Fragmento de la portada del libro
Fragmento de la portada del libro - ABC

Tras los pasos del retrato que Velázquez hizo del Príncipe Carlos de Inglaterra

Laura Cumming narra, en un libro «disfrazado» de ensayo histórico-artístico, la vida de un hombre que siempre creyó tener ese cuadro perdido

Madrid Actualizado: Guardar
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Velázquez es un filón inagotable: más de 400 años después, todo lo relacionado con el artista sevillano sigue despertando un enorme interés. Así lo comprobamos recientemente en la exposición en la que se mide cara a cara con Murillo en Sevilla, ciudad natal de ambos maestros (las entradas se agotan con mucha antelación). Ahora ve la luz en español un libro, «Velázquez desaparecido» (Taurus), cuyo título resulta un excelente reclamo de marketing editorial. Su autora, Laura Cumming, crítica de arte de «The Observer» desde 1999, está estos días en Madrid promocionando su obra, que ha despertado mucha más expetación mediática en España que cuando se publicó en Gran Bretaña.

¿Se trata de una novela sobre un cuadro perdido del artista español? ¿Es un ensayo crítico, como reza el fragmento de una crítica en la solapa de la portada? Últimamente, se han puesto de moda las novelas centradas en asuntos artísticos y, muy especialmente, en obras de arte: desde «El jilguero», de Donna Tartt (protagonizada por el lienzo del mismo título pintado por Carel Fabritius), a «La joven de la perla», de Tracy Chevalier, centrada en el cuadro homónimo de Vermeer.

Ambos se hallan en el Museo Mauritshuis de La Haya. Si fuese así, nada que objetar: una novela de aventuras y misterio sobre un retrato del Príncipe Carlos de Inglaterra, pintado por Velázquez en 1623, poco después de su llegada a la Corte española, al que se perdió la pista y al que la autora sigue el rastro a través de un librero, John Snare, que siempre creyó que lo tenía en su poder.

«No hay ficción alguna»

Pero el libro apareció en el mercado anglosajón como «no ficción». Sobre ese retrato velazqueño solo hay constancia en una cita de Francisco Pacheco, pintor y suegro de Velázquez, en la que se habla de un bosquejo (boceto) que este artista hizo del Príncipe Carlos por el que recibió 100 escudos. Así lo constata Javier Portús, jefe de Departamento de Pintura Española (hasta 1700) del Prado y uno de los especialistas en Velázquez. Reconoce que, de momento, solo ha podido hojear el libro, pero que «una cosa es un ejercicio de especulación literaria -como tal puede resultar de interés, me gustará leerlo- y otra muy distinta un ensayo de Historia del Arte. No hay que confundirlos».

Hablamos con la periodista y escritora británica para que nos saque de dudas. «No soy historiadora del Arte; estudié literatura inglesa, aunque llevo 20 años escribiendo sobre arte. Eso quiero dejarlo muy claro. No trato de escribir una biografía de Velázquez, ni es un libro de Historia del Arte. Respeto muchísimo el trabajo de los historiadores del Arte. Mi libro trata de la obsesión de un librero con un pintor y una obra de arte perdida». ¿Qué es real y qué inventado en el libro? «Llevo años investigando y documentándome sobre este librero de provincias tan evasivo. Es un personaje real. Todo lo que se cuenta en el libro es cierto. Y es verdad que es un relato, porque la vida de cualquier persona puede convertirse en un relato. Pero no hay ficción ninguna. Todo ocurrió». ¿Ha escrito una novela o un ensayo? «No puedo definirlo tan fácilmente. No he escrito ficción. Es todo lo que puedo decir. Todo lo que he escrito está documentado: o es una expresión para celebrar el arte o trata de la vida de un hombre al que le gusta Velázquez».

Registro del pago del cuadro

No hay imágenes ni del retrato de Velázquez ni del que poseía John Snare, aunque sabemos, por testimonios, que en este último el joven príncipe inglés luce barba incipiente, lleva armadura, tiene una mano empuñando una espada... En la escena un globo queda semioculto por una cortina roja y amarilla. Al fondo se ve una escena de batalla a través de una ventana. Pero resulta imposible saber si el cuadro que poseía Snare era el original de Velázquez o no, pues no hay descripción alguna de éste. Ambos se han perdido. «Lo que he hecho es contar la historia de un hombre que cree haber encontrado un cuadro que ha pintado Velázquez e intenta probar que eso ocurrió así. Yo no he visto el cuadro, porque desapareció de nuevo. Lo poco que sé procede de los artículos periodísticos de la época. He leído más de un centenar de artículos sobre el cuadro, cartas de gente que lo había visto y las publicaciones de John Snare sobre el cuadro».

«No he escrito un libro sobre este cuadro (nadie lo diría viendo el título), sino la historia de un hombre que cree que tiene este cuadro -añade la autora-. Y ello me da la oportunidad de escribir sobre los sentimientos de una persona por la pintura y me permite retratar mi país en un periodo en el que nadie sabe de arte. Es un tiempo previo a la existencia de los museos». ¿Ha hallado algún otro documento sobre el boceto perdido de Velázquez? «Aparte del texto de Pacheco hay un registro del pago de ese cuadro en los archivos británicos: se pagó por él 1.100 reales el 8 de septiembre de 1623. Pero Javier Portús tiene razón: no hay nada más».

Pasajes controvertidos

Hay pasajes controvertidos en el libro, como identificar el rojo y amarillo de la cortina del cuadro con la bandera de España. El cuadro es de 1623 y la bandera española, del XVIII. «No lo digo yo, sino el librero, John Snare -aclara Cumming-. Esa cortina es probablemente un añadido posterior, que alguien debió pintar en Inglaterra cuando todo el mundo quería que todo fuera de Velázquez».

El desaparecido retrato que hizo Velázquez de Carlos, Príncipe de Gales e hijo del Rey Jacobo I de Inglaterra, tuvo lugar durante el viaje que hizo a España, durante cinco meses, acompañado por el duque de Buckingham. El objetivo del viaje, casarse el joven Príncipe protestante con la Infanta María Ana, hermana de Felipe IV y ferviente católica. Velázquez acababa de llegar ese año a la Corte, por lo que el Príncipe y el pintor debieron coincidir muy poco tiempo. «A lo mejor lo pintó en dos o tres horas», dice Cumming. Javier Portús cree que, «posiblemente, fuera un retrato al vuelo y quizás el Príncipe ni siquiera posara para él. Debió ser algo rápido y poco acabado». Sorprende, pues, el alto precio que se pagó por él, similar a lo pagado por un Durero.

Política de propaganda

Explica Portús que en aquella época había una cultura del regalo muy extendida para mostrarse espléndido. Tampoco ve extraño que un joven pintor que acababa de llegar a la Corte hiciera ya un retrato del Príncipe de Gales: «Llegó a la Corte apoyado por un grupo de sevillanos. Ya había pintado el célebre retrato de Góngora. Fue una ocasión propicia, una política de propaganda, retratar al personaje más célebre que visitó Madrid por entonces. Hizo algo muy parecido, años después, cuando se introduce en la Corte papal».

Cumming narra en el libro la ajetreada vida del cuadro que Snare adquirió en una subasta celebrada en 1845 en Radley Hall, cerca de Oxford. Pagó por él 8 libras. El librero se pasó la vida tratando de demostrar que era el Velázquez perdido y no una obra de artistas como Van Dyck o Mytens. El cuadro fue embargado dos veces, se expuso en Old Bond Street en Londres y hasta en el Metropolitan de Nueva York.

«No tengo razón alguna para creer de forma concluyente que Snare tuviera ningún cuadro de Velázquez. O que se pueda volver a encontrar. Al final del libro dejo claro que no lo sé. Es un hombre que lo perdió todo: hasta su familia. Sería muy triste que fuera por un cuadro que ni siquiera era de Velázquez. Sería terrible». Antes de regresar a su país, Cumming quiere volver a visitar el Prado. Confiesa que «el momento en el que vi por primera vez "Las Meninas" fue un punto de inflexión en mi vida. Fue la primera vez que me di cuenta de que un cuadro podía inspirar tanto consuelo, gozo, amor, miedo... Todas esas emociones juntas».

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