El juego presenta un estado totalitario en el que abundan los abusos policiales
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El «apartheid» mecánico

«Deus Ex Mankind Divided» trata de abordar temas de calado con resultados dispares, pero acierta de forma constante con su diseño, que permite al jugador una libertad casi absoluta a la hora de abordar los retos del juego

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Hace cinco años « Deus Ex Human Revolution» sorprendió a propios y extraños con un juego que rescataba las esencias del original, uno de los títulos más influyentes de la historia del medio. La mezcla de sigilo, acción, narrativa y una libertad inusitada a la hora de abordar cualquier situación, junto con una dirección artística brillante, lo encaramaron a muchas listas de los mejores juegos de 2011.

La historia presentaba un mundo donde los avances en biomecánica habían desatado una revolución transhumana en la sociedad, y donde muchas personas decidían adquirir implantes(aumentarse, en la terminología del juego) no para subsanar carencias físicas, sino para ejercer una ventaja competitiva en su día a día. Brazos mecánicos que otorgan una mayor fuerza a trabajadores de la construcción, implantes cerebrales computacionales para corredores de bolsa, retinas artificiales con funciones de visión térmica para soldados… Las preguntas filosóficas y los dilemas morales en torno a si son nuestras limitaciones garantes de nuestra humanidad, o si por el contrario tenemos el poder de configurar nuestro próximo salto evolutivo, eran una constante a lo largo de la aventura.

Un mundo dividido

Al ser una secuela directa, el juegoretoma el complejo hilo narrativo de «Human Revolution», pero el estudio ha incluido un vídeo de 12 minutos que recapitula los puntos argumentales más esenciales. Esta nueva entrega se sitúa en 2029, dos años después de que, hacia el final del anterior juego, el fundador de la tecnología «hackeara» a todos los aumentados del planeta y les provocara un brote psicótico asesino. Acababa así con la vida de más de 50 millones de seres. Su objetivo, que la humanidad abandonara el camino de las mejoras biomecánicos, se ha cumplido, pero ha dejado un mundo dividido, donde los naturales desconfían de los aumentados, y varias fuerzas políticas pretenden que se apruebe una resolución en la ONU que legitime la separación de clases a escala mundial. Este escenario, que nos retrotrae al apartheid y a las leyes de «Jim Crow» sureñas, ya se ha activado en Praga, donde se desarrolla gran parte de la acción.

Adam Jensen vuelve como el héroe aumentado, dispuesto a combatir una ola de atentados terroristas, de autoría disputada, al mismo tiempo que trata de desenmascarar una conspiración internacional que intenta controlar el progreso humano. Para ello divide su tiempo entre su trabajo en Interpol y su activismo con el Colectivo Juggernaut, un grupo de «hackers» con recursos suficientes para combatir la corrupción de los grandes conglomerados.

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