio y como una industria cultural de verdad! Esta fue una de las cantinelas más sonadas (y con razón, porque de este «tinglao» vive y malvive mucha gente) de la última década. Subamos el precio de las entradas a lo estratósferico. Parece que ya pasó el tiempo de las quejas y hasta de las fotos escandalosas de ese arte que sólo se sostiene en el espectáculo. ARCO, a sus treinta y pico años, se ha hecho mayor, muy mayor, por el bien suyo y para aburrimiento del respetable con un poco de entendimiento y sin parné en el bolsillo.

Pero sigue teniendo mucho gancho y atestando sus pasillos en sus fines de semana. Y los amigos y conocidos te siguen pidiendo pases como si aquello fuera la romería de Quejo. Menos mal que los coleccionistas de verdad tienen sus días reservados y se pasean como reyes del mambo subidos en sus zapatos de aguja y rehúyen las fotos porque cuanto menos se sepa... Al cabo, este es el mercado del arte, y ARCO se ha hecho un hueco entre la clase media con aspiraciones a más y mejor.

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