Detalle del autorretrato de Velázquez
Detalle del autorretrato de Velázquez - ABC
EXPOSICIÓN

Velázquez y Murillo, un viaje a la secreta historia de una pincelada

La exposición de Focus descubre nuevos aspectos sobre el proceso creativo de Velázquez con sus juegos ópticos de luz o un Murillo arrebatado por enérgicos trazos

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Bajo el lienzo palpita la biografía secreta de un artista. ¿Cómo eran los bosquejos de Velázquez? ¿De qué forma preparaba los colores Murillo? ¿Qué tenía la Sevilla del Siglo de Oro para permitir el azar propicio que permite la coincidencia de los genios? Son respuestas que se esconden bajo algunos de los cuadros que se muestran en la exposición organizada por la Fundación Focus y que se pueden ver estos días en el Hospital de los Venerables.

«Velázquez. Murillo. Sevilla», considerada como la exposición que servirá de prólogo a las celebraciones del Año Murillo en 2017, desvela las afinidades entre ambos maestros sevillanos y ha permitido descubrir semejanzas insospechadas a partir de la inteligente museografía planteada por el comisario Gabriele Finaldi.

Sin embargo, más allá del asombro al contemplar esta nueva visión de los dos pintores, la exposición permite otras curiosas lecturas surgidas de un concienzudo estudio de la técnica y la evolución pictórica de estos dos genios.

La muestra ya se ha convertido en la más visitada de los veinticinco años de historia de Focus con 20.000 visitantes en sus primeros 24 días de apertura. Por esta razón durante el Puente de la Inmaculada, desde hoy al domingo, se amplía el horario de forma ininterrumpida desde las 10 a las 20 horas.

El catálogo científico publicado con motivo de la exposición cuenta con interesantes artículos de Finaldi, Javier Portús y María Álvarez-Garcillán y Jaime García-Máiquez, además del de la directora de la Fundación Focus, Anabel Morillo. El texto de María Álvarez-Garcillán y Jaime García-Máiquez es un viaje al interior de las obras que se exponen, una inmersión en el secreto de la pincelada para adivinar qué se oculta tras el juego de veladuras y empastes.

Entre las novedades aportadas en esta investigación titulada «Velázquez, Murillo y la aristocracia del arte. Un diálogo sobre la técnica» está el análisis de los soportes que utilizaban, cómo jugaban con la luz y el color por medio de diversas técnicas o qué tipo de imprimación usaban. «Puede decirse que ambos partieron técnicamente de un mismo punto de salida», añaden los autores del estudio.

La llamada «tierra de Sevilla» permanece en esos cuadros, el barro del río que daba ese característico color marrón parduzco o rojizo a los cuadros de los maestros sevillanos y que se diferenciaba, por ejemplo, del que se podía ver en la corte, definido por la «tierra de Esquivias», que es el que utilizaría Velázquez en su etapa madrileña.

El proceso de imprimación se realizaba aplicando arcillas para tapar los poros de la tela. Pacheco aconsejaba encolar la tela para permeabilizar el soporte con una fina capa de cola animal. Y añadía que «este barro que se usa en Sevilla» se molía en polvo y se templaba en la losa con aceite de linaza. Eran tierras que contenían óxidos de hierro y carbonato cálcico «al que se le adherían pigmentos de negro carbón, y como consolidante y secativo, el albayalde». En Velázquez, la influencia de Rubens cuando éste visita la corte determinará el abandono de las imprimaciones rojas a favor de las blancas, compuestas esencialmente por albayalde. Esa capa clara permitirá que su pintura cuente con un fondo óptico más luminoso.

El uso de la luz para provocar juegos ópticos también une a los maestros sevillanos. Perfilaban las figuras para darles volumen. Y en las reflectografías realizadas en este estudio se desvela un aspecto insólito y desconocido sobre Murillo que, sin embargo, ya se intuía en el análisis de sus dibujos publicado recientemente por la profesora Manuela Mena. Así, en los bosquejos se descubre que bajo la capa superficial de dulzura de su pintura existe «una resolución muy enérgica en el trazo». De hecho, Velázquez demuestra un espíritu más sosegado, mientras que Murillo aparece como más instintivo, «como arrebatado por la pasión en este punto decisivo del proceso creativo».

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