Antonio Colinas

Sentido de Universalidad en Salamanca

Ocho siglos de la Universidad, que se celebran en 2018, resumen lo mejor de la historia, las letras y la ciencia de España

Antonio Colinas
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Difícil tarea es sintetizar en pocas palabras el sentido profundo que tiene la ciudad de Salamanca y su Universidad. Me atrevo a decir que es el sentido de universalidad el que fija en dos palabras esta ciudad. Ello se acrecienta si escribimos en el pórtico del octavo centenario de la fundación de su Universidad en 1218 por el rey leonés Alfonso IX. En uno de los paseos nocturnos, podemos llegar hasta los altos del Colegio Fonseca y, a la vista del horizonte de torres y cúpulas iluminados, sentimos algo parecido a una alucinación. Salamanca es el resultado de esa gravedad y suntuosidad monumental. Cuando nos situamos en el patio de la Casa de las Conchas nos falta el espacio, pues las torres de la Clerecía se nos echan encima.

O esperando el atardecer en otoño asistimos ­a la metamorfosis de la piedra en oro.

Este sentido desmesurado, alucinatorio, conduce a otra realidad suma: a la literatura. Es probable que Salamanca sea la ciudad más literaria de España, literatura que se torna en vida. Es la ciudad de La Celestina y del Lazarillo, pero un paseo por el “Huerto de Calixto y Melibea” o contemplar en la entrada del Puente Romano el verraco contra el que el ciego estrelló la cabeza de Lázaro, nos conducen a vivir la literatura. ¿Y no tuvo la Universidad salmantina su más excelso alumno en San Juan de la Cruz? Más difusas fueron las huellas de Luis de Góngora que pudo ser estudiante de Leyes, pero que más debió de pasar su tiempo en garitos y covachuelas. (Aquí el eco nigromántico y cervantino de La Cueva de Salamanca).

Hubo un segundo viaje de Góngora a Salamanca, pero enfermó y no sabemos si de enfermedad física o de amor, pues de camino, en un alba, se despertó en una lecho que más nos habla de goces que de muerte. Aunque sabemos que en la ciudad testó («Muerto me lloró el Tormes en su orilla»). Celebrar ocho siglos de cultura universitaria supone recordar a profesores de excepción, como Fray Luis de León o Unamuno. En ambos, palabra y vida, saber y libertad, se funden de manera turbadora. No olvidemos la relación de Salamanca con la América hispana, pues aquí nació el Derecho de Indias y las primeras universidades americanas se fundaron partiendo de las «Constituciones» de las de Salamanca. Pero Salamanca y su Universidad miran también hacia Extremo Oriente: Japón, Corea, China. ¿Y no nos olvidamos de ese territorio tan cercano por querido que es Portugal?

Ayer la universidad abrió su Centenario para que entrara la luz de la creatividad mediterránea con las obras de Miquel Barceló. El ágora de la Plaza Mayor será el epicentro de una de sus esculturas, pero también pintura y cerámica, sus osadas ilustraciones de la Commedia dantesca, nos saldrán al paso en otros espacios. El laberinto del aprender gozando sigue abierto en Salamanca.

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