ABC CULTURAL en ARCOmadrid 2017El correcaminos despedazado, Mickey Mouse y Super Mario: un cadáver exquisito en ARCO

Durante su segunda jornada en el estand de ABC Cultural, once artistas dan vida a lo que hasta hace poco era un muro en blanco y tratan de establecer un diálogo entre sus piezas para convertilas en una sola

MADRID Actualizado: Guardar
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El correcaminos. Desplumado. Y desmembrado.

La «Pietá»... y Mickey Mouse y Bender de Futurama y Super Mario.

¡EXTRA, EXTRA! The Daily News.

Y... las máscaras mortuorias de los cadáveres exquisitos.

Todo parece tener cabida en esto del arte. [«Prohibido, prohibir» (André Breton)].

Día 2 en ARCO, la Feria de Arte Contemporáneo que estos días —de 22 al 26 de febrero— acoge Madrid. Son las 16.07 horas y Frankestein avanza rápido. El mural que hace apenas un día era un lienzo en blanco, ya presenta las obras acabadas o a medio acabar de los once artistas que le dan vida con sus colores, sus materiales y el mundo que guardan dentro de sus cabezas. El estand de ABC Cultural es, en esta vigésimo primera edición del evento, la amalgama de once composiciones artísticas en constante evolución.

Se trata de un cadáver exquisito. Una técnica usada al principio para hacer Literatura por los surrealistas en 1925. Autores como André Breton, Paul Éluard y Tristan Tzara se reunían con sus otros colegas para jugar. Uno escribía una frase viendo solo la oración que había creado el anterior. Así se creaban poemas, composiciones e historias anónimas, conjuntas y de lo más interesantes. ¿Y de dónde viene ese nombre tan curioso? De una frase que surgió cuando se jugó por primera vez, en francés: «Le cadavre - exquis - boira - le vin - nouveau» (El cadáver exquisito beberá el vino nuevo).

La única diferencia es que en ARCO no son las letras la herramienta del juego; son los dibujos, la pintura, la escultura, la fotografía, el vídeo... las artes gráficas y visuales.

Respetando el espacio

Ahora, solo cuatro de los artistas permanecen en el estand, afanándose en terminar su obra. Miro las piezas, independientes unas de otras. Intento imaginar cómo quedará la obra completa. Imposible saberlo aún. La voz de uno de los autores, Fran Ramírez (Herrera, Sevilla, 1984), hablando con su compañero Javier Conde (Alcalá de Henares, Madrid, 1972 ) resuena detrás de mi cabeza. Me saca del ensimismamiento y me devuelve a la realidad. «¡Qué bien se ve lo qué es de cada uno! Con estilos tan diferentes... Y cada cual ha usado una parcela, no hay mucha mezcla, hay individualismo», explica. Es cierto. De momento, cada artista parece estar centrado en un trozo de muro y haber creado su mundo en él. Salvando algunas excepciones, mínimas, las piezas no interaccionan entre sí. Cada uno de rige por sus propias normas.

[«¡Anarquía! ¡Oh portadora de luz! ¡Expulsa la noche!¡Aniquila los gusanos!» (André Breton)].

La obra de Ramírez es un «collage» de figuras pintadas; luego, recortadas y clavadas con chinchetas. De fondo aparece el rostro de una Virgen pintado en tela, en la capa de debajo asoma una chica al estilo pop art, en la de arriba, una abeja y una pistola, Mickey Mouse, Bender de Futurama y Super Mario. Confiesa haberse inspirado en «El Descendimiento» de Rogier van der Weyden, el tríptico considerado la obra maestra del pintor flamenco. Aunque ha montado el «collage» en un solo día, cuenta que ha tardado un mes y medio en pintar las figuras en su taller, en casa, entre trabajo y trabajo. Ve su incursión en ARCO como una oportunidad para hacer algunos cambios en su estilo y marcar un antes y un después en su carrera. «Es la primera vez que recorto y saco las figuras. Es como una vuelta a la infancia», apunta el artista, resuelto, dicharachero; quien reconoce que, aunque «la soledad del estudio mola», la experiencia de 2participar en un cadáver exquisito, de trabajar todos juntos, está resultando enriquecedora. Ademássiempre puedes ir a por una cerveza y tomarla con alguno de los compañeros».

Javier Conde escucha a su compañero. Interviene. Está claro que su apuesta es integrar todas las obras —cada una de su padre y de su madre— en una sola. Para ello, ha hecho brotar del muro, entre las distintas piezas, unas discretas setas blancas con puntos rojos. «Es un buen deseo, un buen augurio para esta edición de ARCO. Como cada que se vende una obra se le coloca un punto rojo al lado, he decorado las setas con puntos rojos, para que surjan la ventas, que broten», indica, señalando las pequeñas esculturas de corcho de alta densidad, un material que ha escogido por su facilidad a la hora de tallar y manipular. También explica en qué consiste la obra que día tras día actualiza en el trozo de muro sobre el que ha elegido trabajar. Con dibujos y a la llamada de ¡EXTRA, EXTRA! o ¡ÚLTIMA HORA!, «cuento lo que pasa en la feria. Aunque es verdad que no se puede contar todo, intento mantener la obra —el relato— actualizada». Así, a los diseños ya hechos, añade otros nuevos, de forma constante. Porque lo que más le gusta del proyecto es «el trabajo en vivo». Algo que recuerda en muchos casos al de los artesanos que salen de su taller y muestran su labor a la gente de la calle.

Manos a la obra

Camisa rayas de rojas y blancas, labios también rojos. Llega Concha Martínez Barreto (Fuente Álamo, Murcia, 1978). Conde, que hace apenas unos minutos ha expresado su admiración por la obra de la artista, la ve por primera vez. Al fin se conocen. Después de hablar, compartir impresiones e intercambiar algunos chascarrillos; Martínez Barreto se pone manos a la obra. Tenía planeado acudir al día siguiente, pero al final, ha tomado la decisión de empezar con su pieza hoy. Espontánea, explica que, a pesar de que el dibujo es la base de su trayectoria, en esta ocasión ha decidido hacer algo muy diferente. En el suelo, coloca el maletín de pintura que tiene desde los 11 años; ya viejo, manchado y raído; cómplice y testigo de historias que han emergido de su mente. En él, mete una cámara endoscópica, «como la que usan los médicos», y, a través de un cable, la conecta un iPad que cuelga en la pared. En la pantalla se ve lo que hay dentro del maletín: pinceles; tubos y botes de pintura.

[«Y por el poder de una palabra empiezo de nuevo mi vida. He nacido para conocerte, para nombrarte: Libertad» (Paul Eluard)].

Mientras, hay un hombre que sigue trabajando, ajeno a todo. Es Federico Sposato (Mar del Plata, Buenos Aires, Argentina, 1984). Con un collage, dibuja la palabra MAN (hombre), muy acorde con su obra, que reflexiona sobre el género y la masculinidad. Sin embargo, esta vez hay algo diferente, las teselas con que hace su composición son recortes de papel, anuncios de productos para el cuidado de la barba, que lanzan un mensaje machista y que ha encontrado en las redes sociales. «Quiero que la gente se acerque para ver el detalle, qué es lo que pone en los anuncios, y se sorprenda», explica artista argentino, quien es consciente de que su aportación al cadáver exquisito es un desafío para él: «Yo juego con mi rostro y con la fotografía. No me ensucio. Este es un formato totalmente diferente a lo que estoy acostumbrado».

En todo este tiempo, otro de los artistas, Rafael Jiménez (Córdoba, 1989), también ha tenido faena. Su aportación al mural son dos máscaras mortuorias, una roja y otra negra, pintadas con plastilina, un material con el que lleva trabajando más de seis años. La máscara roja ya está terminada; la negra, parece una cara normal: sus trazos están muy definidos. Pronto los difuminará, para darle el aspecto mortecino, como si fuese una momia, que ya tiene la otra. El rostro, con los rasgos aún definidos, me resulta familiar.

—¿Es Berlusconi?

—¡No! — ríe, sorprendido — pero ahora que lo dices se le parece. Sería un buen título para la obra.

Habituado al trabajo en equipo — se inició en el mundo del graffiti— expresa que está «encantado» con el proyecto, que considera enriquecedor y que le permite conocer de cerca cómo trabajan otros artistas a los que admira (como Ana Barriga, autora de dos ángeles grisáceos con bucles rojos, encendidos, que parecen estar a punto de salir del mural).

Bullicio en ARCO

El estand de ABC Cultural está en la nave 9 de Ifema, atestada de cámaras, fotógrafos y periodistas; artistas que quieren inspirarse y dejarse ver, coleccionistas de arte que van a hacer sus fichajes del año, señoras con abrigos peludos y labios operados; señores con bótox recorriendole la cara; grupos de curiosos; amantes del arte. Variedad y libertad. Creatividad.

[«La imaginación al poder» (André Breton)].

En una ambiente bullicioso, tan alejado de la intimidad del taller, la labor de los artistas que trabajan en el cadáver exquisito continúa. Los azafatos del estand (un chico y dos chicas) permanecen allí de forma casi perenne, desde la mañana hasta la tarde, y son testigos privilegiados de cómo se desarrolla la obra. Al muchacho le sorprende la rapidez con que evoluciona, la mezcla de estilos y materiales, y el «respeto y buen rollo» que se respira entre los artistas. Una de las jóvenes destaca el ritmo tan diferente al que trabaja cada uno: «Hay quien viene dos horas al día y lo hace poco a poco; quien se carga de trabajo en un solo día y quien es muy detallista y minucioso y le dedica horas y horas todos los días. Como el artista que está haciendo el Correcaminos». La chica se refiere a Miguel Ángel Fúnez (Madrid, 1988).

El joven, de 28 años, está dibujando al famoso personaje de dibujos animados, pero sin cabeza, con patas mutiladas, y desplumándose. Una imagen con la que denuncia la manipulación de la naturaleza a manos del hombre. El artista aún no es capaz de augurar cuál será el resultado final de la obra: «De momento parece que cada uno tiene más o menos su espacio, pero estoy pensando en extender alguna pluma por ahí para empezar a crear más diálogo... No sé. Hay gente que quiere que cada uno se quede en su espacio; otros apuestan por que nos mezclemos. Ya se verá. Todo depende de cómo interaccionemos, de si tenemos más ganas de hacer nuevas cosas o no».

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