Javier de la Rosa: «Los escultores somos los malditos del arte»

La Galería Haurie inaugura temporada con una exposición figurativa con figuras inspiradas en el Sudeste Asiático

Javier de la Rosa ante sus esculturas en la exposición de la galería Huarie JUAN FLORES

Marta Carrasco

Son figuras del Sudeste Asiático. Hombres agachados sobre canoas estrechas; otros sobre pequeños juncos o finas escaleras, como si cazaran nidos de golondrinas...La placidez de esas imágenes nos llevan a las novelas de Marguerite Duras o a dulces aguas de la bahía de Ha Long.

«Esculturas», con este definitorio título abre este año la temporada la galería Haurie de la mano del joven artista Javier de la Rosa (Madrid, 1984).

Estudió Bellas Artes en la Universidad Complutense y allí tuvo la suerte de tener un gran profesor, «fue Pedro Terrón. El es escultor y me orientó y ahí sigo». En su formación tocó, la escultura, pintura, fotografía, «gracias al profesor Terrón conocí al escultor Jesus Curia y comencé a trabajar con él y además me introdujo en el mundo del arte».

Está en ese punto de vida en el que ya está consiguiendo vivir de su escultura, a pesar de lo que cuesta la producción para un artista de esta disciplina. «Es una locura, tanto la producción como el espacio que necesitas para hacer una obra. Nadie imagina la cantidad de materiales que se precisan. Yo trabajo bronce, hierro, piedra, madera..., hacen falta herramientas para manipular esas materias, herramientas que no son baratas. Y el espacio..., generas tal cantidad de cosas. Sólo en moldes..., «.

La producción de una obra es mas larga y más cara, «para crear una pieza hay que modelarla en barro según el tamaño, o se usa cera, luego a escayola para sacarle texturas y luego en ese acabado se le hace el molde de silicona, saco la copia en cera la repaso y la llevo a la fundición».

En su exposición de Sevilla todas las piezas son de bronce y hierro, «y sí, es caro. En la fundición cuesta que te a 35 euros el kilo, y si una pieza pesa diez kilos, ya son 350 euros sólo en fundición, y hay que añadir todo el proceso anterior, y luego de la fundición, repasarlo, patinarlo...».

Va contracorriente sin miedo en un mundo donde parece que la figuración no está de moda, «ir contracorriente es la rebeldía de ahora. Pero hago figuración porque es para mí como el respirar. A veces lo pienso, la figuración está como maldita, pero siempre encuentras a alguien que te dice, qué pieza tan hermosa, y sólo con eso recargas las pilas y sobrevives. Tengo todos los elementos en contra, soy figurativo y además escultor, que somos algo así como los malditos del arte en esta época». Para el artista en el arte hoy día «mandan las subastas y si llegas a una, empiezas a ser alguien y te llegan los museos y curadores. Es así de simple», asegura.

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